La fría brisa me heló la piel, pero nada se comparó con lo gélido que siente aquí adentro. Me apegué a él para sentirme refugiada o simplemente para recibir calor. Ya no logro controlar las lágrimas, salen descontroladamente. Sin embargo, aquello ni siquiera alcanza a demostrar el verdadero daño. Ahora todo lo que quise me hiere, me hace sufrir y me destruye. Mis inseguridades ahora palpitan más desenfrenadas, como si enterarme de la peor forma, no fuera lo suficiente.
Mi cabeza se hallaba profundamente desequilibrada que solo escuché la moto detenerse. No me percaté ni el momento y ni siquiera el cuando llegamos a ese restaurante de comida rápida. Sin ánimos de nada, con el dolor en mi pecho asfixiándome y con promesas tan rotas como el corazón, me saqué el casco y me bajé de la moto, perdiéndome en la nada.
—Dicen que aquí, se le cae las ratas a la freidora... Ali, ¿qué sucede? —Ethan trata de llamar mi atención. Nuestros ojos se cruzan y su expresión alegre decae, dando paso a ese dolor ajeno que no quiero recibir. Negué con un nudo en la garganta y él se acercó a mí con una sonrisa forzosa—. Vamos, no estés así. Él no te ha dicho nada... De seguro arreglaran sus cosas, no te aflijas.
—Ya todo es inútil, Ethan —Mi mentón tiritó—. Estaban al frente de mis narices abrazados. De que me sirve, ya vi todo... Los vi.
Mis lágrimas resbalaron como cascadas. Me sentía humillada, utilizada y frágil, como si yo fuera un plato de segunda mesa. Jaiden había sacado emociones desconocidas en mí. No era fácil aceptar que había perdido, pero así de cruelmente la vida me golpeó. Tal vez no era yo la del sentimentalismo, tal vez nunca me perteneció o tal vez fui esa chica que necesitó para olvidarse de ella. Con ambas manos tapé mi rostro empapado, recordando cada momento hermoso y luego, los momentos más dolorosos.
—Nadie merece tus lágrimas, mucho menos un idiota que no supo valorar la hermosa chica que eres— Sin pensarlo un par de brazos me rodearon con delicadeza—. Estaré contigo en las buenas, en las malas y en esas en que piensas que todo acabará.
Esas mismas promesas me golpearon hace minutos. Yo todo era difuso, sin sentido alguno.
—Ya no sé qué pensar de ahora en adelante —Murmuré desilusionada.
Tardé un largo tiempo en tranquilizarme, pero era cuestión de tiempo para que me hundiera más en la agonía. Mis ojos eran como dos cargas pesadas de dolor y humillación. Solo quise llegar a casa a descansar o solo para olvidarme si quiera unos minutos de esta inútil verdad. Me llena de miseria entender que le entregué mi corazón, para que lo destruyera con sus manos. Tanto tiempo ocultando mis ganas de crear ilusiones y cuando me siento lista, todo lo desmorona.
—¿Si quieres podemos volver al departamento?
Era la mejor opción. El apetito se esfumó de la nada y mis ánimos estaban barriendo el piso.
—Quiero volver a casa —Mi mentón tiritó—. Ya no puedo más, no quiero sentir más.
—Regresemos a casa —Besó mi cabello—. No dejes de sentir, solo porque alguien te hirió. Mereces sentir y revivir. Algún llegará otro chico y ni siquiera sabrás quien fue el idiota que te rompió el corazón.
Regresamos a casa y mientras Ethan guardada su moto al frente del edificio, en la calle, subí las escaleras con un ánimo que quema. Subí hasta mi planta y apenas quise dejar un pie encima de ella, palidecí al momento de verlo parado ahí con un ramo de rosas, fingiendo que nada hubiera pasado. Quise huir de ahí, al menos para no cruzar palabra con él. Después de todas las lágrimas que derramé, todo lo que tuve que soportar por él, no quise echarle más sal a una herida que me arde apenas le recuerdo.
Me giré lentamente y apenas tuve la oportunidad corrí por las escaleras hasta llegar a la plata principal. Mi respiración era irregular. Busqué a Ethan con desesperación y lo hallé en el mismo lugar que lo dejé plantado. Estaba apoyado con es su moto con los brazos cruzados y mirando fijamente un punto en especial. Corrí hasta él con desenfreno, viendo como todo mi interior se volvía en añicos.
—Ethan, é-él está aquí —Manifesté con la voz entrecortada—. No quiero verlo... Solo no quiero.
Tocó mis hombros, mostrándome apoyo.
—Tranquila, veré que puedo hacer —Tocó su mentón—. Por mientras. escóndete en esa esquina.
Obedecí al pie de la letra y me resguardé detrás de un contenedor de basura.
—¡¿Sabes dónde está?! —Escuché rugir a Jaiden.
Asomé la vista un poco para evitar que me viese. Estaba frente a Ethan discutiendo.
—No sé de qué hablas —Ethan respondió en un tono neutro.
—Sabes perfectamente en donde está, idiota —Ethan se apoyó una vez más sobre la moto con los brazos cruzados—. ¡Yo la vi salir corriendo!
—Y si sabes entonces para que preguntas —Ethan respondió de una manera muy inteligente.—. Ahora te diré las cosas claramente. La lastimas y te las verás conmigo.
—Un idiota que se cree cartero, ¿amenazándome?
Jaiden trataba de rebajar a Ethan, lo que provoca un gran silencio.
—Tómalo como quieras, yo solo te lo digo. Tú no me conoces y no conoces lo suficiente para entender que yo siempre estuve antes que tú en su vida, pero eso te explicaré bien las cosas... No juegues a dos bandos porque si lo haces, tú estadía acá corre peligro, ¿entendiste? —Ethan lo amenazó con tal de que huyese.
Lo vi apretar los puños y sin decir nada lo vi desaparecer en su coche. Salí con ese mismo dolor, haciéndose más agudo con el correr de las horas. Me dejé caer en sus brazos y sollocé de igual forma.
—Vamos, tienes que descansar —Musita en mi oído.
—Si.
Me dejó a los pies de mi puerta y nos despedimos. A pesar de tener los ánimos por los suelos, traté de sonreírle. Por más que fuese horrible sentirse usada, hallé refugio donde menos lo creí. De mi mochila saqué la llave y cuando ingresé estaba todo en oscuro. Encendí la luz y sentí al instante el aire hostil y frio que nos invadía a todos. Era tan diferente lo que nos rodeaba. Adam no divagaba por los pasillos y Victoria ya no poseía esa misma sonrisa que desee recordar, se perdió en el silencio de su dolor.