Apenas terminó, el silencio quedó en un eco profundo que era evitamos hablar del tema. Era algo que quería borrar de mi mente por completo, aunque sea por este difícil mes. Odio desaférrame de él, pero no puedo hacer oídos sordos a su decisión. No me queda otra opción que aceptarla.
Nos levantamos de la banca y decidimos volver con los demás. Para mi sorpresa cuando volteé, Victoria se escondió por detrás de la puerta de la cocina. Nos estaba espiando, sin siquiera ser buena haciéndolo. Negué moviendo la cabeza. Jamás cambiaria. Pasó la hora y cenamos los cuatro juntos. Charlamos sobre trivialidades o de simple cosas solo para entorpecer la realidad. Hace mucho tiempo no veía reírse a Victoria y yo no era la excepción. Al terminar, Ethan tenía trabajo mañana así que decidió irse. El reloj marcó las onces en punto. Victoria terminó acabada con Adam en el sofá y yo fui la única en acompañarlo a su moto.
—Vienes a verme antes de irte a estudiar —Lo encaré con mi ceja derecha.
—Claro que sí, me debes una cena y esta no cuenta —Ethan se cruzó de brazos, haciéndome reír—. Además, tú también tiene que ir a verme ingrata. Hace mucho que estábamos distanciados.
—Que rudo —Me quejé y le di un pequeño abrazo—. ¿Ahora eres un chico recobra sentimientos?
—Tal vez —Me besó la mejilla—. Y ten cuidado con el vedetto.
Mis ojos se abrieron a la par.
—¡Agh! Ethan —Me quejé cuando él se subía a la moto. Le encanta molestarme. Mis mejillas no dieron más de rojas—. Victoria te puede oír y ahí te mata.
—Es broma, manzanita. Solo quería ver esas gorditas mejillas sonrojarse. Te veo después —Me guiñó un ojo antes de colocarse el casco.
Encendió la moto arrancando por la calle hasta desaparecer. Volví roja de la vergüenza. Ethan siempre fastidiándome. Debo admitir que me encanta cuando él lo hace, siempre fue así. Cerré la puerta principal y Victoria estaba sentada junto a Adam, viendo televisión. Hasta ahora Adam, se volvió en nuestro tercer integrante de la casa. Aunque, pronto se iría a trabajar. No me imaginaría como mi prima afrontaría esta situación.
—Iré a dormir. Hasta mañana, tortolitos —Me despedí rápido.
—Hasta mañana —Ellos contestaron al unísono.
Después de levarme los dientes y de hacer mis necesidades, entré a mi nueva habitación. Me fui a dormir pensado en cómo sería el día de mañana con Jaiden. Me angustiaba tener que verle la cara después de tanto. Cerré los ojos tratando de olvidar, pero no lo logro. Me duele sentir que esa herida no sana, solo arde.
Dormí hasta las diez de la mañana. Un perfecto sueño consiguió borrar todos mis recuerdos y pensamientos. Me levanté de la cama con mi pijama de pantalón largo incrustado de lindos unicornios. Estábamos por comenzar el invierno y me fascinaba la idea. Caminé a la cocina media dormida y al llegar me quedé como estatua de lo helada, ¿Por qué Adam estaba con solo un bóxer mientras cocinaba? No fue la reacción que esperé. Vaya, era como un sueño ver a un modelo cocinando, pero ¡Demonios! Es el novio de mi prima y esto es súper extraño. Me giré fuertemente dándole la espalda.
—¡Eh! Adam —Murmuré un tanto incomoda y recordé lo de Ethan ayer.
Genial, era lo menos que quería recordar.
—¡Oh! Lo siento, Alison —Se disculpa rápidamente.
Pasó por un costado dejándome más perpleja y al rato después apareció mi prima con ese aspecto jovial.
—Creo que no pasan una mala noche —Le comenté a Victoria, quien aún procesa—. Y veo que no tienen frio por las noches.
Mis ojos se fueron a su ropa con encaje que se translucía por la bata de seda.
—¡Agh! No me incomodes, por favor —Gruñó como todas las mañanas.
—La temporada de verano termina, no comienza, Vic. Ponte algo más abrigado —Me reí al instante.
Después de desayunar, decidí ir a la cuidad a entregar mi currículo por algunas editoriales especializadas en revistas o periódicos. El legendario autobús era una tortura, tardé más de dos horas en llegar a la cuidad. Mi auto se descompuso. Las largas horas de viaje ayer lo acabaron.
Llegué y repartí mi currículo por dos editoriales de las revistas más grandes del país. Tuve que tomar el elevador, los edificios eran bien grandes. Luego de eso caminé las calles perdiéndome alrededor de la gente y no me di cuenta cuando aterricé en el centro, frente a ese edificio de grandes ventanales. Hace casi un mes que no lo veía y ni siquiera quien lo controlaba. Ya nada era igual, como antes. Todo ha perdido su magia después de tanto. Saqué el teléfono de mi mochila y le marqué a Anabeth. Ella es lo único que puedo rescatar después de tan poco tiempo.
—¿Alison? —Anabeth preguntó un tanto confundida.
—Hola, ¿cómo estás?
—Bien, tanto tiempo sin hablar contigo —Habló emocionada—. Todos te hemos extrañados, no es lo mismo sin ti.
Evité ponerme nostálgica.
—Yo igual —Tragué saliva—. Es medio día y estoy al frente del edificio. Me preguntaba si quieres almorzar conmigo.
—Claro, espérame en la salida —Musita encantada.
—Bueno —Murmuré para luego cortar.
Crucé la calle y me senté en uno de los banquillos para descansar. Ese edificio imponente me trajo tantas emociones. Miré la puerta principal y me perdí en cada persona que salía o entraba al lugar. Pero, de un momento a otro la respiración se me cortó como un cuchillo filoso. Mi pecho se encogió y no pude evitar que algunas pequeñas lagrimas brotarán de mis ojos. Vestía de la misma manera en que cruzamos las miradas el primer día de trabajo. La garganta me arde fuerte, tanto como aquellos momentos vividos con él que no desaparecen de mi mente. Cada detalle lo guarda en mi corazón dolido y ácido. Me es incontrolable que sentimientos hacia él sean tan fácilmente. Era como si un imán me llevara a recordar lo frio y doloroso que me hizo pasar.
Se quedó parado en la acera y sacó de su traje, el teléfono para luego marcar. En su rostro se nota una sonrisa la cual hace mucho tiempo desapareció de mí. Una sonrisa que me abandono sin poder despedirme. Saqué un suspiro desgarrador y mi teléfono sonó dándome un respingo. Con en él en mis manos, contesté la llamada.