Difícil de admitir

38. "Horas terminables"

Si pudiera contenerme para no dejar escaparlo todo, esta no sería la misma escena que estamos presenciando. Mi poca paciencia se está diluyendo rápidamente que le di una mirada rápida a Ethan y cuando cerró la puerta de mi casa, su boca habló.

—Te debo una disculpa —Comenzó con su show.

Si pudiera recibir por un dólar que he escuchado eso, sería millonaria. Son palabras tan vacías que no merezco, después de todo el daño provocado.

«¿Cómo tiene el derecho de venir a pedirme después de la babosada que me hizo?» Mis ganas de estrangularlo aquí mismo no fueron suficiente y si no fuera por las palabras de Ethan, este hombre ya sería pez muerto.

—¡Jaiden! —Gruñí con enojo—. Pierdes tu estúpido tiempo, ¿Crees que enserio que puedo perdonarte después de todo? Deberías conocerme, idiota. Y cuando vuelvas a esto mismo, trae palabras sinceras porque yo me trago tu cuento.

Él bajó la cabeza delatándose. Sé, por muy doloroso que eso se sienta, que no tiene los pantalones puestos para venir a este recóndito lugar por un simple perdón de mí. Darme cuenta de aquello, es como volver a eso recuerdos en que me doy cuenta de que esto no tenía la misma importancia para él. Ardía como fuego en mi interior, y pesar de que hayan pasado los meses, duele significativamente.

—Yo... —tomó un poco de aire—, mi hermano quiere que entre nosotros no haya malentendidos. Después de todo seremos familia.

Parpadeo continuamente evitando lagrimear cada vez que lo veo.

—Ves, no tienes las agallas necesarias para venir acá por perdón —Mi garganta ardió como acido—. Te conozco lo suficiente como para saber lo falso que eres.

Levanté la vista y sus ojos azules llenos de arremetimiento, se apoderaron de mi debilidad.

—Sabes que... —Hice una pausa y no logré contener más las lágrimas. Volví a ser débil ante sus ojos—. El único perdón que recibirás de mí, será por un único motivo y es el que está adentro de la casa. Fue por él que estoy de pie acá, contigo.

Su mandíbula se endureció y disminuyó la distancia entre ambos.

—¡¿Estás con ese imbécil?! ¡No puedo creerlo! —Protestó colapsando. Arrugué mi entrecejo, para tratar de comprender su comportamiento, pero no encontré solución. Trató de hablar, cogió su cabello con fuerzas y se dio la vuelta. Este tipo es muy bipolar—. Perdón, sabes que no fue mi intención dañarte.

Traté de no colapsar, porque ese perdón lo escuché miles de veces. Se giró para verme con esa misma expresión de arrepentimiento fingido.

—Será mejor que te marches. Se está oscureciendo y es un largo camino para llegar a tu casa —Lo miré como si de mí naciera un resentimiento que deseo descargar—. Estoy con él para te quede bien claro. Nunca fuiste la primera persona que me enamore y de seguro nunca serás la última.

—Si es lo que quieres, veremos —Lo escuché—. Adiós.

Giré entre mis talones, sin querer verlo y sentí como sus pisadas se alejaban. El motor de su vehículo sonó y en ese entonces cuando volteé, lo vi irse de vuelta a la cuidad. No tarde en desmoronarme como un completo fracaso que solo intenta olvidar. Estúpido, idiota. Solo viene después de tanto tiempo a tirarme más sal a la herida. Cuando pensé que he superado la humillación o simplemente lo hermoso de una relación, vuelvo a caer en la inseguridad. Me desmoronó con agonía, como si el tiempo no fluyera.

La puerta se abrió de golpe, tomándome por sorpresa. Sus ojos se encontraron con los míos, la misma tristeza fue capaz de equilibrar mi tiempo. Leí en sus ojos, arrepentimiento. Ni siquiera logré que surgiera algo, solo me lancé en sus brazos en busca de protección. Él me entregó su seguridad con delicadeza, solo para dañarme más de lo habían hecho.

—Hace mucho tiempo que no veía esas lagrimas —Murmuró en mi oído.

Tomé un bocado de aire.

—Me duele volver a tenerlas —Susurré contra su pecho.

—Esas lágrimas de rencor y sufrimiento conmigo nunca las tendrás.

—Lo sé —Digo con seguridad—. Siempre lo he sabido.

***

Todo volvía a caerse lenta y cruelmente. Es día jueves y desde que ese idiota pisó mi casa, mi tiempo fue como un tornado, destruyó todo a su paso. Miré el calendario y cuanto supliqué para que este día no llegara. Despedirme de mi mejor amigo, mi confidente, mi todo, era muy difícil.

Las horas ya estaban siendo crueles por la tarde. Mi cabeza ha estado en todo, menos en el trabajo. Tomé mi bolígrafo y en la pantalla negra de mi computador me quedé taciturna. Todo ha sido un golpe duro, esta semana lo ha sido.

—¿Te pasa algo, Ali? —Merry apareció de pronto, sorprendiéndome—. ¿Estás bien?

—Yo... —Miré sus ojos almendrados—. Si.

Levantó una ceja, no creyendo en mis mentiras. Suspiré con fuerza y negué, moviendo la cabeza de un extremo a otro.

—Puedes hablar conmigo, ¿lo sabes?

Merry arrimó una silla sentándose a mi lado.

—Es que —Mi mentó comenzó a tiritar. Dejé el bolígrafo a un lado y escondí mi cabeza entre mis manos—. Lo siento por llorar. Es que Ethan hoy se marchará a Inglaterra para terminar sus estudios y volverá en dos años.

Trató de sonreír para que esa tristeza en sus ojos no me invadiese más de lo que podía.

—Ve el lado positivo. Él solo quiere un mejor futuro para ustedes dos —Miré a Merry con sorpresa—. ¿Qué? Es verdad, los veo a ustedes en la tarde y noto lo mucho que se quieren. Es normal proyectarse a futuro. Solo lo debe hacer por ti y esos futuros hijos.

Tragué en seco cuando la última palabra quedó resonando como un eco en mi cabeza. Ni siquiera soy la novia real de Ethan, todo era una mentira. ¡Hijo! No estoy preparada para tenerlos. Además, no hace poco salí de una ruptura con un idiota que me engañó. Tener es hijos en una dirección muy diferente a lo que pienso en el futuro.

—Tiene razón, Bela —Robert se nos unió—. Quiere lo mejor para su relación.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor

Editado: 28.10.2021

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