Difícil de admitir

46. "Mis sombras"

Un mes trascurrió de aquel accidente en que mi momería no regresó de lo más intacta. Tanto mis preguntas como respuestas nunca fueron contestadas, solo mis recuerdos vagos de Ethan y de mi prima fue lo único que rescaté de mi mente olvidadiza. Las pesadillas fueron otro problema, solían regresar cuando Ethan no dormía a mi lado. Recuerdo haber estado en casa de mis padres y no lo logré conciliar el sueño, la noche me aterra. La familiaridad de sus brazos en mis noches es mi protección. Nunca me he sentido de esa manera tan inusual de aferrarme tanto a un alguien, pero él es todo a lo que catalogo como diferente. Todo lo demás, por suerte, ha surgido normal o mucho más tranquilo de lo que esperó mi doctor. Logré caminar por mi cuenta y estuve muy agradecida por ello.

Sonreí con mis labios juntos. Recordar hacia atrás mientras veo el techo de nuestra habitación, es una sensación satisfactoria. Nunca soltó mi mano, incluso en esos momentos de angustia en que pensé que nunca volvería a pisar por mi cuenta. Sentirlo respirar sobre mi pecho y admirar como su torso sube y baja, capta toda mi atención. Es como si el mundo no girara y todo lo que ocurre afuera, se diluyera. Acaricié su cabello de manera lenta y la melancolía me invadió al extrañar el mío, al operarme raparon una parte de mi cabeza. Crecía, pero de una manera lenta. Recuerdo que un día decaí en lágrimas por no tenerlo y él me hizo entender que crecerá, convenciéndome de amarme a mí misma por lo afortunada que era. Todo cambio desde ese entonces.

—Me gustan tus masajes —Susurró con una voz pesada.

Después del turno de hoy en la madrugada, Ethan llegó con grandes bolsas debajo de sus ojos. Esas fueron las consecuencias de un turno doble, solo para estar más horas a mi lado.

—Es mi mejor parte del día.

—Descansa un poco más, Ethan. Estuviste trabajando mucho y además es sábado, cariño. Nada nos hará movernos de aquí.

—Lo sé y no quiero despegarme de ti, de nuestra cama —Alzó la cabeza y nuestros ojos conectaron. Me sonrojé como una boba cuando esas palabras hicieron estragos en mis pensamientos—. Todo el día de la misma manera, manzanita. Tranquilamente.

Pero el karma hizo de las suyas. El timbre del departamento sonó y Ethan gruñó debajo de mí. Saqué una leve risita por la ternura que generaba.

—Creo que no será hoy —Lo dejé a un lado y me senté en la cama—. Iré a ver quién es.

—No puedes ir así —Me cuestionó.

Arrugué mis cejas y me levanté de la cama para verlo.

—¿Por qué? —Sus ojos viajaron hacia mi ropa y entendí a lo que se refería. No llevaba nada más que una camiseta de él—. ¿Y si voy?, ¿Qué harás?

Me cruce de brazos y sus ojos se ennegrecieron.

—Ya lo veras —Me amenazó.

Con una sonrisa plantada en mi rostro corrí por la sala mientras mis energías se incrementaron. Sentí sus pisadas tras de mí y sin importar que las notas del timbre comenzaran a sonar cada vez más incesantes, mis ojos se perdieron en los de él, frente a una mesa que nos separó.

—Tienes que dejarme abrir la puerta —Le di a entender con un puchero presente.

—No de esa manera. Tienes un hermoso cuerpo que no deseo compartir con nadie —Mordí mi labio, sintiendo mis mejillas enrojecer—. Manzanita no hagas eso, me tientas.

Reí levemente.

—Siempre puedes hacer lo que quieras —Le murmuré seductoramente y él carraspeo, nervioso. Esa pequeña forma que tiene, es justamente mi perdición—. Siempre.

—No me tientes, por favor —Suplicó ya con la temperatura encloquecida.

Intentamos mantener una postura ingrata y el teléfono irrumpió esa tensión cálida. Lo cogí de la mesa y su voz por poco reventó mis tímpanos.

—¡Sé que están ahí! ¡Ábranme! ¡Estoy cansada y embarazada! —Me gritó desde la línea.

Corté con preocupación.

—Es Victoria. Olvide que vendría —Exclamé con preocupación.

Me acerqué a la puerta y Ethan se interpuso.

—No, puede que esté con su esposo —Él se cuestionó.

Hice una mueca un tanto nerviosa.

­­—Ethan, por favor —Le supliqué—. Sabes que ella es un tanto temperamental.

—Saldré de la puerta con una condición —Arrugué las cejas entre mí, queriendo descifrar que piensa su mente.

—Ya, canta —Sonrió victorioso y tomó el abrigo largo que coloco siempre al lado de la puerta.

—Pero hace demasiado calor —Chillé como una pequeña mimada y él se limitó solo a encogerse de hombros—. Bien, tú ganas.

Cogí la prenda por un hombro y tapé casi todo mi cuerpo.

—Espero que estés feliz —Al terminar de colocármelo, su sonrisa victoriosa se amplió—. Ve a vestirte tú también. Mi prima está embarazada y no quiero que te mire como un objeto sexual. Tiene todo eso de las hormonas alborotadas.

—Recuerda que solo soy un objeto sexual para ti —Su distancia se acotó y sus labios arremetieron contra los míos sin previo aviso—. Como tú lo eres para mí.

Asentí sin tener control de mí misma y la necesidad de desear su piel me invadió de golpe. Profundicé sus caricias con dezmero, como si aquello me consumiera. El timbre sonó por enésima vez y ambos nos detuvimos abruptamente. Le lancé una mirada retorica a mi novio y él desapareció por el pasillo. Volteé con más calma o intenté asemejarme a aquello y abrí la puerta principal. Los inquisidores ojos de Victoria cayeron en mí como navajas, muy por el contrario, a los míos que la detallaban con más perfección. Sus pómulos eran más regordetes y las bolsas debajo de sus ojos demostraban lo duro que era el embarazo.

—¡Eh! Lo olvidé —Intenté justificarme.

El vapor salía de sus narices como un dragón, metafóricamente hablando.

—¡¿Sabes cuantos minutos estuve tocando tu maldito timbre?! —Quise hablar, pero me interrumpió—. ¡Claro que no!

—Lo lamento, lo siento, perdón, misericordia —No hallé más palabras—. Ethan ha tenido mucho trabajo y ha estado muy cansado... Por favor, compréndeme.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor

Editado: 28.10.2021

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