Dime La Verdad

4

SCARLETT

La siguiente clase está al otro lado del edificio. Eso significa cruzar medio pasillo lleno de gente que me ignora o que espera que me tropiece para reírse.

Voy detrás de Bryan porque parece que vamos en la misma dirección, no porque crea que ahora somos amigos.

Él no habla con nadie solo camina, sin apresurarse y con la mochila medio colgando del hombro esquivando gente sin detenerse.

Yo hago lo mismo.

Alguien detrás de mí lanza una risa fingida, exagerada, y escucho una voz conocida. — ¿Tú también tienes drogas?

No me volteo pero sé que es. Julián, uno de los que se cree gracioso por molestar a los demás. Sé que la frase era para Bryan pero él tampoco responde, solo baja un poco la mirada y sigue caminando.

Frunzo el ceño. No sé qué quiso decir con eso, tal vez solo quiere molestar al chico nuevo.

Cuando llegamos al salón siguiente, Bryan entra primero. Yo camino y justo cuando estoy cruzando la puerta, Romelia me empuja con su cuerpo fingiendo que no se había dado cuenta que estaba ahí y me hace tropezar contra la pared.

Las risas se escuchan y yo no digo nada, como siempre. Ya son años de esto, ya es demasiado tarde para cambiar algo.

Elevo la mirada y noto que Bryan me ha visto pero yo desvío mis ojos de él y voy al escritorio que han dejado para. Ellos dicen que todo lo que toco está “embrujado” así que esos escritorios están prohibidos para ellos.

Me acerco sin mirar mucho alrededor, dejo la mochila en el suelo y cuando voy a sentarme algo me detiene. Hay un papel doblado sobre mi escritorio.

Lo reconozco enseguida. No es de esos que se pasan entre amigos para decirse cosas tontas, este está escrito con marcador grueso y la tinta ha traspasado hacia el otro lado.

Lo abro. Ya sé lo que viene.

“Deberías estar en la cárcel.”

Lo leo varias veces y finalmente, doblo otra vez para dejarlo a un lado y tirarlo después.

Siento el cuerpo congelarse por dentro pero no dejo que se note. Me acomodo el suéter sobre los brazos, arrugo el papel despacio y lo meto al bolsillo.

— ¿Quién lo dejó? —la voz baja de Bryan me saca del trance.

Lo miro, está de pie a mi lado.

—No lo sé —respondo, apenas moviendo los labios.

No quiero que me vean hablando con él pero está sucediendo, los ojos están sobre nosotros. Él no debería hacerlo. No voy a arrastrar a otra persona a la desgracia.

Él observa mi cara un segundo más y luego se sienta a mi lado sin decir algo. Eso me sorprende porque hay espacios libres y él podría haberse ido a cualquier otra fila.

Él debería irse a otro lado.

La clase empieza. La profesora, una señora de voz monótona que habla como si estuviera dormida empieza a explicar algo sobre química. Yo no estoy escuchando, sigo observando el papel doblado que me acusa de algo que todos piensan.

Siento la mirada de Bryan sobre mí. No sé qué pensar de él pero esto de tener a alguien que existe cerca y no te ataca, es nuevo para mí.

Cuando pasan unos minutos, la voz de la profesora se vuelve más lejana, pareciera que estuviera metida en una caja. Empiezo a jugar con una hebra suelta del suéter, la enrollo en el dedo hasta que duele.

La clase pasa más lento. Algunas veces pienso que el tiempo avanza más lento para mí, siempre ha sido así, desde que he sido niña.

Miro al frente, fingiendo que estoy atenta pero lo que realmente veo es otra cosa. Una imagen que viene sin avisar, como siempre.

El pasillo de una casa vieja, la luz parpadeante como si estuviera a punto de arruinarse y las sombras largas con una melodía de fondo que proviene de esos radios viejos que ya no puedes encontrar en otros lugares excepto en tiendas de segunda mano.

Una vez cuando tenía diez años, alguien me dijo que los fantasmas no son personas muertas, alguien me dijo que no estaba loca por los golpes de puertas azotándose y rasguños inexplicables.

Pareciera como si fuera otra vida.

— ¿Estás bien? —susurra Bryan de pronto.

No sé si se refiere a eso que pasó cuando entré

Asiento sin mirarlo.

Él no insiste y en parte, lo agradezco.

Pero de nuevo estoy recordando. Todo se vuelve más claro como una película.

“Vi algo, Scarlett. Te juro que lo vi. Era un niño, pero no tenía cara.”

Pensé que estaba bromeando, pensé que solo quería asustarme porque todos a esa edad querían ver un fantasma pero él no se estaba riendo y sus ojos mantenían esa seriedad.

Él se acercó más. Tenía las manos manchadas de tierra o eso pensé al principio. Solo después me di cuenta de que era sangre seca.

— ¿Reese? ¿Qué te pasó? —Él escondió la mano detrás del cuerpo—. Nada. Me tropecé con una piedra.

Y yo no dije nada más. Ni esa noche, ni las que siguieron.

Empujo los recuerdos a un lado.

Empujo todo eso que me persigue para que deje de atormentarme.

Bryan no ha dicho una palabra más, pero noto que a veces se inclina hacia el lado como si quisiera hacerlo pero no lo hace. Bryan es raro sin duda.

Cuando el timbre suena todos comienzan a moverse rápido. Sillas arrastrándose y muchas voces en volumen alto que dicen tantas cosas a la vez que no se les entiende nada. Me quedo sentada un segundo más esperando que la mayoría salga.

Bryan tampoco se levanta enseguida.

Finalmente cuando todos se han ido, me levanto y Bryan también. Debería sentirme incomoda pero no lo hago, solo tengo dudas.

Salgo del salón de clases, el pasillo esta vez está casi vacío. Las otras clases van en otro horario, así que por unos minutos, hay paz.

—No deberías tomarte en serio lo que dicen —dice él de pronto, sin mirarme.

Bryan está a unos pasos detrás de mí. Yo me detengo y él también, frente a mí. — ¿Y tú qué sabes? —No quería sonar grosera pero no pude detener mis palabras antes que salieran.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.