Dime La Verdad

7

Bryan

No sé si fue la lluvia o el silencio del pasillo, pero por una vez sentí que todo se detenía un poco.

La escuela no tiene muchos momentos así. Normalmente es ruido y más ruido, gente hablando demasiado alto sobre cosas que no importan, otros queriendo ser vistos, algunos intentando no serlo. Yo estoy en ese grupo aunque últimamente no me está saliendo muy bien.

Vi a Scarlett antes de que ella me viera. Estaba parada frente a las ventanas grandes que dan al patio trasero, donde las gotas de lluvia rebotaban contra el cemento con ese sonido suave y repetitivo.

Ella no hacía nada más, solo miraba a algún lugar en específico.

No sé qué hay en esa chica que me hace ir en contra de lo que siempre hago, lo cual es, evitar las interacciones. Con ella, con esta chica de apariencia ordinaria y simple, es inevitable que quiera hablarle. Tal vez es por las cosas que dicen de ella o tal vez es porque realmente pareciera que no le importa que mi hermano sea famoso.

Caminé hasta quedar a su lado, ella me notó recién cuando estaba a medio metro de distancia pero no dijo nada y yo tampoco al principio.

Apoyé el hombro contra la pared y miré hacia fuera. La lluvia caía en líneas casi rectas. Me gustaba ese tipo de lluvia. La que no viene con truenos ni viento, solo el sonido.

Ella desvió un poco la vista hacia mí pero no del todo.

—No vas a clases —le digo rompiendo el silencio.

Se encoge de hombros. —Tengo un pase. Me duele la cabeza.

No parecía que mintiera pero tampoco estaba segura de decir la verdad, ella volvió a mirar hacia la lluvia y yo también.

—Me gusta que llueva —digo, casi susurrando.

Ella toca el cristal con un dedo. —Siempre llueve por aquí, te gustará estar en este lugar.

Mejor que estar en donde no me quieren, pensé.

Estuvimos así un rato, podrían haber pasado segundos o minutos, no lo sé. Entonces hablé, fue sin pensarlo. — ¿Por qué no te defiendes?

Ella no se movió, ni siquiera parpadeó, como si ya hubiera oído esa pregunta antes. Como si la hubiera estado esperando.

— ¿De qué? —preguntó finalmente.

Rasco mi cabeza. —De ellos. De las cosas que dicen. De lo que te hacen.

Sabía que era una pregunta estúpida apenas la terminé de formular. Pero también era sincera. Cada vez que veía cómo la empujaban, cómo murmuraban su nombre como si fuera una broma interna me costaba entender cómo alguien podía simplemente aguantar todo eso.

Ella tardó en responder. Y cuando lo hizo, su voz salió tan baja que por un segundo creí que me lo había imaginado. —Porque no sirve de nada.

No supe qué decir. Esa respuesta me golpeó más fuerte de lo que esperaba.

La miro, tenía la mirada fija en una de las gotas que caía por el vidrio. Como si estuviera siguiéndola en cámara lenta, como si esa gota fuera más importante que lo que acababa de decirme.

—Sí sirve —dije aunque no muy convencido.

Ella me miró entonces, por primera vez me miró de verdad. — ¿Y tú te defiendes? —preguntó.

Sentí el estómago encogerse un poco y me quedé en silencio.

—Lo sabía —suelta, como si hablara para sí misma.

Frunzo el ceño. — ¿Qué sabías?

Levanta un hombro. —Que también estás huyendo de algo.

No lo negué porque no tenía sentido hacerlo.

— ¿Tú no tienes que ir a clase? —pregunta.

Bufo. —Claro, supongo que sí.

La lluvia seguía cayendo. El sonido era constante. Por alguna razón, ese momento me pareció más real que cualquier otra cosa que hubiera vivido en los últimos días.

—No sé por qué todos creen que pueden meterse en la vida de los demás —admito.

Tuerce los labios. —No lo sé, hay personas que prefieren hablar en lugar de vivir con sus pensamientos. O que creen conocerte.

Doy un vistazo rápido por el pasillo. —Tampoco es como si alguien aquí fuera más de lo que muestran.

Resopla. —Eso es falso, si observas a las personas en lugar de verlas, descubres más de ellos.

Junto las cejas. — ¿Y qué has observado de mí?

Ella me mira otra vez. —Que no te gusta cuando alguien te reconoce por el nombre de tu hermano.

—Eso es obvio —respondo, girando los ojos.

—También que no te gusta quedarte callado, pero lo haces igual.

No supe qué responder así que solo la miré.

Finalmente ella suspiró como si acabara de sacar algo que llevaba días reteniendo. —Te dejo ver la lluvia. A veces ayuda.

Dio un paso hacia atrás, luego otro.

—Scarlett —la detuve sin saber por qué la llamaba.

Ella se volteó.

— ¿Tienes amigos en esta escuela? —pregunto, dudando si eso sonó grosero o torpe.

Eleva las cejas. — ¿Amigos? —Bufa—. Ahora no.

Ahora no.

Eso significa que antes sí, pero algo pasó, ¿no es así? todos la tratan como si fuera una criminal y todos los que pueden me advierten de ella pero es difícil creer que alguien como ella pueda ser un peligro.

—Yo no tengo amigos —agrega.

Mis labios se curvan lentamente en una sonrisa. — ¿Sabes qué? Yo tampoco, soy malo en muchas cosas y tener amigos es una de ellas.

Ella me mira a los ojos y podría jurar que sonrió pero fue fugaz. —No quieres ser mi amigo.

Lamo mis labios. —Nunca dije que quería eso pero al menos no eres como los demás y de vez en cuando voy a necesitar un compañero para tareas y eso.

Entorna la mirada. —Claro, es conveniente.

—Muy conveniente.

Y nos observamos, por unos segundos mientras la luz opaca iluminaba la mitad de nuestros rostros y la lluvia nos hacía creer por un instante que estábamos solos y en este momento solo éramos nosotros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.