BRYAN
Desde que puse un pie en esa escuela, supe que el silencio no iba a durar mucho.
La gente no puede evitar ver lo que quiere ver. Me bastó cruzar el pasillo para darme cuenta de que ya no era el “chico nuevo”.
Ahora era “el hermano de Kian”.
Lo oí en susurros, en las miradas insistentes que se clavaban como si esperaran que hiciera algo extraordinario. Como si por llevar su sangre tuviera que actuar de alguna forma especial.
Apenas llevaba un día aquí y ya me sentía abrumado.
Hoy no fue diferente. Apenas entré al edificio, tres chicas se me quedaron viendo desde la escalera, una de ellas incluso se peinó rápido, como si estuviera logrando algo con ello. Fingí no verlas. Aceleré el paso. No quería darles ni una fracción más de atención.
Era una mañana nublada y el cielo parecía estar tan harto como yo.
Miriam apareció justo antes del timbre. No la vi llegar pero su perfume dulce me rodeó antes de que hablara. —Hola, Bryan —dice, sonriendo como si fuéramos viejos amigos—. ¿Dormiste bien?
Qué extraña pregunta.
—Sí. Supongo —respondo sin mirarla demasiado. Ya sabía a dónde iba esto.
—Tu hermano está increíble en esa serie, por cierto —agrega y ahí estaba el comentario obligado.
No respondí. Ella esperó un segundo, parece que quiere que le agradezca en su nombre o le contara alguna anécdota pero lo hice.
— ¿Sabías que están diciendo que va a hacer una película en Europa? —sigue insistiendo.
—No hablo mucho con él.
Esa fue mi salida. Fue bastante vaga pero suficiente. Ella sonrió, intentando lucir feliz aunque su gesto había cambiado. Me aparté antes de que siguiera, la campana ya había sonado.
Entrar al aula fue como entrar a un zoológico. Todas las miradas se giraron hacia mí por una fracción de segundo. Me senté en el mismo lugar que ayer y por suerte Carleta ya estaba allí.
Ella parecía no haber notado el revuelo a su alrededor. O tal vez simplemente no le importaba. Tenía los audífonos puestos, mirando hacia la ventana como si esperara que algo interesante pasara afuera.
Me pregunté si recordaba mi nombre. Probablemente no aunque ya hemos hablado en varias ocasiones, aun así, cuando notó mi presencia se acomodó un poco. No dijo nada ni sonrió pero tampoco pareció molesta de tenerme cerca.
Durante la clase, todos parecían ocupados en observarme mientras fingían escuchar al profesor. Excepto ella. Ella sí escuchaba. O por lo menos fingía mejor. A ratos apoyaba el mentón sobre su mano y hacía anotaciones.
Me pregunté otra vez qué había hecho para que la trataran así.
Cuando salimos al pasillo vi cómo un grupo de chicos le lanzaba miradas que no eran precisamente amables. Scarlett caminaba como si nada, como si el mundo entero pudiera acabarse y a ella no le importaba.
Pero yo sabía que no era así. Nadie es de piedra y la manera en que la tratan es brutal.
Una chica al pasar dijo en voz baja algo que no entendí bien pero que hizo que los demás rieran. Scarlett bajó la mirada y yo fruncí el ceño.
No era mi problema, me dije. Pero ya no era tan fácil ignorarlo.
En la siguiente clase nos tocó juntos otra vez. ¿Casualidad? No lo sé. Me senté cerca y durante los minutos antes de que iniciara la clase hubo una especie de calma.
Pero fue interrumpida por una burla lanzada desde atrás. Una voz masculina. No supe quién fue y Scarlett tampoco reaccionó.
— ¿Te molesta si me siento aquí otra vez? —le pregunto, aunque ya lo estaba haciendo.
—Haz lo que quieras —responde sin mirarme.
Lo dijo sin tono, sin frialdad, pero sin cordialidad tampoco.
—Entonces —digo, acercándome inclinando mi cuerpo—. ¿Es raro que me siente siempre a tu lado?
Entorna los ojos pero sin verme, sus ojos están en dirección al suelo. —Es raro que me hables —arruga la frente—. Digo, bueno…
Puedo escuchar murmureos pero no les presto atención. —Oye, yo…
— ¡Bryan! —una voz femenina me interrumpe, a un lado del escritorio está otra de mis compañeras—. Oye, las chicas y yo tenemos una pregunta, ¿Va a haber tercera temporada de Rojos Besos?
Una estúpida serie de mi hermano.
Suspiro. —No lo sé.
Ella no se rinde, recuesta una mano sobre mi escritorio, cerca de mi brazo. — ¿Sabes? Te pareces mucho a él, ¿tú también vas a ser actor?
—Lo tiene fácil —dice una voz masculina.
Siento tantas cosas a la vez, cosas que he sentido millones de veces. Mi cuerpo tenso, presión en el pecho, la lengua atascada y al mismo tiempo, calor subiendo por mi cuello apretando los puños.
—Deberías decirle que visite la escuela —sugiere ella.
Otra vez, un chico habla: —No dejan pasar drogadictos aquí.
Algunos ríen, la chica frente a mí no y luce apenada.
Yo lamo mis labios y le doy una mirada a Scarlett quien ha retomado su atención a la ventana.
En ese momento, la chica suelta: —Pues si dejan pasar psicópatas, yo digo que…
Volteo hacia ella con el ceño fruncido. — ¿Qué?
Abre los ojos. —No me refería a Kian, me refiero que ella… bueno, yo…
El chico ríe. — ¿Para qué quieres conocer a un actor que nadie recordará en unos años? Además, actúa horrible, habla como un idiota.
Me giro hacia él. Tiene la piel bronceada, el cabello rubio y los ojos profundamente negros. No parece intimidado por mí y yo no quiero defender a mi hermano porque no se lo merece pero, después de todo, sigue siendo mi sangre.
Luego siento la mano de la chica en mi hombro. —Ignora a Julian, no sabe de lo que habla. Kian totalmente merece la fama.
Ya me está doliendo la cabeza, por suerte, el profesor llega y eso obliga a la chica a regresar a su lugar.
Durante el receso bajé solo. Me crucé con dos chicos que claramente estaban hablando de mí. Uno de ellos tenía el teléfono en la mano y en la pantalla vi una foto de Kian. Era de la fiesta. La misma imagen que ya había visto mil veces.
— ¿Tu hermano vive de fiestas, no? —comenta uno de ellos, sin disimular.