SCARLETT
Una semana puede parecer poco tiempo.
Siete días no son nada en el calendario, pero en una escuela donde cada paso se siente observado, vigilado, hasta juzgado, cada día es un terreno distinto.
Y en esa semana, descubrí varias cosas.
La primera: las chicas nunca pierden la oportunidad de acercarse a Bryan y a él, por el lado contrario, no le interesa. Eso es lo extraño de él, no les presta atención realmente. No puedo decir que es grosero pero no parece interesado ni siquiera cuando las más lindas se le acercan.
La segunda: los chicos no lo soportan. Hay un grupo, sobre todo los que juegan fútbol, que lo empujan al pasar o hacen comentarios sarcásticos sobre su ropa, su forma de caminar, incluso su hermano pero Bryan no parece afectado.
Es casi como si nada le importara pero, ahí viene la tercera, a pesar de eso, a pesar de todo, él sigue acercándose a mí.
Esta es la cuestión, no entiendo por qué lo hace. Yo no soy una persona interesante en ningún sentido, tal vez lo único que resalta de mi vida es mi pasado pero nada más. Aunque Bryan no luce interesado en conocerlo y no quiere participar en las bromas.
Eso me confunde en gran medida. Actúa como si nadar contra la corriente fuera natural en él. Quiero saber qué rayos le pasa, por qué no se aleja de mí o por qué no se une a las bromas.
Pero ahora, como ya lo hace de costumbre, se sienta a mi lado.
— ¿Te molesta si camino contigo? —Él siempre pregunta cosas así, se asegura que no vaya a apartarlo
—Sí —contesto.
Bryan y yo nos conocemos de tan poco tiempo pero podría jurar que es con él quien he convivido más en la escuela, bueno, después de Reese.
Pero él ya no está aquí.
Era una tarde nublada, pero no llovía todavía. Las hojas en la calle parecían crujir incluso con el viento. El aire tenía ese olor a tierra húmeda que anticipa una tormenta.
—No vives lejos, ¿verdad? —pregunta después de unos pasos.
—No. Tres cuadras. Giro en la siguiente calle.
Él asiente. Lleva las manos dentro de los bolsillos y yo me aseguro que mis mangas sigan estiradas y cubriendo todo.
Creo que el viento junto con las hojas hace más ruido que nosotros dos pero este silencio no me molesta, no era exactamente incómodo. Este momento en realidad no era malo, era raro.
Raro que alguien quisiera estar cerca. Raro que no preguntara sobre lo que todos piensan. Raro que no se alejara.
— ¿Por qué lo haces? —pregunto de pronto, sin planearlo.
Inclina la cabeza. — ¿Hacer qué?
—Esto. Estar cerca. Caminar conmigo. Hablarme. —Sé que sueno tan patética pero me está volviendo loca no saber qué hay detrás de sus acciones.
Bryan se detuvo. Me miró por un segundo que se sintió largo. Pensé que se molestaría, que diría algo como "no importa", pero solo se encogió de hombros.
Hace una mueca. —Porque me agradas.
Eso no lo esperaba. Me giré hacia él, buscando sarcasmo en su voz, burla, cualquier signo de broma. Pero no había nada de eso. Lo dijo en serio. Como si fuera la cosa más simple del mundo.
— ¿Por qué? —pregunté otra vez.
Bryan sonrió apenas. —Porque no actúas como todos los demás.
— ¿Qué se supone que quiere decir eso? —No soy especial.
Vuelve a encogerse de hombros. —Quiere decir que tú no eres fastidiosa, tú no me haces querer salir corriendo lejos.
Suelto una pequeña risa. — ¿Y quién provoca eso en ti?
Suelta aire lento por la boca. —Casi todos en esa escuela, pero no solo aquí, en todas partes. Es aburrido y cansado.
No supe qué responder así que no dije nada.
Seguimos caminando y un poco más adelante, algo se movió entre los arbustos al borde de la acera. Bryan lo notó primero.
— ¿Eso fue un gato? —preguntó, deteniéndose.
Y sí, lo fue. Un pequeño gatito atigrado, flaco y con los bigotes sucios, nos miraba con los ojos grandes y asustados desde detrás de una maceta. Se veía perdido o abandonado.
Me incliné sin pensarlo.
—Hola, pequeño —susurré. El gato no huyó pero tampoco se acercó.
Bryan también se agachó a mi lado. —Tiene cara de estar hambriento —dice.
Nos está observando con cautela. —Y frío.
— ¿Quieres llevarlo? —Pregunta, acercándose lentamente y estirando el brazo, el gato no se aleja, solo inclina la cabeza.
Frunzo el ceño. — ¿Yo?
—Sí, te miró a ti primero —bromeó.
Su voz sonaba más ligera ahora contrario a como sonaba cuando me habló hace unos instantes. También su rostro luce distinto, está enfocado en el gato y sus labios se han curvado en una sonrisa.
Suspiro. —No puedo, mi tía es alérgica.
El gato dio un paso hacia nosotros y luego otro, olía con cautela. Bryan estiró la mano y el animalito como si lo hubiera elegido, se acercó a él y se restregó en su pierna.
—Genial. Me adoptó —dice Bryan, sonriendo totalmente.
Solté una pequeña risa sin querer. Fue tan repentino que me tapé la boca. No estoy acostumbrada a reírme así.
Y tampoco estoy acostumbrada a estar con alguien como él. El muy extraño Bryan.
Aclaro la garganta. — ¿Y tú puedes tenerlo?
—Vivo con mi tío. Tiene veinticinco, pero es un adulto funcional. Supongo que podríamos intentarlo —le acaricia la cabeza, el gato parece complacido.
— ¿Un adulto funcional? —levanto una ceja.
—De esos que saben hacer arroz y pagar el alquiler —bromea y me hizo reír otra vez.
—Hacer arroz es importante —bromeo.
Bryan asiente. —En realidad, sí. Aun no sé hacerlo, creo que considerando mi edad debería aprender, ¿no?
—Sí —contesto mientras el viento mueve mi cabello frente a mi rostro.
—Deberías darle un nombre —digo.
Este dialogo me ha recordado a un momento con Reese, a uno donde todo fue distinto por lo que pasó después.
—Um, sí, debería —repite—, ¿Cuál sugieres?
Veo el pequeño rostro del gato. —No lo sé.
Bryan sigue sonriendo. —Hay que darle uno original pero no tan humano, algo que valga la pena.