Dime La Verdad

17

BRYAN

Hoy se siente más frío que otros días.

Alex, una de las muchas chicas que siguen acercándose a mí buscando a Kian en realidad, se coloca frente a mí. Otra chica que sí, es linda, pero no estoy interesado.

—Hola, oye Bryan, ¿Ya te dijeron de la fiesta?

Frunzo el ceño. De reojo veo que Scarlett se mueve para apartarse a un lado. —No voy a fiestas.

Alex le da una mirada a Scarlett y luego sonríe. —Yo creo que si vas a ir.

Inclino el rostro. — ¿Qué?

Suelta una carcajada. —No, nada. Solo espero verte ahí, nos vemos.

Alex se aparta caminando rápido y se alea. Scarlett baja la mirada y da pasos lentos hacia mí.

—Vamos —le digo.

Estamos saliendo del edificio de la escuela y aunque varias personas siguen dentro decorando para la fiesta de Halloween, nosotros vamos en dirección contraria.

No sé cómo pero ya tenemos una rutina, quizás no es la más saludable pero no importa. El plan es ir a mi casa, pedir pizza y quizá ver una película vieja de terror.

—Entonces… —rompo el silencio mientras ajusto la correa de mi mochila— ¿quieres que pidamos la de pepperoni o la mitad con champiñones?

Ella tarda un segundo más de lo habitual en responder y no me mira. Está mirando al piso como si estuviera contando las grietas en el cemento. —Bryan… —su voz es tan baja que casi no la escucho— Creo que deberías ir a la fiesta.

Me detengo. Literalmente me detengo en seco.

— ¿Qué? —me inclino un poco hacia ella, intentando verle la cara— ¿No me acabas de decir hace unas horas que odiabas ese tipo de fiestas?

—Sí… —hace un pequeño gesto con las manos— pero creo que sería bueno que fueras.

—No. —La respuesta me sale automática, sin pausa. Ni siquiera necesito pensarlo—. No me interesa.

Me mira por fin, pero solo por un segundo y luego vuelve a bajar la vista. Hay algo raro en ella.

Aclara la garganta. —En serio, Bryan, ve, te va a gustar.

—No me va a gustar —pongo las manos en los bolsillos—. Y además yo ya tengo planes contigo.

Su mandíbula se tensa. —Podemos hacerlo otro día —dice rápido, demasiado rápido.

—No —esta vez mi voz suena más firme— ¿Qué está pasando?

Ella niega con la cabeza, pero sus manos, ocultas en las mangas largas, se aprietan con fuerza. Es como ver a alguien tratando de aguantar una respiración demasiado tiempo. —Nada.

—Si no quieres hacer nada conmigo, bien pero no voy a ir —hablo un poco más alto—. Y tú estás actuando rara.

Niega. —Solo te estoy sugiriendo que vayas.

—Scarlett. —Doy un paso hacia ella. No me importa si estamos en medio de la salida y varios estudiantes nos están esquivando para pasar— No mientas.

Sus labios tiemblan apenas. Lo suficiente para que me dé cuenta que está a punto de quebrarse. —No puedo decirte. —Su mirada se pierde hacia el estacionamiento, como si hubiera algo ahí que solo ella ve.

Frunzo el ceño. —Entonces explícame por qué tienes esa cara.

Se muerde el labio. —No quiero arruinar nada —murmura.

— ¿Arruinar qué? —pregunto, genuinamente confundido.

Ella respira hondo. —Solo… ve a la fiesta.

—No voy a ir si tú no me dices por qué. —Mi tono ahora es más serio.

—Bryan… por favor. —La última palabra se le rompe un poco.

Ahí es cuando me asusto.

No porque crea que algo malo vaya a pasar en la fiesta, sino porque nunca la había visto así conmigo. Scarlett siempre parece guardar sus emociones bajo capas y capas de indiferencia. Pero ahora esas capas están agrietándose frente a mí, y no sé qué hay debajo.

—Oye… —doy un paso más y bajo la voz— ¿Quién te dijo algo?

Ella aparta la mirada. —Nadie.

—Scarlett —su nombre me sale más suave esta vez— ¿Te hicieron algo?

Ella niega otra vez, pero no convence a nadie, ni a mí ni a sí misma. —No importa —trata de sonreír—. Solo sería bueno que fueras.

—No —cruzo los brazos—. No voy a dejarte sola esta noche.

Ahí es cuando veo que sus ojos se llenan de agua. Y es como si alguien me hubiera arrancado el aire del pecho.

—Scarlett —doy un paso más, y ella retrocede uno, como si temiera que mi cercanía hiciera que todo lo que está guardando se derrame—. Oye, mírame.

Ella sacude la cabeza, tragando con fuerza.

Muerde su labio. —No es nada.

Resisto la necesidad de acercarme un poco más. —Claro que es algo. Te conozco lo suficiente para saberlo.

—No, no lo sabes. —Su voz se quiebra al final.

Silencio. No hay nadie más en la salida ahora, y todo se siente más frío.

No sé cómo ni por qué, pero algo dentro de mí me dice que si sigo presionando, ella se va a romper. Y no quiero que se rompa.

Respiro hondo y bajo un poco la guardia.

—Está bien —levanto las manos en señal de rendición—. Vamos a ir a la fiesta.

Ella parpadea sorprendida. — ¿Qué?

—Que vamos a ir —repito despacio—. Pero juntos.

Scarlett frunce el ceño, como si esa no hubiera sido parte del trato que tenía en mente. —No tienes que…

—Sí, tengo que —la interrumpo—. Si insistes tanto, al menos no vas a estar sola ahí.

Me mira como si quisiera protestar pero no lo hace. —No tengo disfraz.

—Yo tampoco —me encojo de hombros—. Improvisamos algo.

Ella se queda callada, pero sus hombros bajan. — ¿Y si vas disfrazado de Kian?

La miro y suelto una carcajada. Esa pequeña broma me relaja, ya está mejor. —Buena idea, solo tengo que llegar —entorno los ojos—. Y tú podrías ir de Monique Jones.

La coestrella de mi hermano en la serie que lo hizo exitoso.

Bufa. —Claro, cuando sea rubia y tenga la imagen de supermodelo.

Me encojo de hombros. —Entonces puedes ir disfrazada de Kian también.

Deja salir una carcajada ruidosa y yo rio con ella. Este momento es raro por muchas razones pero una de ellas, la principal, es que no recuerdo cuando fue la última vez que me reí de esta manera con alguien.

Terminamos en una de esas tiendas que venden de todo y nada a la vez. El olor a plástico y tela barata es tan fuerte que me da dolor de cabeza, pero Scarlett camina entre los pasillos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.