BRYAN
La pregunta sobre Reese todavía está en el aire.
Scarlett no responde. Me cruzo de brazos y espero, dándole tiempo para que hable.
Nada.
—Era… —su voz es apenas un hilo—. Era mi amigo.
— ¿Y? —presiono, porque no me suena a toda la historia.
—Eso…, era mi amigo —repite, pero esta vez más firme, como si esa fuera la única versión que voy a obtener.
Me quedo en silencio. No quiero forzarla, pero tampoco me gusta cómo se encierra. En el fondo, algo me dice que Reese no es solo un amigo.
Ella se aparta primero. —Deberíamos volver.
Asiento y camino a su lado, de regreso a la zona principal de la casa donde la música vibra. La fiesta parece más ruidosa que antes. Voces riendo, vasos en el suelo, luces de colores que parpadean y hacen que la gente se vea en flashes como si fueran fotografías.
Apenas entramos, un grupo de chicas nos ve y se dirigen directamente a mí. Scarlett frunce el ceño y da un paso hacia atrás.
— ¡Bryan! —una de ellas, de cabello rizado y vestido rojo, me toma del brazo—. Tienes que venir, queremos enseñarte algo.
—Es sobre Kian —añade otra, con una sonrisa.
Scarlett se queda atrás, apartando la mirada y antes de que pueda decir algo, ya me están arrastrando.
— ¿Kian? —pregunto, fingiendo un interés que en realidad no tengo.
—Sí —dice la de vestido rojo, apretando mí brazo como si yo fuera a escapar—. No me digas que te molesta que te preguntemos por él.
—Me lo preguntan todo el tiempo —respondo, intentando sonar relajado.
— ¿Y? ¿Es tan guapo en persona como en las películas? —pregunta la tercera, una rubia de ojos claros que no deja de sonreír como si estuviera en un anuncio de pasta de dientes.
—Es… mi hermano —contesto, evitando entrar en detalles.
—Apuesto a que es súper protector contigo —dice otra, una alta con un vestido brillante.
—No realmente —murmuro.
— ¿Entonces no te importa compartirnos su número? —La rubia suelta una risita que me suena más nerviosa que graciosa.
—Claro y luego me mata —respondo, medio en broma.
Ellas se ríen, pero siento que la conversación está más centrada en sacarme algo que en conocerme de verdad.
Entre pregunta y pregunta, noto que Scarlett ya no está donde la dejé. Giro un poco la cabeza, buscando entre la multitud.
Nada.
—Oye, ¿y tú actúas también? —pregunta la morena.
Suspiro. —No.
No puedo evitar seguir mirando a los lados. — ¿Ni quieres?
Sigo buscando a Scarlett con los ojos. —No.
— ¿Estás distraído? —pregunta la del vestido rojo, inclinándose hacia mí.
—Solo… busco a alguien —admito.
Ellas intercambian miradas rápidas, como si supieran de quién hablo. — ¿A la chica rara?
—No es rara —respondo con más firmeza de la que esperaba.
Ellas se encogen de hombros.
—Vuelvo en un segundo —digo, apartándome.
Camino entre la gente, esquivando cuerpos que se mueven al ritmo de la música. La casa es más grande de lo que pensaba. Paso por la sala principal, iluminada por luces azules y moradas, luego por un pasillo donde solo hay una lámpara encendida, proyectando sombras largas en las paredes. Abro una puerta y encuentro una sala de estar más pequeña, con sofás de cuero y una mesa de vidrio cubierta de vasos medio vacíos.
Nada de Scarlett.
Otra puerta me lleva a una cocina amplia, donde un par de chicos están sirviéndose bebidas. Empiezo a sentir esa opresión en el pecho que conozco demasiado bien.
La misma que me paralizó aquella vez.
No. No pienso en eso ahora.
Sigo avanzando. Subo unas escaleras, reviso un pasillo con varias puertas cerradas. Algunas tienen risas detrás, otras están vacías. Una habitación tiene una ventana enorme y cortinas blancas que se mueven con la brisa. Está en penumbra, pero la luna ilumina parte del suelo.
Vacía.
Bajo de nuevo. El latido en mis oídos se mezcla con el bajo de la música. Miro hacia el patio a través de una puerta de vidrio. Veo movimiento, risas… y entonces lo veo.
Scarlett está cerca de la piscina, hablando con alguien. No, no hablando. Discutiendo. Una de las chicas de antes está frente a ella. Otra se acerca por detrás.
Todo ocurre en segundos: un empujón, un grito ahogado, el agua salpicando.
Y mi cuerpo se congela.
No veo a Scarlett, solo burbujas, agua moviéndose, gente mirando. La imagen se superpone con otra, más vieja, más dolorosa.
Cabello flotando en el agua, un rostro que se hunde, mis manos inútiles en la orilla.
—No… —susurro, y doy un paso, pero me quedo clavado.
No puedo nadar.
No puedo moverme.
Mi respiración se acelera. La música sigue, la gente murmura, algunos se ríen. Mi vista se fija en el agua, esperando que alguien salte. Nadie lo hace.
Entonces Scarlett emerge sola, jadeando, con el cabello pegado al rostro. Sube por la escalera de la piscina sin mirar a nadie.
Finalmente me muevo y voy corriendo hacia ese lugar, no me detengo hasta que nos encontramos a mitad del camino. De su cabello estila agua que dejó un rastro en el suelo.
Todos la miran y nadie hace nada.
—Scarlett… —empiezo, pero ella ya está caminando hacia la puerta principal.
—Oye, ¿a dónde vas? —una de las chicas me detiene, poniéndose frente a mí.
—Quítate —respondo de forma áspera.
—Solo estábamos bromeando… —dice otra.
— ¿Bromeando? —Repito, con un calor en la garganta—. Eso no es una broma.
No espero respuesta. Paso entre ellas y las aparto lo justo para seguir a Scarlett. Ella avanza rápido, casi corriendo.
La alcanzo justo cuando abre la puerta. El aire fresco de la noche entra, frío y seco. —Scarlett, espera.
Se detiene y se gira. Está empapada, con gotas cayendo de su cabello y manos temblando.
Pero su mirada… su mirada es fuego. — ¿Quieres saber quién es Reese y qué le hice?
Me quedo quieto, con las palabras atascadas en la garganta.