Dime La Verdad

22

BRYAN

Camino a mi siguiente clase, con la mochila en un hombro, y desde lejos la noto: Scarlett está allí, frente a su casillero, con la cabeza ligeramente inclinada.

No tarda en ocurrir.

—Mira, ahí está la fantasma —dice una de las gemelas, lo bastante alto para que media fila de casilleros la escuche.

—Cuidado, no te vaya a maldecir —responde otra chica, fingiendo un escalofrío.

Las risas se escuchan. Yo frunzo el ceño, pero sigo caminando. Scarlett no reacciona. Gira el dial de su candado y abre el casillero como si nadie más existiera.

—Oye, Scarlett —dice un tipo del equipo de básquetbol, inclinándose un poco hacia ella—, ¿Es cierto que si te miro a los ojos en la oscuridad me muero antes de los dieciocho?

Más risas.

Scarlett no levanta la cabeza. Cambia un par de libros de lugar y cierra la puerta metálica con un golpe seco. Aun así, su silencio no basta para disolver la burla. De hecho, parece avivar la euforia del grupo, como si todos quisieran arrancarle aunque fuera un mínimo gesto de enfado.

Quiero decir algo, pero la garganta se me cierra con esa misma presión que aparece cada vez que pienso en mi hermana, en aquella tarde que no logro borrar. Esa sensación de estar mirando, de querer actuar y de no moverme a tiempo.

Scarlett camina en dirección al salón de clases con paso rápido. Tres chicas la siguen de cerca.

—Cuidado, no vayas a desaparecer en el bosque esta noche —murmura una.

— ¿O será que Reese te va a venir a buscar? —añade otra con una sonrisa.

—Shhh, no lo digas. No hay que hablar de los muertos. —agrega la tercera entre risas.

Scarlett las mira y por la manera en que aprieta la mandíbula puedo asumir que quiere decir algo. Cada vez que mencionan a ese tal Reese, ella cambia.

Y ahí es cuando sucede lo que nadie espera.

—Ya basta.

La voz proviene del lado contrario del salón. Giro el rostro y lo veo, es Julián. El mismo Julián que se la ha pasado hablando de mi hermano en voz alta para que lo escuche. El mismo Julián que ignoraba a Scarlett totalmente.

Camina hacia ellas con una expresión seria, se cruza de brazos, colocándose entre Scarlett y las tres chicas.

— ¿No se cansan? —Dice con un tono firme—. ¿En serio no tienen nada mejor que hacer?

Las gemelas se miran, incómodas. Una hace una mueca, como restándole importancia.

—Solo jugábamos.

—Pues jueguen con alguien más.

Scarlett lo observa con los ojos entrecerrados, como si no supiera si agradecer o desconfiar.

Yo siento cómo todo se mezcla dentro de mí. Confusión. Incredulidad. Y algo parecido a enojo. Porque soy yo quien debería haber dicho esas palabras. Soy yo quien quiere interponerse. Pero mis pies siguen anclados al suelo.

Las chicas se dispersan, murmurando algo sobre exageraciones. Julián se queda quieto, mirando a Scarlett.

—No tenías que… —empieza ella.

—Claro que sí —interrumpe él, bajando el tono—. A veces hay que poner límites.

Una sensación incómoda se instala en mi pecho. Hasta que la voz de Miriam me saca del trance.

— ¿Viste eso? —susurra cerca de mí. Lola, a su lado, sonríe como si hubiera encontrado material nuevo para chismes.

Me muerdo el labio y aparto la mirada.

La escena no termina. Cada vez que Scarlett se mueve, siento las miradas del resto buscándola a ella y de reojo a Julián. Como si hubiera nacido un rumor en el mismo instante en que él la defendió.

Scarlett se sienta en su lugar habitual, al fondo. Yo me acomodo a su lado como siempre. Julián entra unos segundos después y en lugar de sentarse con sus amigos de la fila del medio, se queda un instante parado, evaluando.

Por un momento creo que vendrá hacia nosotros. Pero al final se instala más adelante, aunque gira la cabeza una vez, como para asegurarse de que ella está bien.

Scarlett mantiene la vista fija en la ventana.

— ¿Estás bien? —me atrevo a preguntar en voz baja.

Ella me mira apenas un instante. —No es nada nuevo —responde, encogiéndose de hombros.

La frase debería tranquilizarme, pero me inquieta más. Porque la costumbre no es alivio, es una cicatriz.

Cuando suena el timbre, la mayoría de los estudiantes salen apresurados. Scarlett tarda un poco en guardar sus cosas. Yo me levanto al mismo tiempo que ella, pero Julián llega antes a la puerta. La abre y se queda esperando, como si fuera un gesto natural ofrecerle el paso.

Scarlett duda, pero termina saliendo. Yo voy detrás, tragándome esa punzada extraña que se me clava en el pecho y mientras caminamos por el pasillo, noto cómo varios pares de ojos nos siguen.

No sé qué historia estarán fabricando en sus cabezas, pero lo siento: está naciendo un rumor nuevo.

Y cundo volteo a ver a Julián, presiento que algo no está bien.




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