BRYAN
Cumplir años en medio de todo esto es raro.
Llego a la escuela y no espero nada, de verdad. No soy de esas personas que andan contando cuántos días faltan para su cumpleaños, ni que hacen listas de regalos.
Pero en cuanto entro al pasillo, lo noto. Las miradas duran un segundo más de lo normal. Algunos chicos me ven con expresión neutra, otros fruncen el ceño.
— ¡Feliz cumpleaños, Bryan! —grita una voz a mi derecha.
Es una de las gemelas, Melissa. Me sonríe como si me conociera de toda la vida y me entrega un pequeño llavero en forma de guitarra.
—Para tu auto —dice y sonríe antes de alejarse con sus amigas.
No alcanzo a agradecerle. Apenas estoy metiendo el llavero en el bolsillo cuando otro grupo de chicas se acerca. Me dan caramelos envueltos en papel metálico y una tarjeta que dice “que se cumplan tus deseos” con corazones dibujados.
Todo es demasiado para alguien que, hasta hace unas semanas, solo era “el hermano de Kian”.
Los chicos no dicen nada, pero los noto. Sentados en las bancas, observándome de una forma que me hace pensar que desearían ser ellos los que reciben la atención.
Me dejo caer en mi asiento cuando llego al salón. Scarlett ya está ahí, mirando por la ventana como si el resto del mundo no existiera. No me dice nada, y yo tampoco. Solo saco el llavero del bolsillo y lo dejo sobre la mesa.
Melissa ni siquiera sabe si sé conducir o si tengo un auto.
Sí sé conducir pero no tengo auto, solo un par de veces me lo ha prestado mi tío.
Las horas pasan lentas. Al final del día, cuando me estoy poniendo la mochila, Lidia, la otra gemela, aparece frente a mí.
—Bryan —Me sonríe—. Sé que no eres de fiestas, pero hoy vamos a hacer algo en casa de Jenny. Solo un rato. Tienes que ir.
Esto ya me está cansando. —Eh, no gracias.
—Es tu cumpleaños. —Cruza los brazos y me mira fijo—. Además… —Hace una pausa, como si supiera exactamente lo que va a decir para atraparme. —Sé que has preguntado por Reese.
Eso me detiene.
— ¿Qué? —la miro, tratando de leer su expresión.
—Mi hermana me dijo que andas preguntando, ¿no? También Carla nos dijo, te vio preguntarle a uno de los chicos. —Se encoge de hombros—. Yo sé quién te puede dar información.
No respondo de inmediato. No sé si debería aceptar que es verdad, pero tampoco lo niego.
—Solo si vas —dice finalmente.
Siento una mezcla de molestia y curiosidad. No quiero ir, pero la idea de obtener alguna respuesta sobre Reese me quema por dentro.
— ¿Nos vas a decir porque te interesante tanto por él? —Eleva una ceja—. ¿Tiene que ver con Scarlett, no?
Niego. —No, no es por ella… no…
Me interrumpe. —Caro que es por ella, en lo personal, pienso que estás celoso —abro la boca pero de nuevo, no me deja a hablar—. Pero no importa. Solo ven conmigo a la fiesta y te diré quién te puede dar la información que quieres, pero con una condición, esta vez sin ella.
Respiro profundo. Ya me acostumbré a estar cerca de Scarlett pero de todas formas, sé que no querrá volver a ir a una fiesta. No después de todo lo que ha pasado.
—Está bien —digo al fin.
La sonrisa de Lidia se hace más grande. —Perfecto. Te paso la dirección, ¿Me das tu número?
No sé por qué acepté.
Acepto y lo registro en su teléfono cuando me lo entrega, ella me hace una llamada para confirmar que sí es ese.
La dirección que me envió estaba a media hora de casa y salí temprano porque no planeo quedarme mucho tiempo.
Mientras iba de camino me seguía preguntando qué exactamente estoy buscando, qué quiero obtener de esto. No debería importarme en absoluto, debí haberme quedado en casa pero aquí estoy, buscando a un chico que nunca conocí.
Si tan solo Scarlett me dijera la historia completa.
Bueno, ella no está obligada a hacerlo, pero aun así quiero saberlo. Yo le dije sobre mi hermana, algo de lo que no hablo mucho. Ni siquiera con mi tío lo he hecho pero se lo die porque estoy confiando en ella.
Claramente, ella todavía no confía en mí.
Respiro profundo antes de tocar el timbre.
No tengo idea de qué hago aquí.
Cuando me abren la puerta, el olor a palomitas de maíz y perfume me golpea. La sala está llena de gente. Algunos están sentados en el suelo, otros en los sofás, otros bailando aunque la música ni siquiera es tan animada.
— ¡Bryan! —Lidia aparece de la nada y me toma del brazo como si fuéramos amigos de toda la vida—. Pensé que te ibas a echar para atrás.
—Casi.
—Menos mal que no. —Me jala hacia el centro de la sala—. Toma algo.
No quiero tomar nada, pero me da un vaso de refresco igual. Observo alrededor. Reconozco a algunos de mi clase y hay que otros deben ser de otros grados.
—Relájate —dice Lidia, como si pudiera leer mis pensamientos—. Nadie te va a morder.
Resoplo. —Qué alivio.
Ella se ríe y me da un empujón suave. —Ven.
Camino detrás de ella hasta la cocina. Ahí está otra chica, más alta que Lidia, con el cabello castaño y una chaqueta de mezclilla.
Ella nos mira y Lidia sonríe. —Adriana, este es Bryan. Bryan, Adriana.
Adriana me observa como si quisiera descifrar algo en mi cara. —Tú eres el que ha estado preguntando por Reese.
No esperaba que fuera tan directa. —Tal vez.
Ella se apoya en la barra, sin quitarme los ojos de encima. —Él es… como mi primo. Fue adoptado cuando era pequeño por mis tíos, así que no nos veíamos mucho, pero sí lo conocía. No lo he visto desde que se fue, tenía como catorce años.
Mi cerebro registra cada palabra.
Se fue.
No dice a dónde, ni por qué. Solo se fue.
— ¿Por qué te interesa tanto? —pregunta al fin.
No quiero parecer demasiado obsesionado, así que me encojo de hombros. —He escuchado cosas de él.
Adriana sonríe. —Si quieres, puedo darte su número. No sé si todavía tenga el mismo, no hablaba con él realmente, pero… —Hace una pausa, y su sonrisa se vuelve un poco más traviesa—. Si me das el número de Kian.