BRYAN
Lunes por la mañana. Apenas llego al pasillo del edificio de clases cuando Scarlett aparece frente a mí.
— ¿Por qué no contestaste mis mensajes? —me suelta de golpe, sin siquiera saludar.
Trago saliva. No esperaba verla tan temprano ni tan de frente. Pensé que tendría tiempo de inventar algo en mi cabeza.
—Se me pasó —miento, aunque suena tan falso que hasta yo me doy cuenta.
Scarlett frunce el ceño.
— ¿Se te pasó? —repite—. Bryan, quedamos en que el sábado íbamos a ver películas. Por tu cumpleaños.
No podía verla, no sé por qué. Solo sentía que ella iba a descubrir que yo ya sabía de Reese, que había hablado con él y no he pensado en qué le voy a decir a Scarlett sobre ello.
—Lo siento —digo pero ni siquiera yo creo que eso baste.
Scarlett me mira, esperando algo más. Y yo siento esa mezcla horrible de culpa y miedo. No quiero que piense que no me importa, porque sí me importa.
Tal vez más de lo que debería.
—Estaba ocupado —agrego.
— ¿Ocupado? —Su tono sube.
Ahora varias personas en el pasillo nos miran de reojo.
Scarlett baja la voz—. ¿Sabes lo estúpida que me sentí esperando que aparecieras?
Abro la boca para disculparme otra vez, pero lo que sale es lo que he estado guardando. — ¿Sabías que Reese está vivo?
El silencio que sigue es tan denso que podría cortarse con un cuchillo. Scarlett me mira como si le hubiera escupido en la cara. — ¿Por qué sigues hablando de él? —susurra y esa mirada que tenía de enojo se vuelve fría—. ¿Qué te importa tanto?
—Porque quiero entender —respondo, la voz más fuerte de lo que planeaba—. Porque todo el mundo actúa como si lo que pasó contigo fuera un secreto sucio, como si tú no pudieras hablar de ello.
Scarlett se queda quieta. —No es tu historia, Bryan. No eres tú el que tiene que entender nada.
—Pensé que éramos amigos —su expresión no cambia.
—Los amigos no meten el dedo en la herida —responde y se da media vuelta.
La veo alejarse por el pasillo y por un segundo pienso en seguirla, pero mis piernas no se mueven. Solo me quedo ahí, sintiendo que todos me miran, que todos saben que acabo de arruinar algo importante.
El resto del día es un desastre.
Scarlett no me dirige la palabra en ninguna clase. Ni siquiera me mira. Y yo no puedo concentrarme en nada. todo lo que escucho es mi propia voz repitiendo lo que le dije.
“¿Sabías que Reese está vivo?”
Claro que lo sabía. ¿Por qué tuve que decirlo así como si la estuviera acusando de algo?
Cuando suena el timbre, me quedo un momento en el pasillo, dudando si irme directo a casa o seguirla. No quiero pelear otra vez, pero tampoco quiero que esto se quede así. Scarlett sale del salón sin mirarme y es entonces cuando decido seguirla.
No tengo un plan. Solo sé que no soporto que me odie.
El aire afuera es frío y me arde en la garganta, pero no me detengo. Scarlett camina rápido. —Scarlett —la llamo.
Ella no se gira.
—Scarlett, espera.
—No tengo nada que hablar contigo —dice sin mirarme.
—Sí tienes.
Sus pasos se detienen tan de golpe que casi la choco por detrás. Se gira y me lanza esa mirada fría.
— ¿Qué quieres, Bryan? ¿Otra pregunta sobre Reese? ¿Otro comentario sobre mi pasado?
—Quiero que me escuches.
—No —su voz tiembla—. No quiero escucharte. Me hiciste sentir como si todo lo que soy fuera un acertijo que tienes que resolver.
Me quedo en silencio, tragando saliva. Podría irme, dejar que el enojo se disuelva con los días. Pero no puedo. Hay algo dentro de mí que se revuelve, que pide salir.
—No fue por curiosidad —digo al fin, la voz más baja—. No era por meterme en tu vida.
Scarlett cruza los brazos. — ¿Entonces qué fue?
Doy un paso hacia atrás. El nudo en mi garganta crece. —Porque… —respiro hondo— porque siempre me he sentido un inútil.
Ella parpadea, confundida. — ¿Qué?
—Tenía seis años cuando mi hermana casi se ahoga frente a mí y no supe qué hacer. Me quedé parado, como un idiota, hasta que alguien más la sacó del agua. Kian se volvió famoso —continúo—, y de pronto era el hijo brillante, el que todos querían ver, el que hacía que mis papás sonrieran. Y yo… yo era el sobrante.
Baja la mirada.
—Y entonces llego aquí, y te veo sola en ese asiento del fondo. Y pensé que si podía ayudarte, si podía estar para ti, tal vez podía… no sé, redimirme. Arreglar algo de lo que rompí cuando era niño.
La cara de Scarlett se suaviza, pero no dice nada.
—No era por chismoso —mi voz sale en un susurro—. Era porque si descubro qué te pasó, tal vez también entiendo por qué me siento tan roto.
Nos observamos por varios segundos hasta que Scarlett da un paso hacia mí y me abraza. Es un abrazo inesperado sin duda pero no he sentido que alguien me abrace de esa manera en mucho tiempo.
—Bryan —susurra—. No tienes que arreglarme para demostrar que vales.
Suspiro. —Pensé que si te ayudaba… tal vez ayudaba a mi hermana —confieso.
Scarlett me suelta solo para mirarme a los ojos. —Después de Reese pensé que jamás iba a tener un amigo —dice, despacio—. Pero tú has sido ese amigo. No es como… bueno, ya sabes en la escuela te molestan diciendo que soy tu novia, pero sabes que no es eso. Eres mi amigo de verdad.
Un nudo se forma en mi pecho.
—Yo siento lo mismo —le respondo—. Que quede claro, no estoy detrás de ti, no como todos creen. Solo quiero que estés bien.
Scarlett asiente. Por primera vez en el día, no parece molesta. —Entonces dime qué quieres saber —me dice.
Respiro profundo. —Dime la verdad. Dime qué pasó. Porque no entiendo nada.
Scarlett se queda en silencio por unos segundos, mirando el suelo. Luego levanta la vista y su expresión es tranquila, aunque hay algo de tristeza en sus ojos.
—Te voy a contar la verdad —dice.
Y ahí nos quedamos, en medio de la acera, con el mundo entero en pausa.