Dime La Verdad

35

SCARLETT

Bryan no dice nada al principio. Solo se queda ahí, sentado frente a mí, con las manos entrelazadas sobre la mesa como si no supiera dónde más ponerlas.

Antes de confesarle todo, le pedí que fuéramos a su casa. Su tío está trabajando y aquí adentro se siente mejor que allá afuera.

—Tuvieron que llevarlo al hospital —digo—. Tenía las costillas rotas. Y la pierna… se la lastimó tanto que no podía caminar por semanas.

Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano, aunque siguen cayendo.

—Mi abuelo dijo que la culpa fue mía —continúo, mientras un dolor en mi pecho me presiona—. Les dijo a todos que Reese y yo peleamos, que lo empujé por las escaleras porque me había insultado. Y lo peor es que todos le creyeron.

Bryan frunce el ceño. Puedo ver que está intentando procesarlo todo.

— ¿Y nadie…? —empieza—. ¿Nadie dudó de él?

Suelto una risa amarga. —Claro que no. Mi abuelo es… era el “hombre respetable” de la familia. El que cuidaba la casa, el que iba a misa, el que todo el mundo saludaba con una sonrisa. Yo era la niña rara que buscaba fantasmas en el bosque. La que una vez se hizo pipí en la escuela. Por supuesto que todos creyeron que yo era la violenta.

Mis manos tiemblan un poco sobre la mesa. Bryan se inclina hacia adelante, como si quisiera decir algo, pero se queda callado.

Esa pausa me da valor para seguir hablando.

—Desde ese día no volví a ver a Reese —digo despacio, tragando saliva—. Sus padres lo cambiaron de escuela, lo sacaron de todo. Yo… nunca supe si me odiaba por lo que pasó o si simplemente era más fácil para él alejarse de mí.

Bryan apoya los codos en la mesa y se pasa una mano por el cabello. Está serio, más de lo que lo he visto nunca.

—Por eso no te gusta que hablen de él —susurra, atando los cabos en su cabeza.

Asiento en silencio.

—Scarlett —pronuncia mi nombre despacio—. Lo que pasó no fue tu culpa.

Quisiera creerle. Quisiera que con solo decirlo pudiera borrar los años de miradas de desprecio, las risas a mis espaldas, el silencio en casa después de que mi abuelo empezaba a gritarme.

—Sí fue mi culpa —respondo—. Si yo no hubiera dicho lo de la casa abandonada a Reese él no hubiera estado por ahí, si no hubiéramos sido amigos, si yo no hubiera provocado a mi abuelo él no se habría puesto así.

Bryan niega con la cabeza, el gesto firme. —Tú no provocaste nada. Él decidió golpearte. Él decidió lastimar a Reese.

Muerdo el interior de mi mejilla. La parte racional de mí sabe que tiene razón, pero hay otra parte que no deja de repetirme que todo comenzó conmigo.

Bryan vuelve a hablar. —Scarlett... Si ese tipo estuviera vivo, yo…

No termina la frase, pero su mandíbula se tensa. Y por primera vez, siento que alguien más está enojado por mí, no solo por lo que piensan los demás, sino por lo que de verdad pasó.

Me encojo de hombros, secándome las últimas lágrimas. —No me gusta hablar de esto —admito—. Pero tú querías la verdad. Ahí la tienes.

Bryan asiente despacio. No me dice que lo siente, no me dice que todo va a estar bien. Solo se queda ahí, mirándome. Bryan se queda callado un segundo más y luego su mirada cambia, como si algo acabara de encenderse en su cabeza.

— ¿Qué pasaba con esa casa? —Pregunta—. Dijiste que Reese y tú creían que había… cosas ahí. ¿Qué querían encontrar exactamente?

Suspiro. Parte de mí quiere levantarme de aquí, cerrar la puerta y no hablar de esto nunca más.

Pero ya empecé.

—No queríamos encontrar nada —respondo—. Al principio solo era un juego. La casa estaba vacía, pero parecía… extraña. Reese decía que escuchaba pasos, que había luces en las noches. Yo decía que eran fantasmas.

Me froto las palmas de las manos, porque de repente se sienten sudorosas.

—Y entonces —continúo— empezamos a escuchar rumores de que no era solo una casa abandonada. Que antes vivía ahí alguien que desapareció. Una señora que nadie volvió a ver.

Bryan se inclina hacia adelante.

— ¿Y nunca investigaron? —pregunta, y su tono suena más curioso que incrédulo.

—Una vez llegó la policía —respondo, y la imagen se me viene a la mente como un flash—. Entraron, revisaron por dentro, hablaron con mi abuelo. Al final dijeron que no había nada raro.

La voz me tiembla al decir la siguiente parte.

—Pero si mi abuelo era capaz de golpearme a mí… si era capaz de hacerle eso a Reese… —mi garganta se cierra un segundo, pero logro tragar saliva— entonces tal vez era capaz de otras cosas.

Bryan no responde de inmediato. — ¿Crees que tuvo algo que ver con esas desapariciones? —pregunta despacio.

La pregunta es casi prohibida. —No lo sé —respondo al fin—. Y ahora que él y mi abuela están muertos… tal vez nunca lo sepa.

Me quedo en silencio. La casa está demasiado callada. Escucho a Rebelde rascar la pata de la mesa y eso me devuelve un poco al presente.

—A veces pienso que toda mi infancia fue un rompecabezas incompleto —digo, más para mí misma que para él—. Como si alguien hubiera escondido las piezas que faltan y me hubiera obligado a seguir armando la imagen aunque nunca fuera a verse completa.

Bryan respira profundo y asiente. —Eso suena horrible.

Me encojo de hombros, porque no hay nada más que pueda agregar.

—No sé qué es peor —admito—, si la posibilidad de que mi abuelo fuera culpable de algo más… o la posibilidad de que no lo fuera y que todo esto esté solo en mi cabeza.

Bryan se pasa la mano por el cabello. —Sea lo que sea, no mereces cargar con la culpa.

—Gracias —susurro.

Él asiente, pero no dice nada más.

Finalmente me levanto de la silla. —Necesito un poco de aire —digo.

Bryan se pone de pie también, pero no intenta detenerme. Solo me sigue con la mirada mientras me dirijo a la puerta.

Cuando salgo al exterior, la tarde está fría. Me apoyo en el barandal y cierro los ojos. Escucho sus pasos detrás de mí, pero no se acerca demasiado.




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