Dime La Verdad

37

SCARLETT

Últimamente Bryan mira demasiado su teléfono. No es que él sea el tipo de persona que hable mucho con nadie, pero desde hace unos días parece más pendiente de la pantalla que de mí. A veces sonríe, a veces frunce el ceño.

Y no me dice nada.

Hoy estamos sentados en las escaleras de la entrada de mi casa. El viento es frío, las hojas secas se arrastran por la acera, y yo lo observo mientras él escribe algo en silencio.

— ¿Quién es? —pregunto, al fin, porque ya no aguanto la intriga.

Bryan levanta la vista, como si hubiera olvidado que yo estaba ahí. — ¿Qué?

— ¿Con quién hablas tanto? —Me encojo de hombros—. No es que me importe...

Lo noto tensarse. Guarda el celular en el bolsillo y se queda callado unos segundos. —No es nadie —dice al final.

No le creo. Frunzo el ceño y lo miro fijamente. — ¿Tu novia?

Eso lo hace reír. —No tengo novia. —Me mira directo a los ojos—. Nunca he tenido.

Siento que dice algo más con esa frase, algo que no está en las palabras. —Entonces… ¿nadie te gusta? —pregunto, medio en broma, medio en serio.

Su expresión cambia. De repente parece más vulnerable, como si le hubiera tocado un lugar delicado sin darme cuenta. —No —responde, y baja la mirada—. Nunca me ha pasado eso.

Me quedo en silencio un momento. Nunca lo había pensado. Bryan es atractivo, lo sé porque medio mundo en la escuela no deja de decírmelo, pero nunca lo he visto coquetear con nadie. Ni siquiera con las chicas que se le acercan casi todos los días.

— ¿Nunca? —repito.

Él niega con la cabeza. —A veces pienso que hay algo mal conmigo —admite en voz baja—. Todos hablan de quién les gusta, de con quién quisieran salir… y yo no. No siento nada de eso.

Su sinceridad me sorprende. Nunca había escuchado a Bryan hablar así de sí mismo. —No tiene nada de malo —digo despacio.

Él me mira, como si quisiera creerme. —No lo sé. Es raro sentirse fuera de todo. Como si no tuviera eso que tienen los demás.

No sé por qué, pero me da ganas de sonreír. No porque lo que dice sea gracioso, sino porque me está mostrando una parte de él que nadie ve.

—No creo que necesites eso —le digo—. Eres tú. Eso basta.

Él me observa en silencio por un momento y luego asiente.

Me quedo pensando. No sé si lo que acaba de decir es la razón por la que se ve tan perdido a veces, como si estuviera afuera de todo lo que pasa en la escuela, mirando desde lejos.

Pero de alguna manera me gusta. Me hace sentir menos sola porque yo tampoco soy como los demás.

Nos quedamos un rato callados, escuchando el viento y el crujido de las ramas. Bryan vuelve a sacar el celular, pero esta vez no escribe nada. Solo lo sostiene entre las manos.

Me pregunto si algún día me dirá quién es “nadie”.

El viento arrastra una bolsa de plástico por la calle y por un momento creo que la tarde seguirá tranquila. Bryan aún sostiene el celular y yo estoy a punto de preguntarle de nuevo si me va a decir con quién habla, cuando una voz chillona rompe el silencio.

— ¡Bryan! —Levanto la vista y veo a Michelle, del equipo de porristas, caminando hacia nosotros—. No sabía que estabas aquí.

—Ajá —responde Bryan, sin emoción.

Se queda de pie frente a nosotros, como esperando que él le ofrezca sentarse. No lo hace. —Escuché que fue tu cumpleaños la semana pasada. —Inclina la cabeza, como si eso fuera una invitación—. ¿Por qué no viniste a la fiesta de Jenny? Todos preguntaron por ti.

—No me gustan las fiestas —dice Bryan.

Yo miro hacia otro lado, tratando de no involucrarme, pero Michelle me clava los ojos encima.

—Claro —dice con una risa forzada—. ¿Por qué irías si ya tienes tu compañía privada?

No entiendo al principio.

— ¿Perdón? —pregunto.

—Nada personal —sonríe—. Solo que algunos chicos prefieren lo fácil.

Me tardo un segundo en procesar lo que acaba de decir.

— ¿Qué dijiste? —Bryan se reacomoda.

Michelle se encoge de hombros. —Vamos, todos lo saben. Scarlett se sienta sola por una razón, ¿no? Y de repente llega el chico nuevo y se sienta con ella. Digo… las cosas no pasan por casualidad.

El aire se vuelve pesado. Bryan se pone de pie de golpe, tan rápido que Michelle da un paso atrás. —No vuelvas a hablar así de ella.

Michelle se ríe, nerviosa. —Solo digo lo que todos piensan.

—Pues todos están equivocados —responde Bryan—. Scarlett no le debe nada a nadie y tú no sabes nada de ella.

Michelle lo mira como si no pudiera creer que le está contestando. —Relájate —dice, alzando las manos—. No es para tanto.

—Sí lo es —da un paso hacia ella—. No vuelvas a acercarte.

Michelle lo mira ofendida y luego me lanza una última mirada cargada de desprecio antes de alejarse.

No digo nada al principio. Me quedo viéndolo, con el corazón latiendo fuerte en el pecho. Nunca había visto a Bryan así. Siempre ha sido tan calmado, tan distante.

—No tenías que hacer eso —susurro.

Él me mira como si no pudiera creer lo que digo. — ¿Estás bromeando?

—No —respondo, apretando las manos sobre mis rodillas—. Solo… no vale la pena.

—Claro que vale la pena —dice. Su voz sigue tensa, pero hay algo más en sus ojos—. Scarlett, no puedes dejar que te sigan tratando como si fueras un pedazo de papel.

Siento un nudo en la garganta.

No sé qué decirle. Estoy acostumbrada a ignorarlo todo, a fingir que no escucho. Bryan acaba de romper esa rutina en un segundo.

Él suspira, como si hubiera descargado algo que llevaba demasiado tiempo guardado. Se sienta otra vez a mi lado, más cerca esta vez. Me atrevo a mirarlo y de repente siento que podría llorar.

—Gracias —murmuro.

Él asiente, en silencio.

Nos quedamos en silencio mucho tiempo. El cielo está nublado y por alguna razón, eso hace que el momento se sienta aún más serio. Bryan no vuelve a mirar su teléfono.

Solo está ahí, mirando el cielo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.