Dime La Verdad

38

BRYAN

No puedo dormir. Otra vez.

Estoy tirado en mi cama, mirando el techo, escuchando el tic tac del reloj en la pared como si fuera un recordatorio de que debería estar dormido desde hace rato.

Pero mi teléfono vibra en la mesita de noche y sé que no es cualquier mensaje.

Lo tomo rápido. Número desconocido. Otra vez.

Pero ya reconozco el patrón.

Reese: “¿Estás despierto?”

Me apoyo contra la cabecera de la cama y respondo.

Yo: “Sí.”

No pasa ni un minuto antes de que me conteste.

Reese: “Estuve pensando. ¿Scarlett habla de mí?”

Me muerdo el labio. Scarlett me contó cosas que seguro Reese no sabe. Pero no es mi historia para repetir.

Yo: “A veces.”

El indicador de que está escribiendo aparece y desaparece varias veces. Parece que no sabe cómo seguir.

Reese: “Cuando me fui… mi mamá no me dejaba hablar con nadie de allá. Ni siquiera con Scarlett.”

Me quedo mirando el mensaje por un rato. Pienso en lo que Scarlett me dijo de la mamá de Reese, que la miró con odio la última vez que la vio. Pienso en el rumor que su abuelo dijo.

Yo: “Eso debió ser horrible.”

Reese: “Sí. Sentía que dejaba a Scarlett sola. Yo quería hablarle, pero… cada vez que preguntaba por ella, mi mamá se enojaba.”

Me imagino a Scarlett más joven, sola, aguantando todo.

Y Reese en otro lugar, sin poder escribirle.

Yo: “Puedes hablarle ahora.”

Tarda en responder esta vez.

Reese: “¿Y si no quiere saber nada de mí? Ella debe pensar que la dejé sola a propósito.”

Aprieto el teléfono con fuerza.

Yo: “Scarlett no es así.”

Pero la verdad es que no lo sé. Ella me confesó que no ha vuelto a ver a Reese, que no sabe si podría soportarlo.

¿Y si tiene miedo? ¿Y si abrir esa puerta es demasiado para ella?

Yo: “Ella todavía te quiere. Solo… le duele lo que pasó.”

El puntito de “escribiendo” aparece de nuevo.

Reese: “Tengo miedo. No de ella, de… no sé. De que todo vuelva a ser como antes por mi culpa, que algo malo suceda porque estoy con ella. No lo sé.”

Cierro los ojos, respiro profundo.

Pienso en cómo Scarlett me abrazó hoy. En cómo me dijo que me quiere, aunque no de esa manera. Pienso en cómo me hizo sentir que pertenezco a un lugar finalmente.

Yo: “No va a ser como antes y no lo sé, pero no creo que ella piense que es tu culpa”

Silencio.

Nada más aparece en la pantalla. Minutos pasan.

Me quedo mirando el teléfono como idiota, esperando algo que no llega.

Cuando ya pienso que no va a responder, vibra de nuevo.

Reese: “Gracias.”

No sé si me da alivio o más ansiedad. No sé si esto es el principio de algo o solo un recordatorio de que hay demasiadas piezas rotas entre ellos dos.

Cierro los ojos y respiro. Mañana lo veré otra vez, ese mismo brillo en el teléfono, esas mismas palabras que me dejan pensando por horas.

Quizás deba decírselo a Scarlett.

~~~

Estamos sentados en una banca, Scarlett se ve tranquila, apoyando el mentón en una mano mientras dibuja algo con la punta del zapato sobre la tierra.

—Oye —digo y ella levanta la vista—. Nunca me dijiste cuándo es tu cumpleaños.

Scarlett arquea una ceja. — ¿Por qué quieres saberlo?

—No sé… —me encojo de hombros—. Curiosidad.

Ella piensa unos segundos antes de responder:
—El tres de diciembre.

Casi me río de la coincidencia, pero en lugar de eso solo asiento. —El mismo día que mi hermano.

— ¿Kian? —pregunta, girando un poco la cabeza.

—Sí. —En mi cabeza no dejo de darle vueltas a lo que acaba de decir. El tres de diciembre. El mismo día en que nacieron Scarlett y Kian. No sé por qué se siente tan simbólico.

Antes de que pueda decir algo más, mi teléfono vibra. Lo saco del bolsillo, esperando por un segundo que sea Reese. No lo es.

Kian, de manera coincidente.

Abro el mensaje.

Kian: “Hola Bryan, oye, necesito hablar contigo después, te envié un mensaje ayer pero no sé si lo leíste. Van a grabar un programa especial conmigo y quieren que salga la familia.”

Siento un hueco en el estómago. ¿Grabar a la familia? Eso no es algo que me entusiasma y además, no es como si me siento realmente parte de esa familia.

Scarlett nota mi expresión. — ¿Quién es?

—Mi hermano —respondo, guardando el teléfono con un suspiro—. Quiere que vaya a grabar algo con él.

— ¿Y vas a ir?

Me quedo mirando mis manos por un momento. —No lo sé. Parte de mí quiere decir que no, pero… es Kian. Si le digo que no, sé que se lo tomará personal. Y mi mamá me llamará. Y mi papá. Y de pronto seré el problema otra vez.

Scarlett asiente despacio. —No te gusta mucho eso de salir en cámara, ¿verdad?

—No es eso —respondo—. Bueno, sí. Es eso. Pero también es que… cuando estoy con Kian, siento que desaparezco. Como si nadie me viera.

—Si decides no ir, está bien —se encoge de hombros—. Deberías poder elegir qué hacer.

—Sí. —Suelto el aire en un suspiro largo—. Pero parece que nunca es tan fácil.

Por un momento no decimos nada. Ella se vuelve a concentrar en dibujar con el zapato sobre la tierra. Yo miro el cielo gris como si fuera a llover.

En mi cabeza, la idea de ese programa de televisión y la coincidencia de su cumpleaños y el de Kian se mezclan en un nudo raro. Siento que algo se aproxima, algo que va a hacer que todo esto explote tarde o temprano.

Scarlett rompe el silencio. —Si vas, me cuentas cómo es. Nunca he estado en algo así.

Asiento, aunque no estoy seguro de que quiera contárselo si al final termino odiando cada minuto.

Pero no se lo digo.




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