Dime La Verdad

40

BRYAN

El viaje dura dos horas, pero se sienten más largas.

Scarlett va sentada a mi lado, mirando por la ventana. El paisaje se convierte en una mezcla de colinas, casas grandes y caminos llenos de árboles que parecen nunca acabar.

Me he preguntado varias veces si fue una buena idea traerla conmigo. Podría haber venido solo, enfrentar a mi familia, soportar todo el show de las cámaras y volver antes de que cayera la noche. Pero Scarlett aceptó venir y de alguna forma, su presencia hace que el miedo no me carcoma del todo.

— ¿Estás bien? —pregunta de repente, sin apartar la vista de la ventana.

—Sí —respondo rápido—. Solo… es raro.

— ¿Volver?

Asiento. Mis dedos tamborilean sobre el volante.

—No he estado aquí en meses —digo—. Y la última vez fue incómoda. Mis papás apenas me hablaron, Lisa me evitó todo el tiempo. No sé si quieren verme.

Scarlett gira un poco en su asiento y me mira. —Si no quisieran verte, no te habrían invitado —dice—. Y si se enojan porque trajiste a una amiga, pues… es su problema.

Eso me hace sonreír un poco.

Cuando por fin doblamos hacia la calle correcta, la veo. La casa. Más bien, la mansión. Blanca, con ventanales enormes y un jardín que parece sacado de una revista de diseño. Cada vez que vengo se siente como visitar un lugar que no me pertenece. Sé que gran parte de esto es gracias a Kian.

Todo, desde el nuevo auto en la entrada hasta las renovaciones, es resultado de su dinero, de su éxito.

Aparco frente a la puerta y me quedo quieto. Scarlett me mira, esperando que haga el siguiente movimiento.

— ¿Listo? —pregunta.

—No —digo, pero suelto el cinturón de todas formas.

Ella sonríe.

Cuando tocamos el timbre, mi corazón late tan fuerte que siento que Scarlett lo puede escuchar. La puerta se abre y ahí está Lisa.

Se queda en silencio unos segundos, como si no supiera si abrazarme o cerrar la puerta. Luego sus ojos se desvían a Scarlett y algo en su expresión se suaviza.

—Hola —dice, con una sonrisa breve.

—Hola —Scarlett responde con voz educada.

Lisa finalmente me mira. —Mamá está adentro.

No hay abrazo pero al menos no es hostil. Camino detrás de Scarlett hasta la sala, donde mi mamá aparece con su cabello perfecto y esa mirada que siempre parece ocupada. Antes de que pueda prepararme para la incomodidad, ella me rodea con los brazos.

—Bryan —dice, casi sorprendida de que esté aquí.

Me tardo un segundo en corresponder el abrazo. Huele a perfume caro, el mismo de siempre. —Hola, mamá.

Han pasado casi doce meses desde que la vi. Casi un año en el que me mandaron mensajes fríos, recordatorios de cumpleaños, fotos de Kian en sus eventos, pero nunca una visita. Ahora parece que quieren que las cámaras lo registren todo.

—Has traído a alguien —dice mi mamá y sus ojos se posan en Scarlett.

—Ella es Scarlett, mi amiga —digo.

Mi mamá le sonríe, como si fuera una invitada especial. Scarlett asiente, algo incómoda.

Y entonces aparece Kian.

Kian aparece desde el pasillo como si hubiera estado esperando su entrada. No importa que lleve algo tan simple como una camiseta negra y unos pantalones de mezclilla, se ve como alguien que pertenece a una pantalla. Tal vez por eso le va tan bien en su trabajo.

— ¡Mira nada más! —Dice, sonriendo como si la casa entera hubiera esperado por mí—. Pensé que ibas a cancelar en el último momento.

—Casi lo hice —respondo y eso lo hace reír.

Se acerca y me da un abrazo rápido. Cálido, pero no demasiado. Supongo que ese es nuestro estilo.

—Bienvenido —dice—. Y tú debes ser Scarlett.

Ella se acomoda el cabello detrás de la oreja, un gesto que hace cuando está nerviosa.

Les avisé que iba a llevarla, obviamente. Ella no aparecerá en las grabaciones pero una parte de mi la necesita cerca para poder hacer esto bien.

—Sí —responde con voz tranquila—. Mucho gusto.

—Ah, con que esta es la famosa Scarlett —dice Kian, mirándome con una expresión que me incomoda—. Has hablado de ella.

—No tanto —murmuro pero ya es tarde porque Scarlett sonríe un poco y Kian parece divertirse con mi incomodidad.

Lisa aparece detrás de él, como si hubiera escuchado todo. No dice nada, pero cuando sus ojos se encuentran con los míos noto que algo en ella se tensa. Es raro verla así. Casi nunca sé qué está pensando.

Después de unos segundos, su expresión se suaviza y me dedica una sonrisa breve, como si quisiera decirme que no es un mal día.

Luego la casa empieza a transformarse. En menos de veinte minutos está llena de gente que entra y sale, cargando cámaras, luces y micrófonos. El ruido de los cables en el suelo y las instrucciones en voz alta hacen que el lugar se sienta menos como un hogar y más como un set de una película. Scarlett se queda de pie cerca de la ventana, mirando todo con atención.

— ¿Esto es normal para ti? —me pregunta en voz baja.

—No —le digo—. Es normal para ellos.

Ella asiente, todavía observando.

Uno de los productores se me acerca, sonríe demasiado y me pasa una camisa de marca. —Necesitamos que uses esto —dice—, va con el look de la campaña.

Voy al baño a cambiarme y cuando regreso Scarlett me mira de arriba abajo.

—No te ves tan incómodo como crees —dice.

—Sí me siento incómodo —respondo—. Es diferente.

La grabación comienza y como siempre, Kian parece moverse en este ambiente como pez en el agua. Sonríe en el momento justo, bromea con los entrevistadores y hasta improvisa un comentario que hace que todos rían. Mis papás contestan las preguntas que les hacen con naturalidad, hablando de la carrera de Kian, de lo orgullosos que están de él.

Cuando llega mi turno, el entrevistador me pregunta algo que no esperaba: — ¿Qué es lo que más admiras de tu hermano?

Tardo unos segundos en responder. Miro a Scarlett de reojo, que me observa en silencio, y eso me da valor.




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