Dime La Verdad

41

SCARLETT

El viaje de regreso empieza más tarde de lo que planeamos.

El cielo se ha ido tiñendo de tonos naranjas y rosas mientras cruzamos las calles anchas de San Alleno. Estoy cansada, pero en un buen sentido. Pasar el día con Bryan y su familia fue extraño y cálido a la vez. Es como si hubiera sido invitada a un mundo donde la gente se preocupa por verse y por compartir, aunque sea frente a cámaras.

Bryan conduce con una mano en el volante y la otra apoyada en su rodilla, su expresión es neutral pero sus hombros están más tensos de lo normal. Lo noto porque ya me acostumbré a leer sus gestos, a identificar cuándo está relajado y cuándo está pensando demasiado.

— ¿Quieres comer algo antes de irnos? —pregunta de repente, sin apartar la vista del camino.

Miro la hora en mi celular. Es tarde, pero no tanto como para que mi tía empiece a preguntarse dónde estoy. Además, es mi cumpleaños y no tengo ningún plan.

Nadie me va a estar esperando con pastel.

—Está bien —respondo—. Pero que no sea algo caro.

Él asiente, pero en lugar de tomar el desvío a un área más comercial, cruza y todo parece estar lleno de casas y no restaurantes.

— ¿A dónde vas? —pregunto, arqueando una ceja.

—A un lugar tranquilo —dice solamente.

— ¿Un lugar tranquilo?

Bryan sonríe. —Confía en mí.

Mis dedos empiezan a jugar con el borde de mi suéter. Algo en su expresión ha cambiado ya no es solo concentración. Parece como si estuviera preparándose para decir algo importante.

—Bryan, ¿qué estás haciendo? —insisto, esta vez con un poco más de curiosidad.

Él respira profundo. Sus nudillos se blanquean sobre el volante por un segundo antes de relajarse. —Tengo que decirte algo —empieza, su voz baja—. Y probablemente te va a sorprender.

Eso hace que mi estómago se encoja. De pronto no estoy tan segura de querer ir a ese “lugar tranquilo”.

— ¿Qué cosa? —pregunto, mi tono es más defensivo de lo que planeaba.

Se detiene en un semáforo y aprovecha para girar hacia mí. —He estado hablando con Reese —dice.

Por un instante, no respiro.

El nombre golpea mi cabeza como si hubiera rebotado contra todas las paredes de mi mente.

Reese.

— ¿Qué? —pregunto, aunque ya lo escuché perfectamente.

—Lo encontré hace unas semanas —continúa—. Al principio no estaba seguro de qué hacer, pero… hablamos. Solo por mensajes.

Mi corazón late tan fuerte que me cuesta mantener la calma. Apoyo la frente contra la ventana fría y me obligo a inhalar despacio. No quiero llorar, no aquí, no frente a él.

— ¿Por qué me lo dices ahora? —mi voz se quiebra.

—Porque creo que deberías saberlo —dice y no suena como una disculpa, sino como una verdad.

El semáforo cambia a verde y el auto avanza. Yo sigo en silencio, observando las luces que pasan rápido, tratando de procesar lo que acaba de decir.

Bryan empieza a explicarme muchas cosas sobre una fiesta, una prima lejana, mensajes y cuando él se enteró que vive no tan lejos de aquí.

Reese está vivo. Reese ha estado a dos horas y media de aquí. Reese podría leer esto mismo que estoy pensando si Bryan le escribe en este momento.

Y de repente me doy cuenta de que una parte de mí tiene miedo. No de Reese. De lo que pueda despertar en mí volver a tenerlo cerca.

— ¿Cómo le empezaste a hablar? —pregunto finalmente, mi voz temblando un poco.

Bryan se aclara la garganta antes de responder. —No fue tan fácil —aclara, bajando la velocidad en una curva—. Sabía que quería hablar con él por lo que me dijiste pero n sabía que decirle. Pero después… pensé que tal vez quería saber de ti.

Siento que mis manos se enfrían. No sé si quiero que Reese sepa de mí. No sé si quiero que recuerde lo que pasó.

— ¿Y qué le dijiste? —pregunto, casi sin mover los labios.

—Nada que te ponga en problemas —asegura y me mira como si quisiera convencerme de que confíe en él—. Solo cosas superficiales. Que soy nuevo en la escuela, que somos amigos.

Cierro los ojos un instante. “Superficiales” no suena tan inofensivo como debería. Cada palabra que alguien dice sobre mí puede convertirse en un rumor, en una mentira repetida hasta que todos la crean.

—No le contaste nada de… —no puedo terminar la frase.

—No —responde de inmediato, firme, casi con fuerza—. No es mi historia para contar.

Me dejo hundir en el asiento, mirando las luces que se van encendiendo en la ciudad. Por un momento, imagino a Reese leyendo los mensajes de Bryan. Imagino su cara, sus ojos, su forma de fruncir el ceño.

¿Estará enojado conmigo todavía?

—Él preguntó por ti —dice Bryan, rompiendo mi burbuja de pensamientos.

Mi corazón salta. — ¿Qué dijo?

— ¿Cómo conoces a Scarlett?

Su voz es tranquila, pero noto que me está observando de reojo. Me muerdo el labio y bajo la mirada.

—Su mamá me odia —susurro, más para mí que para él—. La última vez que la vi, me miró como si quisiera borrarme del planeta.

Bryan no dice nada de inmediato. Después, con un tono bajo, casi suave, responde: —Tal vez no todos piensen lo mismo.

Quiero creerle. Quiero pensar que Reese no se ha pasado estos años odiándome como su mamá. Pero no puedo evitar sentir que si vuelvo a verlo, todo lo que he tratado de enterrar va a salir a la luz otra vez.

Nos detenemos en un estacionamiento vacío, no muy lejos de la carretera. No hay restaurantes a la vista, solo un pequeño mirador que da a la ciudad. Bryan apaga el motor y por fin me mira de frente.

—Te lo digo porque no quiero que pienses que te oculto cosas —dice en voz baja—. Pero no voy a hacer nada que te lastime.

Lo miro por un largo momento. Él parece sincero y por alguna razón eso me hace querer llorar otra vez. —No sé si podría verlo —confieso—. No después de todo.

Bryan asiente despacio, como si ya lo esperara. —No tienes que decidirlo ahora.

Me muerdo el interior de la mejilla. Parte de mí quiere que Reese aparezca de repente y me diga que no me odia, que nunca lo hizo. Otra parte prefiere que siga siendo un recuerdo, alguien lejano, porque así duele menos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.