BRYAN
El auto está detenido frente al restaurante que había elegido, pero ya no importa.
Scarlett no lo mira, parece perdida en el paisaje nocturno, hasta que por fin rompe el silencio. —Quiero ir.
Es tan directa que por un segundo no sé si la escuché bien. Giro la cabeza hacia ella y la encuentro mirándome con los ojos serios. — ¿Estás segura? —pregunto, porque aunque yo también quiero que vaya, no quiero presionarla.
Scarlett asiente. Su pelo cae hacia adelante cuando baja la mirada, como si se escondiera detrás de él. —Si no voy ahora, nunca voy a ir —dice, casi en un murmullo—. Y ya estoy cansada.
No digo nada más. Solo tomo el volante y enciendo el motor.
Reviso la dirección en el teléfono, calculo la ruta.
Treinta y cinco minutos. No es mucho, pero el aire dentro del auto se siente denso, como si cada kilómetro fuera un paso hacia algo que puede cambiarlo todo.
Mientras conduzco, Scarlett apoya la cabeza en el respaldo y mira por la ventana. Puedo escuchar mis propios pensamientos repitiéndose una y otra vez: ojalá esto no termine mal.
Ojalá Reese no la lastime.
—Bryan —dice de repente.
— ¿Mm?
—Gracias.
La palabra suena pequeña, pero es suficiente para que la mire un segundo, lo suficiente para notar que no sonríe, pero su expresión es distinta.
— ¿Por qué gracias? —pregunto.
—Porque… —hace una pausa, como si buscara la manera correcta de decirlo—. Nadie se había preocupado así por mí. Nadie había querido entenderme de verdad. Y tú… no te rendiste.
Su voz es tímida.
—Yo tampoco pensé que me importara tanto alguien fuera de mi familia —admito—. Ni siquiera intenté hacer amigos aquí. Era más fácil que la gente me recordara solo como el hermano de Kian, así no tenía que demostrar nada.
Scarlett me mira. — ¿Y eso te molesta? —pregunta.
Respiro hondo antes de contestar. —Sí. Siempre sentí que si me conocían de verdad, se iban a decepcionar. Que iba a arruinar todo. Pero contigo es diferente.
Un silencio corto. Luego Scarlett asiente, despacio.
—No voy a decepcionarme.
Faltan veinte minutos para llegar. La carretera está casi vacía y por primera vez en días siento que Scarlett y yo estamos en el mismo lugar, emocionalmente.
Sin que me dé cuenta, empiezo a hablar: — ¿Te puedo preguntar algo?
—Depende —responde, con un tono un poco más ligero.
— ¿Todavía lo quieres? —pregunto sin rodeos.
Scarlett se queda en silencio un largo rato, tanto que pienso que no me va a responder.
Al final suspira. —Estuve enamorada de Reese mucho tiempo. Desde que éramos niños. —Se ríe, una risa breve y sin alegría—. Era mi mejor amigo, el único que me hacía sentir que todo iba a estar bien. Incluso cuando se fue, yo seguía pensando en él.
— ¿Y ahora?
Scarlett duda. —Ahora no sé qué siento. Tengo miedo. Si me rechaza… no sé si voy a poder con eso.
Mi primera reacción es decirle que no va a rechazarla, pero no quiero prometer algo que no puedo asegurar. Así que le digo la única verdad que tengo.
—Si eso pasa, yo sigo aquí. —Mis manos aprietan el volante—. No sé si eso ayude, pero no voy a dejarte sola.
Scarlett me mira de reojo, y esta vez sí sonríe, apenas. —Sí ayuda.
No digo nada más, porque si lo hago, sé que voy a decir algo cursi y no quiero que piense que intento reemplazar a Reese.
No es eso.
Lo que tenemos es distinto y me gusta así.
Nos detenemos en un semáforo.
Scarlett rompe el silencio otra vez. —Sabes que esto puede terminar mal, ¿cierto?
—Lo sé.
—Y aun así me trajiste.
—Sí —respondo sin dudar—. Porque no quiero que sigas cargando con algo que no te corresponde.
La luz cambia y vuelvo a acelerar. Scarlett guarda silencio un momento y luego se ríe, una risa corta. —Eres raro, Bryan.
— ¿Raro bien o raro mal?
—Raro bien.
No puedo evitar sonreír.
La tensión en mi pecho se afloja un poco. Aunque todavía me preocupa cómo terminará todo, en este momento lo único que importa es que ella confía en mí lo suficiente como para estar aquí.
Miro de reojo a Scarlett, que sigue mirando por la ventana, como si intentara memorizar cada cosa que pasa afuera.
Pienso en lo que dijo antes, en cómo estuvo enamorada de Reese tanto tiempo. Me pregunto si Reese lo sabe. Si él la quiso de la misma manera. Me pregunto si después de esta noche todo va a cambiar, para bien o para mal.
No importa. Decidí traerla aquí y voy a acompañarla hasta el final.
— ¿Estás segura? —pregunto, sin quitar los ojos del camino. No quiero sonar como si estuviera intentando convencerla de lo contrario, pero necesito que lo piense dos veces.
—No —admite, tan honesta que casi sonrío—. Pero quiero hacerlo.
Muevo los dedos sobre el volante, procesando su respuesta. No es como si esto fuera algo pequeño. Volver a ver a Reese después de años… no es simplemente “pasar a saludar”.
Es abrir una puerta que ha estado cerrada con llave todo este tiempo.
—Está bien —digo al fin.
Scarlett asiente y, por el rabillo del ojo, la veo recargarse contra la ventana.
— ¿Puedo decirte algo? —pregunta de pronto.
—Siempre —respondo.
Ella se acomoda en el asiento, como si buscara la posición exacta para atreverse a hablar.
—Nadie se había preocupado así por mí. —Lo dice en voz baja, casi como si no quisiera que el mundo la escuchara—. No de esta forma. La gente suele sentir lástima o rechazo, pero no… esto.
Trago saliva. No sé qué se supone que diga.
—Supongo que no lo planeé —respondo—. Nunca intenté hacer amigos, si soy honesto.
Scarlett gira el rostro hacia mí, atenta. — ¿Nunca? Pero lo intentaste conmigo
—Contigo fue diferente. —No lo pienso demasiado, las palabras simplemente salen—. Contigo… no me importa si lo arruino. Solo sé que todo es mejor cuando estás ahí.