Dime La Verdad

50

BRYAN

La graduación pasó más rápido de lo que pensé.

En el escenario, con la luz del auditorio iluminándome la cara y el diploma en la mano, sentí algo que no esperaba, orgullo.

No por las calificaciones ni por haber llegado hasta aquí, sino porque en la primera fila estaban mi mamá, mi papá, y Lisa. Los tres. No los había visto juntos desde hacía meses y aun así ahí estaban, aplaudiendo.

Mi papá me abrazó después, breve pero firme, como si no supiera cuánto podía demostrar sin que se le escapara algo. Mi mamá me dijo que estaba orgullosa y Lisa me apretó con todas sus fuerzas.

Kian no pudo venir (no me sorprendió) pero me mandó un video con una felicitación y un regalo que mi mamá me entregó ahí mismo. Fue raro. Por un segundo, por un instante, me sentí parte de ellos.

Y mi tío… mi tío sonreía como si fuera el día más importante del mundo. Tal vez para él lo fue. Me puso una mano en el hombro y dijo: —Lo lograste, Bryan.

Reese estaba ahí también.

Llegó puntual, se quedó casi todo el tiempo con Scarlett. Vi a algunos compañeros mirarlo con curiosidad, susurrando entre ellos, algunos hasta con cara de incomodidad, como si de repente recordaran todo lo que habían dicho de Scarlett en estos años.

Pero ni Scarlett ni Reese parecían notarlo.

O quizá sí, pero no les importaba.

Había algo en la manera en que caminaban juntos, como si el resto del mundo no existiera, que me hizo sentir tranquilo.

Y ahora estamos aquí, estacionándonos frente a la escuela de Reese para su baile de graduación.

Es raro. Es otra ciudad, otra escuela. Nadie nos conoce. Nadie sabe quién es Scarlett. Nadie me mira buscando a Kian en mi cara. Es como si por unas horas pudiéramos empezar de cero.

Scarlett se baja del auto y sonríe cuando ve las luces en la entrada. Está preciosa esta noche, con un vestido azul suave que eligió para la ocasión. Reese está esperándonos cerca de la puerta. Apenas la ve, su expresión cambia y se ilumina por completo.

—Llegaron —dice, acercándose.

Scarlett sonríe y asiente. —No me lo perdería.

Yo los sigo, no muy lejos. Es raro, pero me gusta verlos así. Reese le ofrece su brazo y ella lo toma, riendo por lo formal que suena el gesto.

— ¿Listos para ser los invitados misteriosos de la noche? —pregunto mientras los alcanzo.

Scarlett me lanza una mirada divertida. — ¿Tú crees que vamos a pasar desapercibidos?

—Definitivamente no —responde Reese, con una sonrisa de medio lado—. Pero eso es lo divertido.

Entramos al gimnasio convertido en salón de baile. Hay luces colgando, música sonando, gente riendo y tomando fotos. Nadie nos conoce, y esa sensación es liberadora. No tengo que fingir que no me molesta cuando alguien menciona a mi hermano, no tengo que preocuparme por rumores.

Solo soy Bryan.

Scarlett y Reese caminan juntos hacia la pista y yo me quedo un momento mirando alrededor, respirando profundo.

Cuando los alcanzo, Scarlett me mira y sonríe. —Gracias por venir.

—Gracias por traerme —respondo, sincero.

Por un segundo, me pregunto si este es el tipo de recuerdos que la gente atesora para siempre.

Scarlett y Reese se miran un segundo y luego ella lo arrastra de la mano a la pista. Yo los sigo, un poco más lento, sin estar seguro de si de verdad quiero bailar.

Pero Scarlett me mira por encima del hombro y sonríe. Esa sonrisa que casi nunca aparece en la escuela, la que parece hacerle olvidar todo lo que carga, y entonces pienso que no puedo quedarme sentado.

—Vamos, Bryan —dice, gritando un poco para que se escuche sobre la música.

Termino junto a ellos, moviéndome de la forma más torpe posible. Reese se ríe y de inmediato me copia los pasos, exagerando el movimiento para que parezca aún más ridículo. Scarlett se tapa la cara de la risa y pronto los tres estamos girando, brincando y riendo como si fuéramos niños.

Por unos minutos no hay pasado, no hay dolor, no hay rumores. Solo estamos los tres, en este gimnasio lleno de luces brillantes y canciones que no dejaré de escuchar en la cabeza por días.

En una pausa entre canciones, Reese nos empuja hacia la mesa con bebidas. —Necesito agua si no voy a morir aquí —dice, respirando agitado.

Scarlett se ríe y le pasa un vaso. —No puedes morir en tu propio baile de graduación, sería un final demasiado trágico.

—Sería memorable —respondo, sirviéndome también un vaso de agua.

Scarlett suelta una carcajada que me sorprende. Es tan natural, tan despreocupada, que me detengo un momento para memorizarla.

—No te rías, podría pasar —dice Reese, sonriendo también.

Nos quedamos ahí un momento, recuperando el aire, observando a la gente bailar. Un par de estudiantes de la escuela de Reese se nos quedan mirando pero no con molestia, sino curiosidad. Scarlett no parece notarlo.

— ¿Quieres seguir bailando? —pregunta Reese.

Scarlett niega. —Dame un minuto, todavía me estoy recuperando.

Salimos los tres del gimnasio para tomar aire. Afuera está fresco, el suelo todavía húmedo de la lluvia de la tarde. Hay un par de luces encendidas y el cielo está lleno de estrellas.

Nos sentamos en las escaleras, en silencio por unos segundos, respirando la noche. Es uno de esos silencios cómodos que no necesitan romperse.

— ¿Sabes qué es lo raro? —digo finalmente—. Me siento libre aquí.

Scarlett me mira y sonríe suavemente. —Yo también.

Reese asiente. —Nadie aquí sabe nada. Nadie espera nada.

Nos miramos los tres, como si los tres entendiéramos algo sin necesidad de decirlo en voz alta. No importa lo que pasó antes, no importa lo que se dijo, no importa lo que se perdió.

Estamos juntos ahora.

Scarlett apoya la cabeza en el hombro de Reese y él la rodea con un brazo. Yo me recuesto un poco hacia atrás, mirando las estrellas, y me doy cuenta de que esta es la primera vez que me siento parte de algo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.