Dios me hizo gay...

2

Decidí escabullirme por el campo de deportes, así era menos probable que algún profesor me viera, o el Director, el Padre Jules, que siempre merodeaba por los pasillos buscando infractores a la ley de Dios, o las suyas propias...

En el medio de la carrera aferré las dos mochilas, la de Mew y la mía, a mi espalda y traté de pensar a dónde había ido.

Sentí que varios se me acercaban y me tranquilicé. Era mi grupo.

Mi prima Leah me abrazó mientras los otros tres me palmeaban la espalda.

–Creo que se fue para la ruta.– me susurró mi prima.

–Ya está en las redes sociales. Todo el mundo lo sabe. El Padre Jules seguro lo va a expulsar.

–¿De verdad tú no lo sabías, Gulf?

No respondí. Simulé estar concentrado en limpiarme los restos de sangre de los nudillos y no pude evitar sonreír, al recordar aquella nariz sangrante partida en tres.

–Si lo sabía, seguramente era un secreto entre los dos.– dijo mi prima buscando zanjar la cuestión.

–¿Nunca te ha dicho nada?– siguió insistiendo otro.

Me sorprendió aquella pregunta. Porque sin esfuerzo supe a qué se estaba refiriendo. Él prosiguió:

–¿Nunca...se te insinuó? ¿Nunca te coqueteó?– pude sentir su morbosa curiosidad.

Dormimos juntos, abrazados, en la misma cama infinitas veces; nos bañamos juntos otras tantas infinitas veces. No logré recordar ni una sola insinuación o tan siquiera una mirada...

Desde los cuatro años, hasta ahora en nuestros diesietes ya cumplidos, no nos separábamos más de dos días seguidos.

Siempre buscábamos la manera de vernos, de hacer cosas juntos. En todos sus planes estaba yo. Y en todos mis planes, estaba él.

Pero nunca hubo ni una sola palabra de su parte que pudiera sacar de contexto o que pudiera ser una indirecta...

Ante las miradas insistentes del grupo, negué con la cabeza a modo de respuesta.

–¡Entonces, no es gay!– sentenció uno– Gulf es el más atractivo de la escuela. Todas las chicas mueren por tener una cita con él. Si Mew fuera gay no hubiera podido resistirse a sus encantos...

–O...es gay y no se interesa por nuestro Gulf...–sentenció otro del grupo– Si nunca te ha dicho nada, si nunca te ha hecho ninguna imsinuación es porque no le gustas, amigo mío...–me dijo con una sonrisa de burla–¡Tenía que existir alguien que no cayera en tus encantos! ¡Al fin sabrás qué siente que alguien te diga que no! ¡Alíviate! No le gustas a tu mejor amigo...

Todos rieron y yo seguí camino hacia la ruta. Por intuición sabía dónde estaba refugiándose Mew. Y sabía que allí se quedaría por un largo rato así que me di permiso de caminar con lentitud hasta recobrar un poco la calma.

Pero algo no se sentía cómo debería sentirse.

"¿Me importaba que mi mejor amigo fuera gay?"

Sacudí la cabeza. Ahora pasado el shock inicial, sabía que no.

"¿Me importaba que no me lo hubiera contado?"

Estaba enojado pero...sabía que con el tiempo terminaría perdonándolo.

¿Pero entonces...? ¿Qué era esa sensación en el pecho que no me dejaba respirar?

"¡Alíviate! ¡No le gustas a tu mejor amigo!"

Tardíamente, me obligué a reírme del chiste. Era un alivio saberlo. Porque no podía corresponderle. Pero...si era un alivio, ¿por qué tenía una sensación en el pecho que no se parecía en nada al alivio y más bien se estaba pareciendo a una inexplicable....decepción...?

 

 




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