El primer recuerdo que tengo de Mew me estremece hasta hoy.
Atravesaba el peor momento de mi vida. Tenía cuatro años. Con tan poco de estar en esta vida y ya sentía tanto odio, tanta soledad y tanto miedo como si hubiese estado cargando a mis espaldas una vida de cien años y no de cuatro.
Ver a alguien a quien amas enfermar y morir y que no puedas hacer nada es el peor dolor que un ser humano puede experimentar.
En ese instante, odiaba a Dios, por haberme arrebatado a mi madre. Me supe solo. Mi padre y mis hermanos, todos mayores, se consolaban entre ellos en un rincón y sentí que de habían olvidado de mí.
Supe lo que es el miedo. Miedo a enfermarme igual que mi madre, miedo a estar solo el resto de mi vida, miedo a amar otra vez.
En aquel momenro decidí que no iba a creer más en Dios. Lo iba a ignorar como castigo. Y decidí también que ya nunca amaría a nadie. Porque mi corazón no podría resistir otra pérdida acomo aquella.
Pero entonces, en medio de toda aquella oscuridad, una mujer y un niño entraron a la habitación. Escuché a la mujer acercarse a mi familia y darles el pésame. Y escuché la voz del niño suplicándome que no llorara, que no estaba solo, que él me iba a querer toda la vida.
Y me abrazó, con sus brazos delgados y su cuerpito chiquito pero con tanta fuerza como si fuera más grande y más fuerte que yo.
Y entonces, decidí romper mi promesa. Volvería a creer en Dios. Porque ese niño Mew, abrazándome y llorando conmigo sólo podía haber sido enviado por Dios...y por mi mamá...
Y nunca más dejé de creer...