Dios me hizo gay...

16

La clase de matemáticas había comenzado hacía unos diez minutos. Pero mis planes estaban lejos de aquel salón.

Le hice una seña a mi prima, desde la ventana, agachado para que ni la profesora ni Mew  me vieran.

Mi prima, siempre cómplice, estaba enterada de mis planes. Así que corrí hacia uno de mis escondites favoritos, una pequeña habitación al costado del escenario en la que se guardaban cosas utilizadas por el club de teatro.

La había descubierto durante una hora libre cuando estaba en la primaria. Cuando no quería entrar a clases, y Mew no quería acompañarme, me escabullía allí con alguna chica a pasar el rato.

La puerta chirrió al entrar Mew. Y al cerrarla tras de sí, nos rodeó una semi-penumbra.

De pronto, aquella pequeña habitación me pareció más pequeña aún y un calor repentino comenzó a subirme por todo el cuerpo. 

Mew se acercó a mí, me tomó el rostro con ambas manos y examinándome, me preguntó:

–¿Qué te sucedió? Tu prima me envió un mensaje. Me dijo que estabas aquí y que te habías peleado con alguien. Dime por favor que estás bien...–su voz temblaba, estaba pálido y me revisaba nervioso el rostro y las manos buscando alguna herida.

Sonreí.

¡Qué dulce era aquel chico!

¿Cómo nunca antes me había dado cuenta?

Al ver mi sonrisa, su nerviosismo se transformó en enojo. Me soltó con brusquedad y se dió media vuelta con intensión de marcharse. Pero no lo dejé. Me interpuse entre él y la puerta y dije sin perder más tiempo:

– Te he escrito la carta que te debía...

–¿Para esto me has hecho salir de la clase?

Trató de demostrar indiferencia pero yo lo conocía demasiado bien. Sabía que en el fondo se moría por leer mi carta.

Le mostré el pedazo de papel que tenía en mi mano pero cuando quiso agarrarlo, lo quité de su vista.

–Primero lo primero...Necesito por favor que me digas exactamente porqué no quieres ser mi novio.

Creo que había cientos de formas en las que Mew me podía haber respondido para salirse de aquella situación. Pero algo en mi mirada lo hizo tomarse aquello seriamente. Y así, sin más, me respondió, prácticamente sin pensar y sin respirar:

–Sé que tu propuesta es para cuidarme. Crees que si soy tu novio, se acaba el bullying. Pero para que ellos crean realmente en un noviazgo entre nosotros, ¿has pensado en todo lo que deberías hacer? Si les dices que somos novios y al rato te encuentran aquí mismo besándote con una chica, sólo seré el hazmerreír de todo el colegio. Se burlarán de mí por ser gay y por ser un tonto engañado por su novio mujeriego...

Sin ser consciente, le tapé la boca con mi mano y le dije de forma arrebatada:

–Esta noche, en la casa de piedra, haré el juramento de serte fiel el resto de mi vida...

Y antes de Mew siquiera pudiera reaccionar, lo obligué a tomar la carta y me fui de allí corriendo, escondiéndome en un pasillo poco frecuentado para que no me pudiera encontrar.

No quería ser rechazado. Pero algo dentro de mí me advirtió que me preparara.

Iría al salón por mi mochila y pasaría el resto del día en la casa de piedra, esperando el crepúsculo.

Si él no iba entonces me tocaría experimentar por primera vez en mi vida qué se sentía tener un corazón roto...

 

 




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