Después de acabar las dos horas de matemáticas sentí que era seguro regresar al salón. Ya había pasado tiempo suficiente. Mew seguramente estaría encerrado en el baño leyendo mi carta.Y yo estaba tan ansioso que ya no quería esperar hasta la noche. Necesitaba su respuesta de inmediato. Pero cuando estaba llegando al salón, la voz nerviosa casi histérica de mi prima me puso en alerta.
–¡¡¡Le están pegando a Mew en el baño!!! Los quise detener pero me obligaron a salir de allí y yo...
No escuché lo siguiente que me dijo porque ya iba corriendo como un loco hacia el baño de varones.
Sin esforzarme demasiado me deshice de los dos que hacían guardia en la puerta y entré justo cuando Mew, tirado en el suelo, recibía un puñetazo en la boca.
Ver cómo su sangre comenzaba a manchar su camisa, siempre pulcra y planchada, me sacó de quicio. Di rienda suelta a toda la ira que había estado acumulando hasta aquel momento, y comencé a repartir- y a recibir- patadas y puños sin permitirme un gramo de compasión.
Cuando los cinco estaban sangrando, semi-inconscientes, tirados en el piso mojado de aquel baño, busqué al que había visto golpear a Mew. Y sintiéndome un animal salvaje, me senté sobre él y comencé a pegarle trompada tras trompada en el rostro.
La sangre fluía de sus heridas a borbotones y en pocos segundos mis puños estaban empapados pero aquello sólo hizo que me enfureciera más. Sentí sed, como si necesitara que aquel idiota medio desmayado debajo de mí, perdiera hasta la última gota de sangre de su cuerpo inmundo.
No sé cuánto tiempo estuve golpéandolo, hasta que en medio de aquel arrebato de odio, sentí unos brazos fuertes que me empujaban y apenas fui consciente de que me estaban sacando casi a rastras de aquel baño.
Cuando unos metros más adelante, me sujetaron contra una pared, recién comencé a reaccionar y entonces sentí un dolor muy fuerte en el pecho.
Todo se me nubló de repente, fui consciente de que dije su nombre, con el poco aliento que me quedaba y a partir de ahí ya no logro recordar nada más...