Dios me hizo gay...

19

No sé si por algún golpe recibido o por la misma ira destructiva que sentí, me desperté recién al otro día, lo supe por la alarma de mi reloj que no paraba de sonar.

Ya era de noche cuando abrí los ojos, y al reconocer mi habitación me permití respirar profundo un par de veces.

Sentir mi torso envuelto en vendajes no me preocupó. Sentir mi ojos izquierdo hinchado y que mis manos se me estremecieran de dolor tampoco me preocupó.

Todo lo que me preocupaba era Mew. Y por lo que alcanzaba a recordar, Mew estaba bien. Yo había dejado a todos inconscientes en aquel baño antes de que uno de mi grupo me sacara a las rastras de allí.

Me incorporé de la cama, sin hacer caso del dolor y me tragué un grito de frustración al ver mi celular con la pantalla partida.

Al parecer, no sólo yo había recibido algunos golpes.

Como siempre la casa estaba vacía. Tomé las primeras llaves que encontré, que resultaron ser de mi moto y me fui directo a la casa de Mew. Todas las luces estaban apagadas y las persianas, bajas.

Y entonces sentí que algo no estaba bien...

Una preocupación dolorosa me estrujaba el pecho. Sabía que no me quedaría tranquilo hasta no ver a Mew.

Me fui a la casa de mi prima y al no encontrarla allí, me fui a casa de su novio. Ninguno de los dos sabía nada de Mew. Pero se alegraron visiblemente al verme de pie, aunque mi prima no aprobaba el hecho de que no estuviera descansando.

Una hora después, mi grupo completo estaba reunido en el jardín, e intentamos llamar a Mew desde todos los celulares. Ninguno logró comunicarse.

Aquella preocupación que sentía comenzó a nublarme la vista y a acelerarme el corazón.

¡Mew no podía desaparecer sin decirme nada!

Pensé entonces en nuestro refugio secreto y ya me estaba subiendo a la moto cuando alguien pronunció mi nombre.

¡Pobre chico! Nunca me había hecho nada. Ni siquiera sabía su nombre pero ya había hecho con él una asociación negativa. Y cada vez que lo veía, las palabras de Mew sobre su chico ideal, rubio, alto, intelectual, me llenaban de celos dolorosos que me quemaban de pies a cabeza.

Y allí estaba aquel rubio, que ahora me daba cuenta era teñido, parado cerca de mí.

–Te he estado buscando, Gulf...– me dijo sin preámbulos.

Mi grupo se acercó a nosotros, con evidente curiosidad.

–¿Te conozco...?– la voz me salió bastante desagradable.

No tenía tiempo para perder y menos con rubios teñidos. Lo único que quería en aquel momento era encontrar a Mew.

–Si buscas a Mew, sé dónde puedes encontrarlo.– me dijo– Vas a necesitar de todo tu valor para sacarlo de ese infierno en donde lo metieron... Lo sé, porque yo también estuve ahí...

No tuvo que pronunciar el nombre de aquel infierno. No sé cómo pero lo supe. Supe dónde estaba Mew. Había escuchado muchos rumores pero nunca los había creído. Y nunca me habían importado.

Hasta ahora...

Una sola palabra retumbó en mi mente y me hizo partirme a la mitad de dolor.

ECOSIG...

Mejor conocido como campamento de reconversión...Un lugar donde te curan de esa enfermedad aberrante y diabólica llamada homosexualidad...




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