Dios me hizo gay...

22

Todo lo planeado lo hice sin problemas. Como si lo hubiese hecho cientos de veces antes. O quizás fuera porque me sentía muy aliviado. Mew ya estaba a salvo.

Me escabullí a la cabaña de los directivos. Puse a dormir a media docenas de personas que estaban allí con mis dardos y me senté en el escritorio. Cuando acabé de copiar todos los archivos de aquella laptop en el dispositivo que el hacker de mi grupo me había enseñado a usar, di la primera señal: apagué y encendí las luces de aquella oficina tres veces y me escabullí por la puerta.

Mi prima y su novio ya estaban en la otra habitación y habían puesto a dormir a todos los cuidadores. Y sabíamos que quizás encontráramos resistencia por parte de las mismas víctimas por lo que estábamos preparados para poner a dormir a todos los que hiciera falta.

Pero se me partió el corazón cuando dimos la orden de salir y todos los jovencitos se formaron en fila, sollozando y temblando. 

Dos días en aquel infierno y sus voluntades ya habían sido reducidas.

Volví a encender y a apagar tres veces las luces como habíamos planeado. Y llevamos a todos al micro, el mismo que los había traído, que ahora nos esperaba con las puertas abiertas y las ventanas sin tapiar,al final de las barracas.

En cuanto subimos, nuestro hacker se nos unió y  nos miró a todos con expresión de triunfo.

–Listo, todo transmitido en vivo y en directo.

Y luego, con una sonrisa maquiavélica, apretó un botón que le colgaba de un dispositivo en el chaleco. Y las luces de todo el complejo colapsaron.

–Las puertas eléctricas están selladas. Desnudos, atados y dormidos...no irán a ningún lado. La policía ya viene en camino... Debemos irnos...

El micro arrancó a toda velocidad.

Los jovencitos se acurrucaban en sus asientos como niños pequeños, algunos ya se estaban quedando dormidos. No les habían dejado conciliar el sueño desde que habían llegado tres días atrás.

Mi prima y otros repartían comida, agua,ropa y mantas...

Busqué a Mew y lo hallé en uno de los asientos del fondo. Lo cubrí con una manta gruesa y lo abracé.

–Ellos...me dijeron que le pidiera a Dios...que me curara...– me susurró casi sin fuerzas– Pero yo le pedía a Dios...que me vinieras a buscar...

Rompimos en llanto los dos, mientras el micro se alejaba a toda velocidad de aquel doloroso Infierno en la Tierra...

 




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