La planta baja de mi casa se había convertido en un campamento improvisado. Ver a aquella veintena de jóvenes acurrucados en sus sacos de dormir, durmiendo, algunos temblando, hablando en sueños, me hizo doler el corazón.
Todos, al igual que Mew, se habían convertido en huérfanos. O mejor dicho, en muertos. Sus familias los habían dado por muertos.
Me senté al pie de la escalera, contemplándolos, y suspiré.
–Tendremos un gran e importante trabajo por delante.– la voz de mi padre me llegó de pronto.
Se sentó a mi lado. Por primera vez lo vi sin su traje; estaba ojeroso, algo despeinado y visiblemente cansado.
–Lamento...todo esto...–dije y rompí en llanto.
Y por primera vez en años, mi padre me abrazó.
–Todo el país y creo que también el mundo entero se ha enterado de esto. Ha sido una idea brillante transmitir todo en mi vivo usando las propias cámaras de circuito cerrado que tenían allí para vigilarlos. Y esa lista con los nombres y apellidos de todos los responsables, psicólogos, médicos, profesores, sacerdotes, pastores...lista que se ha filtrado anónimamente a la prensa...– me miró y me guiñó un ojo– permitirá que esto no vuelva a suceder. Y los padres y madres que firmaron dando su cosentimiento para que les hicieran eso a sus hijos también son responsables....y tendrán que pagarlo. Así que, no lo lamentes. Quien lo lamenta soy yo. Por ahorrarme impuestos acabé yo mismo financiando parte de esto, sin importarme nunca que hacía ese sacerdote con mi dinero... No tenía idea. Yo jamás hubiese sido parte de esto si lo hubiera sabido...
–Lo sé, papá...
–Ahora habrá una nueva fundación, para ayudar a estos chicos. Será su nuevo hogar.
Lo miré maravillado.
–Ya estoy haciendo los arreglos. ¿Sabes cómo se llamará? "Lenina, con Amor y Libertad..."
Escucharle pronunciar el nombre de mi madre me hizo romper en llanto otra vez.
–Tu madre estaría...está...muy orgullosa de ti, Gulf.– me dijo mi padre y volvió a abrazarme– Quiero que sepas, hijo, que no importa quién seas o a quién te guste...¡Yo siempre te voy a amar!
–Amo...a Mew...–dije entre lágrimas.
–Siempre lo supe...
Sonreí ante sus palabras.
–Dime Gulf, dime lo que quieras. Siento que nunca te pregunté cómo estás, qué necesitas, a qué les tiene miedo...
Era cierto. Mi padre jamás había hablado conmigo de una forma sincera y profunda. En cualquier otro momento le habría dicho que yo no le temo a nada. Pero mi corazón se abrió ante él sin que yo lo pudiera evitar.
–Tengo miedo de enfermarme...como se enfermó mamá.
Volvió a abrazarme.
–Mi niño, no te vas a enfermar. No es hereditario. Ni tu abuelo ni tu abuela padecieron esa enfermedad. Si fuera hereditaria, alguno de los dos la tendría que haber tenido. Y tú sabes, porque te acuerdas, que ambos murieron sanos, viejitos, durmiendo. No tiene nada que ver con la genética.
Fue una sensación increíblemente liberadora la que sentí al oírlo.
Y como si tuviera cuatro años otra vez, me refugié entre sus brazos, me dejé arrullar hasta que todo mi cuerpo se relajó y me quedé profundamente dormido, oyéndole decir cuánto me amaba...