El acto de fin de curso no iba a ser igual al de otros años.
El ambiente del colegio parecía otro. Los mismos estudiantes parecían otros.
Formados en el salón de actos, miré a Mew a mi lado y sonreí complacido. No sé cómo pero lo habíamos convencido de leer unas palabras frente a todos, alumnos, padres y profesores.
–Antes de escuchar las palabras del alumno Mew,– dijo la subdirectora– y de la entrega de diplomas...Queremos presentar a la comunidad educativa a nuestro nuevo cura párroco, el Padre Yaaj quien nos va a dar su bendición.
– Un nuevo padre Jules. Suerte que ya acabamos.– susurré.
–Yaaj significa Amor en maya. No creo que sea como el Padre Jules.– me dijo Mew al oído.
Lo miré serio. Se rió.
–¿Vas a ponerte celoso de todo el mundo?
–Obviamente...¡sí!– le dije y se rió más.
Esa virtud de Mew de siempre creer que todas las personas tienen un lado bueno me hizo vibrar. Y a sentirme orgulloso de él. Aún con todo el daño que un sacerdote le había hecho, Mew estaba dispuesto a seguir creyendo en las personas.
Admiraba esa cualidad pero muy dentro de mí sabía que aquel nuevo cura tenía que demostrame que no era igual al Padre Jules. Analizaría cada una de sus palabras y así sabría quién era él realmente.
Me sorprendió que el Padre Yaaj fuera tan joven. Y al parecer era atractivo porque en cuanto se paró frente al micrófono, varios suspiros se escucharon entre la multitud. Levantó su mano y haciendo en el aire la señal de la cruz, dijo:
–En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo les bendigo a todos, a todas y a todes...
Y la multitud explotó en aplausos.
Definitivamente, el Padre Yaaj no iba a ser igual al Padre Jules.
Mew me besó con ternura en la mejilla y comenzó a avanzar hacia el escenario sosteniendo nervioso su hoja de papel, de la que no me había dejado leer ni una sola palabra.
Y no pude más que suspirar...