Dios me hizo gay...

Epílogo

Mew respiró profundo y cerró los ojos. Y no pude quitarle la vista de encima. Iluminado por la luz del atardecer, con la brisa salada del mar que parecía envolverlo; parado allí, con los brazos extendidos, la cabeza inclinada, rezando, seguramente dando en una plegaria de agradecimiento, me hizo sentir que estaba en la presencia de un ángel.

Pero de repente, pronunciando un 'amén' casi en un susurro, abrió los ojos y su mirada traviesa y pícara, lo transformó en un pequeño demonio que buscaba divertirse.

–¿Estás listo?– me preguntó.

Asentí sonriendo. Nunca sería capaz de decirle que no a ningún ritual que aquel medio ángel- medio demonio inventara para los dos.

Le di el trozo de papel con la primera pista.

Adán y Eva...

Apenas lo leyó, sonrió satisfecho. Y salió corriendo hacia un viejo manzano silvestre que crecía justo detrás de la casa de piedra. No tardó más de un minuto en encontrar la siguiente pista.

Verlo saltar entusiasmado como un niño pequeño de un lugar a otro, buscando pista tras pista, me hizo suspirar. Con cada nueva pista, Mew sonreía más y más.

Jonás...Una piedra enorme cerca de la costa con una forma extraña a la que Mew siempre insistía se parecía a una ballena gorda y grande...

La zarza ardiente... Aquellas palabras lo despistaron por un segundo. Miró detenidamente a su alrededor, a los arbustos y plantas que crecían alrededor de la casa. Ninguno parecía decirle nada. Me miró fijamente un instante y volvió a sonreír. Salió disparado hacia la cabaña.

Me acerqué a la ventana justo a tiempo para verlo encontrar la última pista escondida entre unas piedras sueltas a un costado de la chimenea encendida.

1Corintios 13

Leyó el papel y suspiró. Caminé de vuelta hacia la playa, sintiendo que me seguía los pasos.

–¡No puedo creer que me hicieras buscar en veinte lugares distintos cuando todo el tiempo lo tenías tú...!

–¿Por qué crees que lo tengo yo?

–1 Corintios 13...eres tú...– me dijo acercándose y clavando sus ojos en los míos– El Amor es paciente, el amor es bondadoso...

Su voz tembló. Tomé su mano y continué:

– El Amor no es envidioso, ni jactancioso, ni arrogante, ni grosero...No insiste en su propio camino, no es irritable ni resentido, no se alegra del mal sino que se alegra de la verdad...

Callé de repente al ver sus ojos humecidos. Mew susurró mientras se acercaba más a mí:

–El Amor todo lo soporta, todo lo cree y todo lo espera...

Siempre sucedía. Había pasado ya un año desde nuestro primer beso. Y seguiría sucediendo: sentir su aliento cálido en mi rostro,me volvía loco.

Y lo besé, y me besó. Y fue con tanta pasión que por un momento olvidé el porqué estábamos ahí.

Se despegó sólo un centímetro de mí y suspiró.

Me miró expectante. Entonces saqué de entre mis ropas, su tesoro escondido.

Mew sonrió emocionado como si fuera un niño cuando vio entre mis manos su viejo muñeco con forma de hipogrifo.

–¿Estás diciéndome con esto que ya no quieres que te abrace al dormir?

Me mordí el labio y amagué con tirar al muñeco lejos, a las aguas heladas del mar.

Mew me detuvo riendo.

–¡No! Mensaje recibido: no lo volveré a decir nunca más.

Y volvió a besarme.

Tomó su muñeco y lo abrazó.

Sintiendo unos tremendos celos, y pensando que quizás no sería un idea tan mala lanzarlo al mar, dije:

–Bueno, mi turno. ¿Cuál es la primera pista?

Temprano, aquella mañana, Mew me había hecho esperar más de veinte minutos, con los ojos cerrados, mientras escondía todas las pistas en sus escondites. Se había esmerado mucho, pero apenas pregunté, me miró conmovido y dijo:

–¡Nada de pistas, Gulf! Ya no aguanto. Quiero, necesito ver tu reacción ya mismo...

Y dejándome completamente atónito, Mew sacó de su bolsillo un pequeño estuche negro y plateado. Lo abrió frente a mí con una sonrisa nerviosa. Lo vi temblar cómo nunca lo había visto antes.

Dos anillos dorados destellaban con una luz singular bajo el sol del crepúsculo.

–¿Te casas conmigo, Gulf?

La felicidad en mi pecho sólo me permitió decir que sí y ya no pude hablar más.

Entre lágrimas le coloqué el anillo en su dedo y antes de que él hiciera lo mismo, me hizo leer algo que estaba grabado en el interior.

Al leerlo, supe que él y yo estaríamos siempre conectados de una forma especial, tan especial que nos uniría en esta vida y en todas las demás.

La inscripción en el anillo decía:

                     1 Corintios13- Amor es Amor

 

 




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