Dioses de piedra y filo

Capítulo 3: Thomas

Después de que Brighid salga de la habitación yo me tomo mi tiempo, sé que no hay ningún riesgo de que me encuentren aquí. Para mis padres esto es como una especie de altar intocable a Robert, su hijo perfecto perdido en batalla. Termino de abotonarme la camisa, me pongo las botas y salgo al pasillo. Cuando me asomo a las escaleras veo a mi madre subir. Lleva puesto uno de esos vestidos tan finos que a ella le gusta usar y de un color claro que contrastaba con el tono café de su piel. Esos mismos vestidos nos daban tantos problemas con los Extra. 

Claro que ella no lidia con ellos, se siente demasiado superior como para estar con los monstruos que nos encerraron aquí. Por lo que somos mi padre y yo los que damos la cara. A los de fuera no les gusta que tengamos lujos en La Fosa.  La familia gobernadora de la ciudad tiene ciertos beneficios por cooperar y mantener la ciudad en relativa calma, como por ejemplo que nos concedan más facilidades. Mi madre se aprovecha de lo  poco que nos conceden y solo pide cosas para ella, y mi padre se lo permite. Pero también tenemos que enfrentarnos a ellos y no son precisamente pacíficos con nosotros. Ellos siempre descubren qué hacemos con lo que nos proveen. Si diéramos algo de lo que nos dan exclusivamente a nosotros a otras personas habría malas consecuencias para todos. Mi padre había intentado repartir la comida que nos dieron las primeras veces que trató con ellos, sin embargo no salió bien, poco antes de empezar la distribución le amenazaron con matarnos a él y a su familia. No fue el primero en querer hacerlo y las personas que lo intentaron antes terminaron cediendo o en la pira.

Mi familia no solo se ocupa de entablar relaciones con los Extra y distribuír lo que nos proporcionan, somos algo así como la familia gobernadora de la ciudad. Antes de la Guerra de Legiones, en la que nosotros perdimos de forma estrepitosa, los County estábamos involucrados en el mundo de la política. Cuando mis antepasados fueron encerrados en La Fosa, ellos tomaron la iniciativa de liderar la ciudad para que los y las sobrevivientes de la guerra no terminaran matándose entre sí. Desde entonces se hicieron muchas elecciones para elegir a quien fuera a gobernar mejor la ciudad. El puesto cambió bastante de manos en todos los años que llevábamos aquí, pero luego de que el anterior gobernador muriera, terminó siendo de mi abuela y luego de mi padre. Entre los dos llevan unos cincuenta años de regencia y lo cierto es que no ha habido casi ninguna queja, al menos desde que tengo memoria.

Mi madre llega junto a mí y veo que tiene la misma cara de enfado que tiene desde hace poco más de un año.

—Buenos días, madre —le saludo con una sonrisa, siempre hago lo mismo esperando un resultado distinto.

—Ágatha para ti, Thomas. —Responde con voz cortante pasando por mi lado,  me lanza una mirada furibunda con los ojos abiertos como platos. He conseguido el mismo resultado de siempre.

—Yo también te quiero —digo por lo bajo con sarcasmo para que no me oiga.

Antes no era que las cosas fueran mucho mejores, pero cuando Robert estaba en casa mamá ponía toda su atención y cariño maternal en él. A mí solo me llegaba esa calidez residual que deja en ti algo que te ha hecho muy feliz. Pero ahora ella casi no me dirige la palabra, a no ser que quiera algo más de los Extra y no se lo quiera pedir a mi padre. 

Bajo los escalones alfombrados y voy al comedor, en la ciudad casi ninguna casa tiene cocina y comedor por separado. Encuentro a mi padre sentado a la mesa frente a un plato de comida y un vaso de zumo. Me acerco a él por la espalda y lo agarro por los hombros.

—Buenos días, papá —le saludo con la misma sonrisa que le he ofrecido a mi madre. Pero él me responde con una sonrisa amable igual que la mía. 

A diferencia de mamá él no tenía ni tiene ese favoritismo entre mi hermano y yo. La verdad es que no tengo ni la más remota idea de porqué nuestra madre sí. Me siento a su lado quedando enfrente del plato a medio comer de Ágatha.

—Buenos días, hijo. Tu madre no se encuentra muy bien, así que va a descansar y no podrá ayudarnos con el trabajo de hoy. —dice mi padre con cansancio, pero con la voz cariñosa que siempre usa cuando habla de ella, de mí o de Robert.

—No sé por qué lo dices como si nos ayudara todos los días —digo estirándome para coger una rebanada de pan—. Madre nunca nos ayuda, cuando Rob estaba en casa lo hacía de mala gana, pero lo hacía, ahora ni eso.

—No digas eso de tu madre —suelta un resoplido de derrota y apoya las manos a los lados de su plato sin soltar los cubiertos.

—Papá, ya no es la misma, hace tiempo que ya no lo es —le digo en un susurro sin separar la vista de la fuente de fruta que tengo delante—.  Conmigo nunca ha tenido un trato cariñoso y jamás se ha portado como una madre para mí, pero sí que se comportaba como tu pareja. Antes era amorosa contigo, ahora no muestra más humanidad que cuando está enfadada, que por cierto es siempre.

Se forma un silencio nada cómodo entre nosotros que se rompe cuando Eloise al entrar para recoger el plato que dejó Ágatha. Hace mucho que no comemos todos en la misma mesa. Porque hace mucho tiempo que no somos una familia, si es que lo fuimos alguna vez. Eloise se dirige a la puerta, pero como tiene las manos ocupadas no la puede abrir bien. Mi padre se levanta de su asiento para ayudarle y con una mano le sujeta la puerta abierta a la mujer para que pueda pasar. En cuanto ella se va vuelve a sentarse junto a mí y une nuestras manos.



#4349 en Fantasía

En el texto hay: brujas, hadas, laberinto

Editado: 02.10.2023

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