Dioses de piedra y filo

Capítulo 14: Lauren

Yo llevaba catorce meses en la academia de la Guardia, que está al lado de la casa del Sumo, lo malo es que no he podido ir desde el día del sorteo ni podré ir nunca más y estos cuatro meses han sido duros por eso. Desde muy pequeña supe que quería entrar en el cuerpo. Con el tiempo, entrenar pasó a ser mi principal válvula de escape. Nunca he entendido por qué no vamos a las aulas con pupitres, esas son las que usamos en las pocas lecciones teóricas que se necesitan para formar parte de la Guardia. 

Todos estamos de pie en la sala de entrenamiento, que es donde damos las clases de defensa para el laberinto. Llevamos un buen rato esperando a la profesora, debería haber llegado hace media hora y aún no hay ni rastro de ella. A nosotros nos rodea un silencio que se ve interrumpido por la mujer a la que esperábamos. 

Lo cierto es que es una persona extraña, también es atractiva, pero sobre todo extraña, lo que te primero que llama la atención de ella es cómo se viste. Siempre lleva vestidos encorsetados de color morado, rosa y otros de colores vibranates. Además, sus ojos son tan azules que no parecen reales y tiene unos colmillos extrañamente un poco más largos de lo normal.

—Siento la demora. Empecemos cuanto antes para perder el menor tiempo posible. Hoy debemos tocar varios puntos y uno es especialmente escabroso —su voz melodiosa inunda la sala mientras avanza hacia el escritorio que está en el extremo opuesto a la puerta para recoger las copias del Primis—. Siguiendo la estela de las sesiones anteriores, vamos a ver otra de las muchas criaturas que os pueden acosar cuando estéis en el laberinto. —Los cinco teníamos entre nuestras manos la ilustración de una cosa peluda, de color verde y con los ojos rojos. A su lado hay un dibujo de una espada sencilla, no tiene ningún grabado ni nada parecido, sólo la hoja y una empuñadura del mismo material forrada en cuero.  No tiene la hoja aplanada ni filosa, es un pincho alargado, como una gran aguja de coser.

—¿Es que no hay ninguno de estos bichos que sea mínimamente bonito? O al menos que no sea tan feo —se queja Azila poniendo una mueca de asco.

La maestra le ignora y continúa hablando.

—Lo bueno para vosotros del Tardo, no para él, es que no es muy avispado y lo que tiene de despistado también lo tiene de curioso. Si ve algo que le llame la atención no dudará siquiera un segundo en ir a examinarlo —ella no para de deambular por toda la habitación—. En caso de que os ataque es fácil de dominar, si le proporcionáis algo más interesante que vosotros tendréis vía libre. Gracias a su poca inteligencia, no sabe contar hasta un número alto, suelen llegar como máximo al diez, aunque los más espabilados saben hasta el cien atravesando grandes dificultades. Teniendo este dato no es difícil imaginar qué podéis hacer para distraerle; el laberinto está lleno de grava, cogéis un puñado, se lo lanzáis y él no podrá evitar las ganas de ponerse a contar los guijarros uno por uno. Al llegar al décimo se le cortocircuitará el cerebro y volverá a empezar. Claro que existe el pequeño problema de que hay piedritas como esas por todas partes, así que no lograréis nada porque no distinguiría las que le habéis lanzado de las que ya estaban ahí —hace una pausa para vernos a todos—, por ello sale a colación el hecho de que cada uno de vosotros deba llevar un saquito con unos puñados de alubias rojas.

—Em, perdón. ¿Qué significa cortocircuitar? —Pregunta Brighid lo que, a juzgar por nuestras expresiones, pensamos todos.

—Eso es cuando alguien se frustra porque desconoce algo y por mucho que se mata pensando no da con la respuesta. Más o menos —le responde la mujer, por un momento se nota lo raro que se le hace que no supiéramos qué significa.

—¿En serio tenemos que protegernos de esta cosa? No merece la pena si es tan estúpido como dices —a veces no soy quien de contener mis pensamientos, pero eso no quita que sea verdad.

—Lauren tiene razón, ¿por qué no sólo le damos esquinazo y ya? En cuanto no nos preste atención podemos largarnos sin más —dice Tom, que está apoyado en las espalderas de la pared del fondo. 

No le conozco desde hace mucho, aún así puedo notar que últimamente está deprimido. Estos meses los miembros de la partida hemos estado entablando una gran amistad entre nosotros. Puedo ver que hay algo que le aflige desde hace unas semanas.

—El Tardo no es peligroso en el aspecto de que no podrá causaros daños graves en una lucha cuerpo a cuerpo, no tiene mucha fuerza y es una criatura pequeña. Sin embargo, él utilizará vuestros peores miedos para dañaros. Tiene la capacidad de manipular los sueños de quien duerme, haciéndole sumirse en las pesadillas más horribles que os podáis imaginar. Este monstruo os hundirá creando un infierno personalizado para vosotros.

—Ay. Qué bien —dice Brie con una sonrisa fingida en tono sarcástico.

—Exacto —la profesora muestra su comprensión poniéndose a su lado y dirigiéndose a ella—. Por eso no hay que infravalorar al Tardo por su “estupidez”, como 

decís. Es peligroso porque ataca cuando menos te lo esperas, cuando no puedes defenderte, mientras estás dormida.

—Joder —vuelvo a soltar mis pensamientos en voz alta sin poder, querer, evitarlo.

—Bien, el próximo punto a tocar tiene que ver con algo que lleváis viendo en los libros de texto a lo largo de todas vuestras vidas. Os han enseñado que en el antiguo mundo había vegetación; árboles y plantas con flores exuberantes, en La Fosa no hay ni rastro de esas cosas. Cuanto más cerca estéis de los límites exteriores del laberinto os encontraréis con más plantas —ahora se dirige al escritorio de nuevo para sentarse encima. En serio no entiendo por qué no damos estas clases en el aula de al lado—. Al principio se manifestarán con simples hierbajos o hierba baja, luego se irán haciendo más grandes. Esto puede ser un ligero indicativo de si os estáis acercando o no a nuestro objetivo, que es que consigáis sacarnos de aquí.



#4374 en Fantasía

En el texto hay: brujas, hadas, laberinto

Editado: 02.10.2023

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