Perdida
Estaciona el auto en el garaje del edificio. Subimos al cuarto piso, mientras nos mantenemos callados. No dejo de repasar las últimas semanas, lo ocurrido hace minutos atrás en la cena y la expresión de las personas en quienes más confiaba.
Ingresamos a su departamento, con amabilidad me pide que me siente.
— ¿Quieres beber algo? —ofrece atento.
—Lo más fuerte que tengas —le pido desganada.
Asiente y se dirige a la cocina.
Permanezco inmóvil, con mi mente yendo y viniendo en tantos pensamientos, en tantos recuerdos, que creo podría colapsar.
—Aquí tienes —la voz de Víctor, me devuelve.
Me extiende la copa.
—Gracias.
Bebo de un sorbo el tequila que sirvió para ambos.
— ¿Cómo te sientes? —pregunta después de un rato.
Observo la copa, como si fuera lo más interesante.
—Perdida —respondo con sinceridad. Alzo la mirada encontrando sus ojos miel, mirarme con pena —No dejo de pensar en todo. En ese día que me entregaste las pruebas de lo que yo, ya sospechaba. En los días siguientes, en la tortura que fue fingir lo que sabía. Esperar, que alguno me dijera la verdad. En lo ocurrido esta noche. En como años de mi vida, de amistad, de amor; se acabaron así, sin más. En fin, me siento a la deriva... como un bote que quedó varado en alta mar, sin un faro que lo guíe.
No pudiendo retenerlo, dejo que el líquido salado emane de mis ojos.
—No sé qué decirte. Me siento impotente al no poder hacer nada para ayudarte.
—Digas lo que digas, no lograrías que esto que siento... se apague —le hago ver, sorbiendo el llanto—. Y me has ayudado, gracias a ti, pude confirmar todo. De no haber sido así, me habría casado llena de dudas, desconfiando —apunto—. Además fuiste en este tiempo el único que me contuvo, la única persona que me ayudó a hacerlo mas llevadero. A no enloquecer de rabia.
—Sabes que siempre puedes, y contarás conmigo. Eres mi prima adorada —declara con calidez. Asiento sin poder hablar—. ¿Qué harás ahora?
Seco mis lágrimas, inhalando hondo.
—Alejarme —digo seria. Él arruga el ceño—. Me iré, no puedo quedarme. No puedo enfrentarlos, no quiero. Estoy demasiado dolida, furiosa, y no tengo idea de lo que pueda pasar si me quedo.
—Pero, ¿adónde irás? ¿A la playa?
—No, será el primer lugar al que irán a buscarme. Y no solo ellos. No quiero saber nada de nadie, Vic, necesito irme para... superar esto. Quedándome no lo haré, me conozco.
—Lo entiendo, pero adónde irás. ¿No vas a decirme?
Niego rotunda.
—Estaré bien, no te preocupes —le aseguro.
— ¿Que no me preocupe? —chasquea la lengua, negando— ¿De verdad no me lo dirás? —cuestiona con seriedad. Vuelvo a negar, decidida—. Sabes que tu padre, tu hermana y mi madre, me volverán loco. Se molestaran conmigo, pensarán que lo oculto.
—No puedes decirles algo que no sabes —señalo serena. Hace un gesto en desacuerdo—. Escucha, tanto mi padre como Leonor han hecho su vida sin siquiera molestarse en saber cómo iba la mía. Así que no les debo nada, tú menos. Es mi decisión. Si te buscan, diles que estaré bien, que cuando esté lista; volveré. Además no sería la primera vez que no saben de mí —añado, zanjando el asunto.
—Sí, pero esto es diferente —murmura, y entiendo porqué lo dice—. Pero es tu decisión, como dices, solo que no saber dónde estarás, nos tendrá preocupados... —bajo la mirada —; te echaré de menos. Te echaremos de menos. Pero respeto tu decisión, porque sé por lo que has pasado— expresa con ternura, mirándome atento —. Eso sí, llámame. No estaré tranquilo. Si no lo haces; pondré al ejército de ser necesario para hallarte y estirarte de las orejas, ¿me oyes? —Advierte.
Sonrío un poco a pesar de todo. Nonna solía decirme lo mismo.
—Lo prometo.
Minutos después saca su móvil que no ha dejado de recibir llamadas y mensajes. El mío, que lo dejé en el auto, debe estar en las mismas condiciones.
—Es mamá, atenderé solo para que se quede tranquila de que estás bien. ¿De acuerdo?
Afirmo, y él se aleja para hacerlo.
Contemplo pensativa el departamento que renta, y al que viene cada tanto para pasar tiempo solo. Por lo que nadie sabe del mismo. Solo yo.
Víctor es hijo de mi tía Judith, hermana de mi madre. Desde que mi Nonna, Luisa, no está, ellos pasaron a ser todo en mi vida: mi familia, mi contención. Y aunque tengo a mi padre y hermana; mi relación con ambos no es unida ni nada semejante.
—Casi me deja sordo —refunfuña regresando—. Todo es una locura, tu padre, tu hermana, Gael y...
— ¡No! —lo detengo—. No quiero saber nada, ni siquiera los nombres.
—Bueno, es que...
—Por favor... no necesito saber nada de ellos.
Suspira resignado.
—Sabes que evadirlo no es la solución.
—Lo sé, lo sé... —contesto exasperada—. Pero al menos me da espacio, tiempo. Los enfrentaré a mi regreso, pero para eso debo ser yo. Y no lo como estoy ahora. Entiende, querré que sufran más, y a pesar de todo lo que han hecho, de la herida que me han causado... me siguen importando —admito bajito.
Se acerca, sentándose a mi lado, me atrae hacia sí, y yo me cobijo en él.
—Esta bien, comprendo. Y sé que lograrás superar esto, y lo que sea, ranita —sonrío apenas, al oír ese apodo que me puso en la niñez—. Ahora será mejor que intentes descansar, te prepararé la cama.
— ¿La cama? No Víctor, puedo dormir aquí en el sofá.
— ¿Qué clase de hombre crees que soy? —se queja— Dormirás en mi cama, yo aquí. Punto —sentencia.
Deja un beso en mi coronilla, y se aleja rumbo a su habitación.
*
A las 5:00am abandono la cama, con sigilo me dirijo al living y busco las llaves de mi auto. Cuando las tomo, sin casi respirar me acerco a la puerta principal.
Antes de abrir, lo contemplo dormir. Sé que se molestará cuando despierte, que no merece me vaya sin despedirme; sin embargo lo conozco y no desistirá hasta convencerme de que lo deje acompañarme al aeropuerto. Y conociéndome mejor; me dolerá y terminaré cediendo.