Desconcierto
Abro los ojos cuando un fuerte sonido me obliga a despertar. Al sentarme, miro confundida que he dormido en el sofá. »¿Por qué estoy aquí? « me pregunto desconcertada. Sin embargo la respuesta acude, en cuanto mis ojos captan mi Tablet a un lado.
Luego de bañarme e instalar el resto de mis cosas en la habitación, me acosté con la intención de solo descansar por un momento. Pero el agotamiento era tal, que me quedé dormida casi de inmediato. Desperté horas después, cuando sentí el frío abrazándome las piernas descubiertas, ya que solo vestía con mi bata de baño. Luego de intentar, sin éxito, encender el hogar, –a pesar de que hallé otra nota del dueño –, no lo conseguí. Y por si fuera poco, descubrí que el cargador de mi teléfono no servía.
Frustrada bajé para comer alguna cosa, mientras revisaba en la Tablet mi correo, y avisaba a Víctor que hoy intentaría llamarlo, explicándole el motivo. Así fue como me volví a quedar dormida, en el sillón frente a la cálida chimenea del living.
Nuevamente el sonido, que ahora sé es el timbre, llama mi atención. Me incorporo, frunciendo el ceño;
¿Quién podrá ser a esta hora?
Mi mente se detiene ante otra pregunta que surge; ¿Qué hora es?
Cruzo el hall de entrada, me acerco a la mirilla en la puerta, y la veo. Arrugo el ceño.
Abro, encontrando a la chica de ayer, la cual no recuerdo el nombre.
— ¿Hola? –expreso aún somnolienta.
— ¡Hola! ¿Te desperté? —indaga con curiosidad.
—Algo así —respondo, frotándome el rostro.
— ¡Ay, perdoname! Yo.., creí que... —musita abochornada.
—No te preocupes —le quito importancia, alisando mi cabello — ¿Necesitabas alguna cosa? —indago curiosa.
—No, no... –murmura negando —Solo quería saber cómo pasaste la noche. Pero mejor me voy así seguís durmiendo, y disculpame de nuevo. Nos vemos —se despide.
—Espera —la llamo, abrazándome cuando la brisa fría se cuela a través de mi fina camiseta gris — ¿Quieres pasar? —me encuentro invitándola.
Voltea a verme, dudosa.
—No quiero ser molesta, ya te desperté y...
—Tranquila, no pasa nada. Ven —señalo hacia adentro.
Vacila un momento. Finalmente acepta, e ingresa.
La sigo, se detiene cerca del sillón donde hace minutos dormía. Paso por su lado, para buscar la hora en la Tablet. Sorprendida veo que son las 12:18am.
— ¿Dormiste acá? —inquiere contrariada. Me vuelvo para mirarla — ¿No te gustó la cama?
Sonrío apenas, negando a su última pregunta.
—No, me quedé dormida allí, eso es todo. Entre el cansancio del viaje y el cambio de horario... —comento como explicación, evitando mencionar que no logré encender el hogar en el dormitorio.
Asiente entendiendo.
Me dirijo a la cocina para preparar café, que cabe decir, gracias al señor notitas sé que hay, y dónde se encuentra cada cosa en la cocina. Encontré varias de sus indicaciones repartidas ahí.
— ¿Quieres un café? —le ofrezco a ella, que está parada en el mismo lugar, observando su alrededor.
—Te agradezco, tomé mate hace un rato —declina con amabilidad.
Asiento, sintiendo nostalgia ante la mención. Nonna adoraba tomarlo, y yo al verla todas las mañanas en ese ritual que nunca logré me gustara.
—Confieso que no solo vine a ver cómo pasaste tu primer noche —la escucho decir, y me detengo para mirarla. Luce un poco nerviosa. Por lo que aguardo, con gesto amable —Quería saber si te hace falta alguna cosa, ya que estoy yendo al centro a comprar. Siendo que apenas llegaste y... —habla con cautela, midiendo mi expresión. La contemplo pensativa, y con un poco de asombro —No sé, creí que podría traerte lo que quisieras, o por ahí... Te gustaría venir —. Concluye vacilante.
Alzo las cejas.
Pestañeo contrariada, ya que no me esperaba esto último.
—Bueno, yo... —balbuceo —No tenía planeado salir hoy, mucho menos a comprar —comento despacio.
Ella sonríe, como si hubiera esperado esa respuesta. Asiente, relajada.
—En ese caso, me voy, así podés desayunar tranquila. Cualquier cosa, ya sabés, tenés mi número —me guiña.
Acto seguido, levanta la mano a modo de despedida.
La sigo con la mirada mientras cruza el living hacia la salida. Escucho la puerta, y entonces, cae un pensamiento que me impulsa a seguirla.
— ¡Espera! —le pido, llegando la puerta justo cuando la cerraba.
Se asoma, aguardando intrigada.
—Recordé que el cargador de mi celular no funciona. Necesito uno nuevo —explico.
—Ah, bueno. ¿Querés que te traiga uno? Decíme qué teléfono tenés —pregunta atenta.
—De hecho, ¿podría ir contigo? —planteo, pensando que después de todo sería bueno ir y poder comenzar a conocer.
Una amplia sonrisa ilumina su rostro.
— ¡Claro! Con gusto.
—Perfecto, ¿me esperas unos minutos?
— ¡Sí, tranquila! Incluso podés desayunar. Creo que tengo mi taza térmica en el auto, si preferís llevarlo —ofrece serena, sin dejar de sonreír risueña.
Le devuelvo la sonrisa, contagiada de la suya. Me sobrepasa su manera tan afable de ser, aunque adivino así es su forma de manejarse. A pesar de ser una extraña y no conocerla, me agrada.
—Gracias —solo digo.
Subo al dormitorio y sin perder más tiempo entro al sanitario. Lavo mis dientes, mi rostro y cepillo mi cabello, recogiéndolo en una cola de caballo. Luego busco entre la poca ropa que saqué de una de mis maletas, qué ponerme. Me inclino por un pantalón vaquero claro, un suéter color crema de cuello alto y un abrigo largo negro. Mis converse blancas y listo.
Vuelvo a bajar, revisando en mi bolso lo necesario, cerciorándome que nada falta.
Al llegar al living, la veo pasearse de un lado a otro, con el teléfono a un lado de su rostro. Conversa ligera, ignorando que ya estoy aquí.
—Ya sé, ya sé. No hace falta que me lo repitas tantas veces... Ajá, ajá... ¡Ash! Sos un pesado —se queja.