Díselo a tu Corazón (libro 1)

– 11 –

Desconocidos 
 


Abono mis compras minutos después. Y aunque creí que no era mucho, no tomé en cuenta mis demás bolsas. En el momento que retiro de los lockers las mismas, me doy cuenta que compré como si tuviera vehículo. No lo había pensado y ahora tendré que buscar la manera de poder regresar con todo sin perder nada en el camino.

Salgo al exterior buscando impaciente algún taxi u otro transporte. Comienzo a caminar hacia la otra esquina, tal vez allí pueda conseguir cómo llegar. Pero unos metros bastan, para que empiece a sospechar que no lo lograré, ya que percibo una de las bolsas comenzar a pesar más que las otras. Es la que tiene la botella. Al mirar compruebo que la empleada colocó el tequila con otras latas pesadas en una bolsa demasiado delgada. Se romperá, y eso provoca que mi buen humor se esfume.

» ¡Genial! «

— ¡Eloísa! —escucho a mis espaldas.

Giro en redondo, y ocurre. La manija se desprende y todo, cae al suelo.

— ¡Maldición! —suelto indignada.

Me agacho de prisa para qué, cuando la botella caiga no lo haga desde mi altura y se rompa sin más. Por suerte, no le pasa nada.

—Esperá, te ayudo. —Beltrán se detiene frente a mí, se inclina y deja sus propias compras en el suelo.

Sin esperar comienza a recoger lo que se ha salido de la bolsa. Resoplo molesta al no darme cuenta que esto podría pasarme. Y más porque llegue caminando hasta aquí, ¡en qué pensaba!

Cuando acerco mi mano al tequila, sus largos dedos lo toman tambíen, rozando apenas los míos, que retiro de inmediato. Alzo entonces mi rostro, encontrándome su  mirada y su sonrisa afable. 
Instintivamente me echo hacia atrás.

—Gracias. —Murmuro en automático.

—De nada. Dame algunas cosas así te ayudo, y guardamos esto ahí. —Propone extendiendo su mano.

—Te lo agradezco, pero no…

—Te llevo. Ya ibas para la casa, ¿no? —Me corta antes de que pueda terminar de hablar.

Lo observo por un momento.

—Sí, ya iba de regreso, pero… ya ves. —Señalo las cosas frustrada.

—Por eso, dejame que te ayude.

—No te molestes, de verdad. Solo dime dónde puedo conseguir un taxi —Pido apuntando a la calle.

—No suelen pasar por acá, y la remiseria está a dos cuadras. —Indica detrás de mí.

— ¿Remiseria? —Repito curiosa.

—Es un servicio parecido al taxi.

—Como, ¿Uber? — Ejemplifico.

—Sí, algo así. Pero no es una app. Haceme acordar que te dé el número de un amigo que es remisero. Para cuando quieras volver a salir. —Repone con amabilidad.

Asiento, mientras lo veo levantar todo.

—De verdad, no tienes que hacer esto.

—Sí tengo. —Dice con firmeza. — ¿Vamos? Tengo la camioneta por allá —apunta con el mentón, agachándose por sus cosas.

Sin esperar a que diga que acepte, se echa a andar en esa dirección. Contrariada, lo sigo.

Cruzamos la calle hasta llegar a una 4X4 negra. Abre la parte de atrás que a su vez está cubierta por una especie de lona y allí coloca las bolsas. Le entrego las que aún cargo, y también las pone ahí.

—Andá, yo las acomodo. —Señala la puerta de acompañante. Dubitativa me dirijo hacia allí. Abro la puerta pero entonces su voz me detiene — ¿Querés ayuda para subir? —En su voz distingo cierto humor.

Lo miro extrañada.

—No, puedo sola —respondo mirándolo por encima.

Una sonrisa divertida se extiende en su boca.

Frunzo el ceño. » ¿Qué le dará tanta gracia? «

Subimos un momento después, disimulando me echo un vistazo en el espejo retrovisor. Nada. No tengo nada que pueda considerarse gracioso. Y, sin embargo cuando lo miro de soslayo, esa expresión, como si hubiera visto algo divertido; sigue en su rostro.

Clavo la vista al frente, sintiéndome extrañamente incómoda al ser excluida de un instante chistoso, al menos así lo parece.

Enciende el motor entonces, para un segundo después ponerlo en marcha.

En los siguientes minutos permanecemos en silencio, algo que me hace sentir más incómoda. Me concentro en el exterior, evitando mirarlo.

—Maia me contó que vinieron juntas hace unos días —su comentario rompe con la burbuja silenciosa.

—Ah, sí. Fue muy amable al buscarme para que conociera… —comento sin verlo.

—Propio de ella. —Dice, atrayendo mi atención. Sacude la cabeza, con semblante relajado. —También fueron al bar. ¿Qué te pareció?

—Muy lindo, me agradó.

—La inauguración es en una semana —Musita concentrado en el camino. —Te habrá comentado que la remodelación fue su proyecto.

—No, no lo hizo —sonrío al pensar lo bien que se veía el lugar. —Debe sentirse orgullosa, quedó muy bien.

—Le dije lo mismo. Yo lo estoy —Añade dirigiéndome una mirada. En sus ojos el brillo refleja sus palabras.

No digo nada, solo le sonrío.

Un minuto después estaciona frente a la casa. Bajamos, retira mis bolsas de la caja trasera y me las entrega.

—Muchas gracias por todo.

— ¿Querés que te ayude a llevar eso adentro? —señala mis manos.

—Oh, no. Ya estoy bien, aquí me encargo yo. —Le aseguro, dando pasos hacía atrás.

Sus ojos negros siguen mi movimiento con atención. Luego, añade la misma sonrisa de antes, lo que provoca me detenga, frunciendo las cejas.

—Nos vemos, Eloísa. —Alza la mano despidiéndose.

—Adiós. Y nuevamente gracias. —Mi voz sale vacilante.

Mueve sus manos restándole importancia. Sube a su camioneta, y se marcha. 
Me quedo observándolo, bloqueada, y no tengo idea de por qué.

***
 


 

Después de guardar todo, y prepararme el almuerzo, llamé a mi primo tal y como le había prometido. Hablamos durante unos veinte minutos, donde intentó no hablar del tema que me tensa. Pero inevitablemente ocurrió, sin embargo traté de tolerarlo. Me recordó también que debo llamar a papá, ya que sigue insistiéndole. Noté en su voz una rigidez que no es propia en él. Así que lo tranquilicé, asegurándole que lo haría. La idea no me entusiasma demasiado, pero no dejaré que lo fastidie acusándolo de ocultar el dónde me encuentro. 
 




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