Díselo a tu Corazón (libro 1)

– 15 –

Pequeño intruso


 


Mientras observo a mi pequeño intruso, acurrucado contra el árbol; contemplo mis opciones que son básicamente: ningunas.

¿Qué se supone que haga? 
No conozco a nadie aquí, ni siquiera he visto a mis nuevos temporales vecinos. No tengo idea de dónde pudo haber salido este niño. Y por si fuera poco no ha respondido a ninguna de mis preguntas.

Espera... tengo una opción, después de todo. Y no requiere que corra, gracias al cielo, ya que el dolor se intensifica por cada segundo que estoy aquí parada frente a esta... inusual visita.

Deslizo mis dedos por la pantalla de mi teléfono y llamo a la única persona que puede ayudarme.

- ¿Elo?

-Am, hola Maia disculpa que te moleste pero...

- ¡Ay Elo! Perdoname, no puedo hablar ahora. Se nos presentó algo y... después te llamo, ¿sí? -su voz agitada y preocupada me alertan.

- ¿Estás bien?

-No, la verdad que no -suspira -Tomás, mi sobrino... no lo encontramos por ningún lado. Salió de casa y... no está donde pensábamos. -Escucho una voz de fondo, y sé que es su hermano.

Fijo mi mirada en el niño.

-Maia, tu sobrino ¿tiene pantalones azules, una camisa celeste y cabello oscuro?

- ¿Qué? ¿cómo...? Sí, sí. Así está vestido, pero vos cómo...

-Porque lo estoy viendo. Está aquí, en la casa. Precisamente en el patio trasero.

- ¡¿En serio?! -exclama. Le habla a alguien, algunos murmullos exaltados y luego... -Eloísa, por favor, tenelo ahí que ya vamos -es Beltrán.

Ante su tono de preocupación, hago una mueca.

-Tranquilo, aquí estaremos.

Corto la llamada y trato de mantener el peso en mi pierna buena.

-Así que... ¿te gustan las travesuras? -digo mirándolo y suavizando mi expresión.

No dice nada. Permanece quieto, sus ojitos negros fijos en mi rostro, algo tenso. Intento sonreírle para intentar infundirle confianza.

-Cuando éramos niños, mi primo y yo una vez nos escondimos de mi tía y mi abuela en el hueco que había en un gran árbol en el parque al que nos llevaron. Nos divirtió cuando no nos hayaban... sin embargo, a ellas no les hizo mucha gracia. No después de buscarnos hasta debajo de las piedras, se preocuparon mucho-rio un poco ante el recuerdo. -Pero nos dejó de divertir cuando nos atascamos allí y algunos bichos nos comenzaron a caminar por las piernas, fue realmente aterrador, así que supongo que merecimos el castigo -sonrío cuando pienso la desesperación que nos invadió.

No sé porqué le cuento esto. Aun así, el hijo de Beltrán no emite sonido alguno. Solo me observa con el rostro serio. Me evalúa, diría.

- ¡Elo! -escucho la voz de Maia.

Volteo a verla. Beltrán la sigue, y en cuanto ve a su hijo pasa casi corriendo hacia él.

-Hola -la saludo a ella, que llega hasta mi.

-Hola -suelta el aire pesadamente. -No tenés idea el susto que nos llevamos. Lo que todavía no entiendo es, ¿qué hace acá? -lo mira con alivio.

Dirijo mi atención de vuelta al padre y al hijo. Y me quedo congelada al ver a Beltrán hacer señas a Tomás.

Pero no son señas cualquiera, le habla... lo reprende, pero con tranquilidad, con cariño.

Es cuando comprendo todo. El niño no me respondía porque tuviera miedo de mí o desconfianza. Es porque es Sordomudo.

Las manos de Beltrán se mueven con paciencia mientras le habla en su lenguaje, sin embargo su gesto es tremendamente serio, y su hijo lo nota. Por lo que con fijeza lo observa, su mirada expresando arrepentimiento pero a la vez, una determinación que desconozco a qué se deba.

Pronto, cuando su padre acaba, él comienza a mover sus manos, respondiendo con firmeza. Al verlos así, uno frente al otro, no se puede negar el parecido ahora que con detenimiento miro al pequeño.

-No es la primera vez que lo hace; irse, lo que no nos sorprende-habla Maia junto a mí, por lo que me vuelvo un poco hacia ella. -Lo que lo hace es que haya venido acá. Esta casa dejó de gustarle a los dos. Aunque... -se queda pensativa, y alza la mirada-, ahora que lo pienso, este árbol siempre le gustó. Y ese era su lugar favorito. Podía estar ahí sentado por horas.

-Ya veo -es todo lo que digo, volviendo a mirarlos.

Un momento después Beltrán acerca su hijo, lo abraza, besa su cabeza y lo pone de pie. 
Se aproximan a nosotras.

-Gracias -me habla él, mientras tía y sobrino se abrazan, y ella le dice algo en su lenguaje.

-No hay de qué. En realidad no hice nada.

-Te quedaste con él, nos avisaste.

-Bueno, hice lo que era correcto, además no sabía a quién acudir ante la situación.

Asiente, mirando a Tomás.

-Te pido disculpas por esto.

-No debes hacerlo, me sorprendió, sí. Pero de alguna manera me alegra que haya venido aquí. Es decir, tú y su madre debieron asustarse mucho. Es bueno que no fuera a otro sitio.

Emite un 'mmhmm', haciendo una mueca con sus labios.

-Tenés razón en una cosa. Fue bueno que vieniera acá -su mirada oscura hace que quiera sonrojarme.

De acuerdo, lo logró.

-Yo... será mejor que entre. Me duele un poco la pierna -digo alejándome de esos ojos.

Me acerco al niño que está aferrado a la cintura de Maia mientras la mira hablarle. Cuando siente mi acercamiento, voltea su cara.

Esa misma mirada...

»Me gustó conocerte Tomás. Yo soy Eloísa, y si gustas puedes venir a visitarme cuando quieras. Pero siempre y cuando tu papá o tu tía lo sepan y estén de acuerdo. ¿Sí?

Abre sus ojitos con asombro en cuanto termino de hablarle en su lenguaje. Me percato de que su padre y Maia se quedan igual de sorprendidos.

»Gracias. Es su respuesta.

Le sonrío, y me despido de él con un gesto de mi mano.

- ¿Necesitás alguna cosa? Vamos a llevar a este diablito y después puedo venir a ayudarte en lo que necesites -se ofrece Maia.

-No tranquila, estoy bien. Gracias de todas maneras.




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