Díselo a tu Corazón (libro 1)

– 17 –

Cosquilleo inadecuado
 


—Muy bien, veamos, cómo rayos es esto —miro de un lado a otro el aparato frente a mí.

La lavadora, o lavarropas –como lo llaman aquí–, parece ser algún tipo de nave intergaláctica para mí, ya que llevo unos buenos diez minutos intentando hacer que funcione. No parecía nada del otro mundo. Pero claro, cuando no estas familiarizada con estas cosas, puede ser una tarea difícil.

Y no es que nunca hubiera tenido una, Nona me había regalado cuando me mudé a un acogedor apartamento. Lo di buen uso, pero luego cuando Gael y yo decidimos vivir juntos, él sugirió que no lavara sus perfectas prendas allí, que prefería llevarlas a la tintorería. Claro que al principio pensé que no hacía falta y era un gasto totalmente innecesario, sin embargo, cuando comenzamos a trabajar full time terminé adoptando esa costumbre. Así que, por eso aquí estoy, intentando descifrar cómo mierda hacer que funcione ya que es un modelo que no conozco. Es bastante moderno con todos sus botones, y perillas. ¡Perfecto!

Compruebo una vez más que el adaptador esté conectado… sí, lo está. ¿Entonces dónde está la falla?

Vuelvo a girar la perilla hacia ON, preparándome para el fracaso y…

— ¡Funcionas, maldito! —digo victoriosa cuando la pantallita se enciende con un alegre celeste fluorescente. —Finalmente me dejarás usarte, ¿eh?

Probando los programas, elijo el adecuado para mis prendas todas de tonos claros. Oprimo el botón de 'iniciar' y listo. Un suave ruidito me avisa que se pone a trabajar.

Giro para regresar a la cocina y revisar mi lista de correos mientras bebo de mi té, pero un golpeteo me detiene en seco. Me vuelvo a mirar la jodida cosa.

— ¿Y ahora qué?

Pronto comienza a tambalearse y proferir unos ruidos que me hacen pensar que estallará. Y las sacudidas se intensifican.
De repente una manguera fina salta de la parte de atrás, sacudiendo agua de aquí para allá.

¡¿Qué demonios?!

Me acerco preocupada para tratar de desconectarla, y en el proceso, el agua continua con su misión de mojar todo. La espuma no tarda en acompañar.

— ¡Mierda! —grito molesta. Mi ropa, y no la que llevo puesta.

¡Arruinará mi ropa!

Finalmente consigo desconectarlo, y en cuanto se detiene abrupto, exhalo otra retahíla de palabras desagradables.

—Esta visto que mis Chingadas cosas te causan problemas —ante esa voz grave y divertida, me quedo paralizada.

Volteo hacia la puerta que lleva al patio trasero, y ahí está él. En su rostro una sonrisita jocosa, su mirada penetrante con un brillo que hace mis pies se adhieran al piso de cerámica. Apoyado en el marco, sus manos dentro de las bolsas de sus pantalones deportivos; sus bíceps marcándose bajo la tela de su ceñido suéter azul.

¿Desde cuándo soy tan observadora?

— ¿Qué pasó Elo? —la voz de Maia, que se asoma desde el costado, me saca de mi alarmante inspección. — ¿No es mejor que te bañés arriba? —bromea soltando una risita.

Pasa a su hermano, mientras él, observa el desastre.

—Digamos que tu casa no le agrada que la habite —suelto mirando mi apariencia.

Mi cabello atado en un moño desprolijo en lo alto de mi cabeza. Varios mechones húmedos colgando de los lados. Mi camiseta negra con el logo de una revista Vogué que Víctor me trajo de su último viaje, y un pantalón de chándal en gris. También mojados ahí y allá.

¡Glamour total!

Alzo la mirada nuevamente, pero esta se detiene en la personita que ingresa de la mano de Maia. Es Tomás, que mira de un lado a otro, para luego mirarme a mí ampliando sus ojos con asombro.

—Mmm, prometo que pagaré cualquier daño hecho a tu lavadora —me dirijo a Beltrán.

—Va a quedar saldado si la ropa de ahí adentro se arruinó —hago una mueca ante eso. —Es chiste, lo voy a revisar después, no debe ser nada.

Emito un leve 'Ujum'.

Luego miro directamente al pequeño.

»Hola Tomás, ¿cómo estás? Me agrada mucho verte.

Él levanta su mirada hacia su padre, y este le dice que responda.

»Hola, estoy bien. Le pedí a mi papá y a mi tía venir.

»Y a mi me encanta que hayas querido hacerlo. Pienso rápidamente si quedaron galletas. Sí, creo que sí. » ¿Quieres entrar? Tengo zumo de naranja, algunas galletas y creo que algo de chocolatada.

Niega.

»Solo vine porque extrañaba mi árbol. Quiero estar ahí un rato.

Le sonrío amable.

»Por supuesto, la tarde esta muy bonita para estar ahí abajo.

Solo asiente y acto seguido se escabulle hacia afuera.

—Ojalá no sea molestia que lo hayamos traído, pero se puso denso con el tema. —Explica Maia mientras lo ve alejarse.

—Para nada, yo lo invité. Puede venir cuando quiera —dejo claro. —Subiré a cambiarme de ropa un momento. ¿Quieren pasar y beber algo? —les ofrezco mientras camino hacia la cocina.

—Yo preparo, vos subí tranquila —propone Maia detrás de mí.

—Voy a la camioneta por la caja… —enuncia Beltrán desde el umbral.

Giro para mirarlo, pero ya se ha ido.

— ¿Tenés para unos mates? —me pregunta ella pasando por mi lado.

—Am sí, allí está todo.  —Señalo el mueble superior.

—Bueno, andá antes de que te resfries.

Le sonrío, alejándome hacia las escaleras.

**

Veinte minutos más tarde ya estoy de regreso. Entro en la cocina, pero no hay nadie allí. Sin embargo escucho sus voces en el lavadero. La risa de Maia por algo que seguramente ha dicho Beltrán, me hace sonreír. Cruzo la puerta, y los veo hablando mientras observan la parte de atrás de la lavadora que ahora, está abierta.

—Disculpen si tardé, tuve que ducharme ya que tenía jabón en el cabello —anuncio al par.

Ambos alzan la mirada.

—Problema resuelto, Be ya descubrió que pasó con el lavarropas —comunica Maia señalando el mismo.




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