Díselo a tu Corazón (libro 1)

– 19 –

Conflictuada



 


La apertura del local, será a las 22:00 pm. Exactamente dentro de una hora. Después de la culminación de nuestras tareas, hace unas tres horas atrás, y haber dejado todo listo para la gran noche, hicimos una pre-celebración, brindando con tragos que preparó Luciano. Algo que fue como la cereza del pastel. O la frutilla de la torta, como se encargó de decir Luciano, al día agotador, pero satisfactorio en gran medida.

Salgo del baño sintiéndome renovada después del agua caliente. Reviso mi Whatsapp, encontrando el mensaje que Víctor me envió mientras me duchaba.

Mamá ha estado preocupada por ti, como ya te imaginaras. No le he dicho donde estás, pero sí que estás bien, y sé en que lugar. No hace falta que te diga lo intensa que se puso a mi negativa de decirle la verdad. Sin embargo se ha quedado tranquila ahora, sabiendo que yo lo sé.

Es su respuesta a mi interés por el estado de mi tía.

Ella, al igual que Nonna, siempre se encargó de que el amor no me faltara por sobre todo lo demás. Incontables veces fue mi cómplice y consejera, cuando mi abuela no quería abordar ciertos temas con los que no se sentía cómoda.

Dile que la quiero, y la añoro todos los días. Que pronto estaré de regreso. 
Por el momento no le digas, Vic. ¿De acuerdo? Confío en ella, déjale claro eso… solo que no, en la persona que puede buscarla para saber de mí. Su noble corazón, puede fallarle.

Envío.

Él sabe que me refiero a Gael. Judith, mi tía, lo quería en verdad. Y de alguna manera él conseguía convencerla de lo que quisiera. Así es Gael. Cuenta con un atractivo que no es solo físico. Puede envolverte y hacerte creer lo que desea. Si lo sabré ahora… ilusa de mí.

Sacudiéndome de esos pensamientos que solo me amargan, me levanto para arreglarme. Pongo algo de música en mi teléfono y mientras tarareo, me seco el cabello. Luego utilizo mi rizador, por último me maquillo. Nunca he sido buena en la tarea, pero a llevar la cara lavada… algo es algo.

Cuando creo que estoy bien, me acerco a la cama donde dejé el vestido. Es de gasa color rojo con escote en V, suelto y largo hasta un poco por encima de las rodillas. Sencillo y nada revelador.

Me enfundo en él, para después calzarme en solo uno de mis pies las sandalias bajas que son del mismo color. Parándome frente al espejo del tocador, dudo por un momento ante mi imagen. Y no es que me encuentre mal, es solo que…

El timbre de la entrada me sobresalta, haciéndome fruncir el ceño. Reviso mi celular para darme cuenta que ya solo faltan 15 minutos para las 22hs.

¿A dónde se fue el tiempo mientras me preparaba? Ni siquiera fui consciente de ello.

Me apresuro a tomar mi bolso de mano y un abrigo largo en color negro. Desciendo los escalones con cuidado, mientras anuncio que ya voy.

Cerca de la puerta recuerdo agarrar las llaves del mueble en el recibidor. Compruebo hacia atrás para ver que esté todo bien, y luego abro.

Beltrán queda frente a mí. Vestido con una camisa blanca, pantalones vaquero ajustados oscuros, y el cabello corto ligeramente húmedo. En cuanto sus ojos recorren mi apariencia; me pongo nerviosa.

—Hola de nuevo —pronuncia en tono levemente enronquecido.

—Hola de nuevo —digo a mi vez mirando detrás de él.

—Maia nos encontrará allá, algunas amigas suyas van a ir, y va a llegar con ellas —explica a la pregunta que no formulé. —Espero no te incomode que por un rato seamos solos vos y yo.

Lo miro a los ojos.

—No, claro que no. —

¡Mentirosa! Pienso.

— ¿Nos vamos? —Asiento.

Cuando llegamos a su camioneta, abre la puerta de acompañante para mí, y yo le agradezco antes de subir. Me coloco el cinturón de seguridad con dedos torpes. Será una noche difícil si sigue mirándome de la forma que lo hizo hace unos momentos.

Sube un segundo después, hace lo mismo con su cinturón, pero antes de arrancar, se vuelve hacia mi.

Lo encaro.

—Estás muy linda. —Declara con suavidad. Mi corazón se salta varios latidos al oírlo.

El calor se instala en mis mejillas.

—Es decir, lo sos, pero ahora… —se calla al ver que asombrada lo observo. —No tendría que haberlo dicho… perdón si…

—No, no. —Lo detengo, sonriendo animada.—No te disculpes, es solo que… no lo esperaba. Gracias, fue difícil saber qué ponerme. Y no soy buena en maquillarme.

—Para no saber, lo hiciste muy bien —más calor sube por mi cara. Rie despacio. —Mejor me callo, o no solo tu vestido será rojo.

Una risa jovial abandona mi garganta.

—Pasar el día con Luciano tiene sus consecuencias, como ves.

Más risas.

Minutos después el auto se mueve por las mismas calles que recorrimos hoy. No hablamos mucho, algún que otro comentario intercambiamos, aún así, no hacen falta las palabras cuando me contempla de vez en vez con esos ojos agudos que me inquietan. 

 

Llegamos puntuales al bar. La noche en el centro es colorida, ruidosa y llena de energía. Fuera, en la entrada, la fila se extiende y las personas que aguardan entrar, conversan, ríen y se mueven al compás de la música que se filtra desde adentro. Beltrán estaciona en el mismo sitio a un costado del local, e instantes después ambos caminamos hacia la puerta con su letrero ahora encendido rojo y blanco de Salida de emergencia.

Allí un hombre alto, musculoso y con la indumentaria del lugar, nos recibe y saluda a Beltrán con un choque de manos. Se hablan, sonríen, y luego me dedica un saludo distante, pero con una sonrisa afable. Le sonrió tambíen. Mi casero le dice algo, este asiente para después hacerse a un lado.

Entramos, siendo absorbidos por la música, los clientes que ya van ingresando tambíen y buscando donde acomodarse para empezar la noche.

— ¡Vamos a la barra! —me indica por sobre el ruido.




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