Díselo a tu Corazón (libro 1)

– 20 –

Reencontrarnos

 

 


A medianoche el local está a rebosar. La gente, que comenzó a bailar luego de que el Dj  anunciara que la fiesta comenzaba y la música cambiara, se mueven al ritmo de canciones remixadas que no conozco pero que suenan movidas y alegres. Desde que llegamos, no hemos abandonado nuestro sitio seleccionado. Sentada en la misma butaca, con un trago de Margarita en mi mano, observo distraída a quienes me rodean.

Además de Maia y sus amigas, se nos han unido amigos de Beltrán, así como varios primos con sus parejas u otros amigos suyos. A todos fui presentada por él, y todos parecían saber quien soy yo exactamente, lo que me me sorprendió aunque no debería, ya que estoy rentando su casa.

Bromean entre ellos e incluso, llegan a incluirme haciéndome reír. Es un grupo muy divertido, y son tan respetuosos y amables, que no me siento tan fuera de lugar.

En varias ocasiones algún primo o amigo de Beltrán me ha invitado a bailar, algo que he rechazado con una sonrisa de sincera disculpa. A pesar de gustarme el ambiente y el baile, temo complicar mi mejorada lesión en el tobillo. Ellos al entender no insisten.

En cuanto a Beltrán… de vez en cuando se aleja para recorrer el lugar y cerciorarse de que todo marche bien. Y lo sé, porque cada vez que lo hace me lo comenta. Cuando se marcha, respiro profundo. Y es que su cercanía hace que mi piel se sensibilice de una forma inconcebible. Pero luego de tardar en volver, me encuentro buscándolo entre la multitud de cabezas y cuerpos moviéndose.

Esto no es correcto… para nada que lo es.

Luego del debate en mi cabeza y haciendo caso omiso a esos pensamientos en desacuerdo, decidí solo pasarla bien y dejar de ver cosas que quizás nada tienen que ver conmigo. Hacer a un lado la negatividad, al menos por este rato, después de todo, ¿qué rayos tengo para perder? ¿Acaso no es por eso que viajé tan lejos? No tengo por qué traer una y otra vez el pasado. ¿No es así?

—Estas muy pensativa. —Su voz me hace dar un respingo. Giro el rostro para mirarlo. Su mano aún sosteniendo su vaso con Sprite. Y esos iris tan oscuros, tan directos… — ¿Estás bien? —se acerca un poco más.

—Oh, sí. —Digo sonriéndole, pero por mi reacción no se convence. —Es solo que hace mucho calor. —Me escucho aclarar, cosa que no es mentira.

— ¿Querés que salgamos afuera un rato? —propone atento.

Lo pienso por un segundo. ¿Será buena idea?

No, no lo es en absoluto. Aun así…

—Me gustaría, gracias.

Asiente, y después de decirle a su amigo, o primo, ya ni sé; caminamos juntos hacia la puerta por donde entramos.

Camino con cuidado sintiendo más calor ahora con su presencia detrás.

Dios… a pesar de los aromas alrededor, el suyo parece sobresalir sobre ellos, inundando mis sentidos.

Un hombre distinto al que vimos al llegar, abre la puerta para nosotros. Este es un poco más bajo y menos musculoso. Sostiene el panel, mientras me dedica una sonrisa. Le correspondo al instante.

Una vez fuera, el viento fresco alivia mi piel acalorada. Caminamos unos pasos hasta su camioneta.

—Acá esta mejor, ¿no? –menciona apoyando su cadera allí. Su torso hacia adelante y sus brazos cruzados, marcándose debajo de su camisa.

—Sin dudas. —Avalo.

El silencio se instala por un momento, mientras las personas van y vienen caminando por la acerca, entre empujones y risas.

— ¿La estas pasando bien? ¿querés que te lleve a la casa? —me pregunta entonces. —Lo digo por si estas cansada, o aburrida —aclara atento.

—Me gusta el ambiente, la gente… tus amigos son muy divertidos. En verdad la estoy pasando muy bien. Te lo diría si fuera lo contrario —expreso jovial.

—Bueno, me alegra escucharlo. —Dice contemplando a cualquier parte.

—Gracias por invitarme.

—Gracias a vos por habernos ayudado, y después aceptar —musita mirándome con fijeza.

—Para mi fue un placer, en serio. La pasé muy bien —le digo complacida. Asiente varias veces sin dejar de mirarme. Inquieta, pero sin demostrarlo, busco un tema de conversación… algo que aleje por un instante los efectos causado por esa mirada. — ¿Cómo ha estado tu hijo?

Sonríe.

—Bien… —cabecea —Enojado pero bien.

— ¿Enojado? —indago curiosa.

—No quería que saliera hoy.

—Oh, vaya. Puedo imaginar que no le agrada compartirte los días que está contigo —opino pensativa. —Es comprensible que teniendo a sus padres separados, él quiera tenerlos el mayor tiempo posible —planteo con suavidad.

—En realidad… se pone un poco nervioso si no estoy en casa —comenta con seriedad. —Tomás vive conmigo, y a su mamá… se niega a verla. Es una situación complicada.

Sorprendida por lo que me cuenta, me tienta preguntarle por qué, un niño de unos 8 años, no desea ver a su madre. Sin embargo me quedo callada, ya que no quiero meterme en ese espacio que veo es delicado.

—Lo lamento. No debe ser algo sencillo.

—No, no lo es —conviene reflexivo. —La verdad es que me costó venir. No quería dejarlo, pero aunque me cueste admitirlo, porque me hace sentir mal, necesitaba este tiempo, estar con amigos… reír. —Expone con gesto tenso.

—Lo entiendo, y es comprensible. Todos en algún momento necesitamos reencontrarnos con quienes éramos antes de que los problemas nos agobiaran.

Me observa por un largo instante, su mirada perdida por algún pensamiento, tal vez.

— ¿Es por eso que viajaste tan lejos, para reencontrarte con vos misma?

Me quedo callada ante su percepción, inmersa en mi propia mente, mientras Beltrán solo se dedica a mirarme.

Asiente después de un momento, como entendiendo mi silencio.

—En ese caso, entremos y veamos, dónde estamos —extiende su mano hacia mí. — ¿Bailarías conmigo?

Vacilo un instante, mirando su mano extendida esperando que la tome. Alzo la mirada hacia la suya, y aunque toda mi razón repite que no debo mezclar las cosas más allá de lo que es. Otra gran parte de mí, me empuja a aceptar y dejar que ni las dudas ni los miedos se interpongan en algo que no significará nada después de todo.




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