El tiempo
Pasó un tiempo antes de que decidiéramos irnos. Luego del altercado que provocó aquel indeseable, Maia perdió todo el brillo que había tenido durante la noche, reduciéndose a una versión nerviosa y avergonzada que no era agradable de ver.
- ¿Vas a estar bien? -Beltrán se había acercado a ella, para abrazarla.
-Sí, creo que es mejor que no vuelva a casa ahora. Prefiero... no estar ahí -le respondió Maia, mientras apoyaba su cabeza en su hombro.
Me mantuve apartada mientras ellos se hablaban al oído. Sus amigas a mi lado, con expresiones tristes y tensas. Entendí, después de conversaciones que oí, no era la primera vez que ese tipo la incordiaba de esa manera. Que incluso Maia durante un tiempo, había evitado estas salidas por lo mismo.
Eso, y su mirada apenada, me hicieron sentir ganas de buscar al sujeto y hundir mi puño en su cara. No es que yo sea partidaria de la violencia, sin embargo, cuando te topas con este tipo de "hombres"; es inevitable querer darles de su propia medicina.
Después de un momento y de varias disculpas por parte de ella para con todos, se marchó con sus amigas. Pasaría la noche en casa de una de ellas.
Ahora, sentada en el asiento de acompañante en la camioneta, junto a un Beltrán sumido en sus pensamientos y completamente alejado del hombre bromista y divertido que fue durante la inauguración del bar; no sé ni qué decir. Y no es que tenga precisamente palabras acordes a lo que pasó, y a como debe estar sintiéndose sabiendo el estado de su hermana menor.
-Tendría que haberle roto la cara... -murmura entonces, aunque creo que más para sí mismo.
Honestamente, pienso igual, aunque no lo digo, en cambio decido preguntar.
-Sé que no es de mi incumbencia, y tal vez me esté metiendo en un terreno que no corresponde, pero; ¿hace cuánto tiempo que la acosa? Por lo que escuché de los demás lleva tiempo haciéndolo.
-Hace unos meses -responde apretando el volante -Maia y Hernán se conocieron cuando ella tenía 17 años. Él 22. Comenzaron a verse a escondidas, y cuando ella cumplió los 18, lo presentó como su novio. -Sacude la cabeza, en tanto dobla en una esquina. Cuando miro hacia adelante, me doy cuenta que estamos a solo dos calles de la casa. -Al principio parecía una relación buena, tranquila, aunque para ser sincero había algo de él que no me cuadraba... como si esperara en algún momento mostrara más de lo que veía -vuelve a negar. -El tiempo pasó, ellos se mudaron juntos, y mis problemas me absorbieron tanto, que apenas la veía. Mucho después se volvieron a mudar a otra localidad un poco más apartado de acá, y yo... la veía con menos frecuencia, pero las veces que la visitaba, me daba cuenta que algo no iba bien. Ella lo ocultaba, claro, y pintaba todo color rosa -resopla. Estaciona frente a la vivienda, apaga el motor, y se vuelve hacia mí. Su mirada ahora angustiada. -Hace un año que la traje conmigo. La había golpeado... -gira su rostro hacia el parabrisas delantero, sus facciones endurecidas por la impotencia -lo denunciamos, lo detuvieron por unas horas y después... nada. Quedó con una orden de restricción que ella debe renovar cada mes, pero él se los salta importándole una mierda, como es de esperar. ¿Sabés qué es lo peor? Que si yo le hago algo a ese hijo de puta, el que va en cana soy yo, hasta una multa me pueden hacer... mientras él no deja de joderle la vida. La justicia como siempre perjudicando al inocente.
El silencio se hace entre nosotros por un momento, en el cual intento elegir bien las palabras a decir; a pesar de que no hay ninguna.
-A veces... -susurra de pronto atrayendo mi atención a su rostro. Luego él hace lo mismo -, a veces me da miedo que mi hermana termine siendo parte de esa lista de mujeres víctimas de Femicidio.
Mi respiración se detiene.
-No... no debes pensar eso... -me escucho decir aunque son palabras huecas. Claro que lo piensa, ¿quién no?
-Maia se merece estar tranquila de una vez. Y no te das una idea de la impotencia que siento de no poder darle eso... de haber estado tan ajeno a lo que le pasaba... de, tantas cosas -Respira hondo, sacudiéndose el cabello.
-No puedo siquiera imaginar lo que sientes, o lo que es para ella pasar por esto. Nadie lo merece. Pero estás con ella ahora, que es lo importante, y pensar en lo que podías haber hecho antes, de nada sirve. Tal vez habría pasado de todas formas -me acerco con cautela, apoyando mi mano en su antebrazo. -Todo lo que hagas hoy por ella es lo que cuenta, no te haces bien pensando en el pasado y en los hubiera.
Ladea su cabeza mirando mi mano y mi rostro de vez en vez.
-Gracias. No quise hablar de más. Supongo que el enojo aflojó mi lengua.
Sacudo mi cabeza.
-Esta bien, en ocasiones es mejor hablar de lo que nos molesta.... Ponerlo en palabras.
-Puede ser. -Conviene mirándome atento. Alejo mi palma de él. -Espero que a pesar a todo te haya gustado la salida.
-Me gustó, te lo aseguro. -Le sonrío un poco.
-Bueno, si querés volver ahí, solo andá y te van a dejar entrar. Ya les avisé a los de seguridad. Te van a cuidar bien -menciona relajándose.
- ¿Ah sí? -asiente -Y me pregunto, ¿fue un pedido o una orden?
-Las dos cosas. -Se encoge de hombros.
Rio por lo bajo.
Medio segundo después bajamos del auto. Caminamos hacia la reja de la entrada, y nos detenemos uno frente al otro.
-Muchas gracias por este día, me lo pasé muy bien.
-Yo también. Se puede repetir cuando quieras -dice sonriéndome con cautela.
-Te tomaré la palabra -advierto jovial.
-Muy bien. -Solo dice.
Durante un segundo, o minutos tal vez, permanecemos así. Mirándonos y vacilando. Como si quisiéramos decir alguna cosa más para extender el tiempo.
Lo extraño, es que busco algo que decir para hacerlo. Alguna cosa, lo que sea...
-Que duermas bien, Eloísa.