Oportunidad
—Tenés que convencerlo, Beltrán. Es la tercera vez que falta a la cita.
— ¿Y qué prentendés que haga? ¿Le ato una soga al cuello y lo arrastro a verla? No quiere , no acepta que las cosas sean así. ¿Te pensás que ya no lo hablamos? —expongo malhumorado.
—Puedo entender lo difícil que es para él. Pero las cosas son así, el juez…
—El juez puede venir cuando quiera a mi casa y hablar, y explicar todo el tema legal sin que consiga nada. —Me paseo de un lado para otro en la oficina. Detestando lo que esta pasando. —Cada vez que presionan así, se escapa. Esta última vez casi pensé que no lo iba a encontrar. Es una mierda de situación, Roberto. Soy muy consciente de cómo son las cosas, y que tenés razón en lo que me decís. Pero qué hago, Tomás no quiere, se niega a ver a Ayelen.
—No puede seguir así. Ella tiene sus derechos, y si sigue pasando el juez puede pensar que sos vos el que influencia esa actitud. —Vuelve a explicar. Resoplo con cansancio. —Mirá, yo sé que no sos vos el que propicia esto, y no creas que no me importa como se siente Tomi respecto a verla, pero es su mamá. Y de alguna forma deben volver a establecer ese lazo de madre a hijo. Ella está tratando de hacer las cosas bien ahora.
— ¿Hasta cuándo? —Siseo enojado, perdiendo la paciencia. —Seamos honestos, ya hubo oportunidades antes que ella desaprovechó, si a un adulto le cuesta volver a confiar, ¿cómo pensás que es para un nene de casi 9 años, que lo único que vió de su madre cosas que no debía? ¿Eh?
—Ahí es donde tenés que trabajar con él, ahora está con vos, confía en vos, si le hablás y le asegurás que no va ser como otras veces… —suspira—. Ya sé, ya sé. Es una cagada, y puede que tengas razón, pero nunca vamos a saber si Ayelen realmente va a hacer las cosas bien si no se le da la oportunidad. Y a pesar de lo que sea, quieras o no quiera él; acá hay una orden de un juez. Si no querés volver legalmente para atrás en lo que conseguiste hasta ahora, va a tener que ir. Y el único que debe hacer que se cumpla: sos vos. Como amigo y tu abogado tengo obligación en decirte como son las cosas. Y así son. Nunca voy a asesorarte de manera que puedas perder, y lo sabés —Determina.
Me paso la mano por el pelo, respirando hondo y armándome una vez más de paciencia.
—Lo sé, Robert. Es solo que estoy agotado, realmente harto de que pasen por encima de sus derechos para priorizar los de otros… odio ver su cara de angustia ante esto. Necesita tiempo, su espacio para decidir por sí mismo. —Explayo recordando su carita hoy cuando llegó la notificación del juzgado. —Voy a hacer que vaya, que haga lo que otros quieren, pero no me pidas más tolerancia. Andá preparando algo, reunite con su psicóloga, no sé; pero vas a tener que mostrar porqué Tomás se rehúsa a sus citas. —Ordeno.
—No te preocupes, ya estoy en ello. Pero hacé que vaya, al menos ese día. La asistente social va a estar ahí, y será de ayuda por si Tomás sigue negándose.
—No te das una idea de como esto me rompe las pelotas. —Digo queriendo putear más nada.
¿Pero de qué serviría?
—Lo imagino, creeme. —Manifiesta condescendiente. —Bueno, nos mantenemos en contacto. Saludos.
—Gracias Robert, nos hablamos.
Rodeo el escritorio dejando el celular en la mesa. Me dejo caer en el sillón ejecutivo, apoyando los codos, reposando el mentón en mis manos.
Paseo mis ojos por ahí, desde las dos sillas frente a la mesa al otro lado, hasta los cuadros de arquitectura y mi diploma en las paredes, terminando en la fotografía de Tomás con marco azul en mi escritorio. Veo sus ojos, esa carita adornada con esa sonrisa risueña que capturé en ese paseo que dimos el año pasado en bote por el lago. Y el sentimiento de culpa e impotencia que me atraviesan me hacen querer golpear algo. No es grato pensar que casi lo voy a obligar a acudir a esa reunión, y borrar esa expresión alegre que tanto tiempo costó se instalara en su rostro.
Ser padre no es fácil, y si a eso le sumás tener que presionar a tu hijo para que acepte cosas que van contra lo que siente… termina siendo una tarea titánica. Y menos si ni vos mismo podés confiar en esa persona, en que esta vez todo va a ser diferente.
Y no es que no entienda que ella tiene sus derechos. Pero cuando esos derechos son más grandes que los de un pequeño que no la pasó bien desde que nació, prácticamente, me vuelve egoísta y protector.
Pero como dijo Roberto, si no quiero perder lo que hasta ahora logramos y retroceder en lo avanzado con Tomás, tengo que hablar con él, y esta vez ser más tajante en el asunto.
🍁
Estaciono la camioneta frente a la casa, y bajo mientras saco mi teléfono para enviar un mensaje. Cruzo el pasto hasta llegar a la puerta, justo cuando recibo la respuesta.
»Los esperamos.
Atravieso la entrada, dejando como de costumbre mis cosas en el mueble, pasando enseguida hacia el living. No veo a ninguno ahí.
— ¡Estamos en la cocina! —se alza la voz de Laura desde allí.
Cruzo el living y comedor, abriendo el panel que divide la cocina. El aroma dulce y tostado me recibe.
—Hola, ¿es lo que creo? —pregunto acercándome a mi prima, a quien beso en la mejilla. Luego me acerco a Tomi que está concentrado mirando el horno y lo que hay dentro. —Hey, campeón. Hola.
*Hola. La tía y yo hicimos galletitas de coco para mí, y le pedí hacer las de limón para vos.
Señala.
*Ah, ese es mi hijo, pensando siempre en tu viejo. Aunque después tu tía Lala me lo cobra caro por el trabajo extra.
Recibo un empujón por parte de ella.