Sentir atracción no es amor.
Solo una caricia.
Un sutil toque de su boca.
Una gentil fricción sobre mis labios.
Y sin embargo, eso es lo bastante fuerte como para tumbar cualquier pensamiento negativo que ronde en mi mente, y solo me concentre en él. En su boca, en su aroma, en las sensaciones.
Ahora sus labios se apoderan con un poco más de ahínco, sin ser invasivo, como si tratara de darme tiempo a reaccionar y alejarme. Pero es lo último que deseo. Cuando siento su mano ascender hacia mi nuca, y acercarme más, por instinto subo las mías por sus antebrazos, reafirmando así que no me alajaré, que quiero esto, aunque es algo más para mí misma.
Nuestro contacto se profundiza con cada roce, al igual que nuestras respiraciones delatan lo que este momento nos provoca.
La boca firme y suave de Beltrán se torna en cada instante más intensa, y la mía con vida propia, le responde sin remilgos. Ningún mal pensamiento se entromete, y no sé si preocuparme, o simplemente…
oh Dios… su lengua.
La calidez de su toque, hackeando mi sistema central, solo dejando un deseo ardiente en mi cuerpo.
Fuerza y sutileza en su tacto. Curiosidad y satisfacción de mi parte. Nos besamos durante un rato, y en todo momento Beltrán no se extralimita, hace exactamente lo que dijo con anterioridad, su respeto hacia mi ante todo. Y aunque probarlo con mis labios, me tienta a más, agradezco que no avance de allí, ya que no creo ser capaz ahora de dejar ir esto ahora más allá.
Con lentitud se va retirando, rompiendo así con la conexión, dejando salir un suspiro.
Respirando con dificultad, lentamente abro mis ojos para mirarlo. Su expresión, su mirada dilatada y el negro brillando con un ardor que reaviva mis nervios, antes adormecidos por su boca.
— ¿Puedo confesarte algo? —su voz es un murmullo ronco, que hace mi piel hormiguee.
— ¿Aún más? —bromeo bajito, sonriendo jocosa.
Rie entre dientes.
—Había querido hacer esto desde esa noche que mi chingada bicicleta y yo, te chocamos.
Dejo salir una carcajada ante su comentario.
— ¿Ah sí? Y yo que creía que querías que me bañara con las sales gruesas y el vinagre de manzana —expreso suspicaz.
Echa la cabeza hacia atrás, dejando escapar una risa jubilosa, contagiándome de inmediato.
—Estabas tan enojada, que fue lo que entendiste. Y te juro que aunque no quise, porque te habías lastimado, me reí el resto del camino a mi casa.
Reímos juntos por aquello. Imaginádolo.
—Todavía no puedo creer haber reaccionado así. No suelo ser grosera. —Admito sacudiendo la cabeza.
— ¿Me tengo que preocupar por causar tales efectos? —plantea divertido.
—Depende… —digo a mi vez.
— ¿De qué?
—De si vuelves a chocarme. —Expongo con expresión divertida.
—Voy a tratar que no sea tan seguido. —Me rio rodando los ojos. —No prometo nada… ya que te veías muy linda así. —Muerdo mi labio inferior, al tiempo que él pasea sus yemas por mis mejillas. —Me encantan tus pecas.
Con una risita tonta, lo observo complacida.
— ¿En serio? —asiente, sin alejar esos ojos agudos de mi rostro.
—Sí, es una de las cosas que más me gustan de vos… —afirma considerado.
— ¿Una? ¿y cuál sería otra? —me atrevo a preguntar.
Su iris ascendien hasta los míos, trabándose allí.
—Ahora… tu boca. —Contesta bajando su mirada ahí, y luego volviendo a mis ojos. —Tu sonrisa junto a esos hoyuelos a los lados… es adorable.
Dejo de sonreír cuando escucho esta última parte. El recuerdo fugaz y la voz de Gael cruzan mi mente rápidamente. Él solía decirme lo mismo. Pero este hombre no es él, y no es el momento para traerlo de vuelta.
—Perdón, te incomodé de nuevo. —Profiere apartando su tacto de mi piel.
Niego con la cabeza, sonriendo nuevamente.
—No, no es eso. —Aclaro bajando la mirada. —Yo… —dudo un poco antes de continuar, ya que necesito escoger bien mis palabras sin revelar demasiado de algo que aún no quiero hablar. —Esto es nuevo para mí, me refiero, que hace meses atrás jamás hubiera pensado que estaría en una situación así con… otro hombre. —Declaro sin mirarlo, y sin más detalles.
Por un instante no pronuncia nada, lo que hace que regrese mi atención a su rostro. Su expresión comprensiva y suave, me alivian de alguna forma.
—Entiendo lo que decís, y entiendo como te sentís. —Dice con amabilidad. —Somos adultos, que tienen un pasado del cual arrastramos muchas cosas —expresa con delicadeza, pensativo —, en serio lamento que te tocara esa mala experiencia, sea lo que sea que hayas pasado. Pero si me permitís que te diga algo que aprendí de las mías es que; así como nos aferramos a lo que una vez creímos bueno para nosotros, también lo soltamos cuando deja de serlo. Cuesta, duele, sí. Pero con el tiempo, termina siendo lo que es. Un mal tropiezo en el pasado, que te fortalece en el presente —afirma convencido.
Inclino la cabeza hacia un lado, sumamente asombrada por sus palabras. En mi cabeza toda clase de pensamientos de admiración surgen ante semejante resolución, pero mis labios parecen negarse a moverse y expresarlo.
—Mirá, yo sé lo que debes estar pensando. Respecto a esto, quiero decir, a lo que… acaba de pasar —añade al ver que nada digo. —Y comprendo cualquier duda que puedas estar gestando. Y lo único que puedo decirte es que… me gustás, haberte besado fue como poco increíble —sonrío ante su franqueza —, pero a pesar de eso, te repito que te respeto ante cualquier cosa. Así que, lo que pase entre nosotros de ahora en más… o lo que elijas que no pase si es tu decisión; no va cambiar nada la buena onda hasta ahora. En serio, no quiero saberte incómoda si no estas segura. ¿Entendés? —asiento. —Solo te voy decir que, así como hay que pasar lo malo, también hay que hacerlo con lo que es agradable. Y conocerte lo es, y me gustaría seguir haciéndolo. Conocernos, nada de presiones, mucho menos compromiso porque… los dos sabemos que estás de paso. Yo lo tengo claro. —Determina con seriedad. —Vamos paso a la vez, sin condiciones… solo, pasar un buen rato si así se presenta. ¿Qué decís?