Díselo a tu Corazón (libro 1)

– 29 –


Aluminé
 


¿Qué piensas? Di algo, ¿es demasiado osado lo que haré?— Le había preguntado cuando pasó un minuto entero en silencio.

Ujm, yo… no sé qué decir. Estoy… uhm… sorprendido, eso es todo. —Y agregó más de esos sonidos que pusieron mi ansiedad a tope.  

Me quedé insegura despúes de que Víctor dijera esas simples palabras. Está bien, sabía que lo impresionaría saber lo que ocurre con Beltrán y mi decisión de pasar con él este fin de semana, pero no me gustó el tono de su voz al decirlas. Mucho menos el que no me diera su opinión al respecto.

"Es tu elección, tú sabes lo que haces. "

Había dicho cuando insistí.

Claramente no buscaba que me felicitara, o festejara lo que estaba a punto de hacer, pero tampoco su reacción. Es decir, son pocas las veces que decide no opinar sobre algo que haré o que pienso hacer. Y eso, junto al amargo sabor que me dejó pensar en Aldana; me dejaron bastante inquieta.

Miro la maleta sobre la cama. ¿No estaré yendo muy lejos con todo esto? Siempre puedo llamarlo y decirle que no, sin embargo, no estaría actuando bien dejándolo plantado a solo una hora de que llegue, teniendo en cuenta que hemos hablado en estos dos días que pasaron, y que bien pude haber aprovechado.

Resoplo intentando mantener la mente libre y clara. A fin de cuentas es lo que quería, ¿no? ¿Por qué complicarme ahora?

Sacudo la cabeza, decidiendo bajar y prepararme algo de desayunar antes de que Beltrán aparezca. 
 

Cuarenta minutos después, estoy con los nervios que suben y bajan revolviendo mi estómago. Motivo por el cual aún tengo en mi mano la taza con la infusión casi llena. No tiene porqué pasar nada con él en este par de días, ¿verdad? Podemos estar sin que nada suceda. Nos conoceremos mejor, saldremos, hablaremos de cualquier cosa… no tiene porqué pasar nada. Me sigo diciendo cada vez más ansiosa.

¿Y si se diera el caso? ¿Y si gana el deseo? Bien, eso no cambiará nada entre nosotros, o en mí. Yo tengo el control, así que pasará solo lo que yo quiera. Determino convencida.

Me levanto del sofá, llevando la taza al fregadero. Vuelco allí el café frío, y lo lavo, mientras volteo a ver el reloj en la pared detrás de mi.

Regreso al living, y guardo mi teléfono dentro de mi bandolera junto al cargador del mismo. Reviso no olvidarme nada. Recojo mi tapado de gabardina del respaldo de la silla y la bufanda que compré en Buenos Aires los días que allí estuve. Me visto con ellas, justo a tiempo cuando el timbre suena anunciando su llegada.

Mi ansiedad aumenta de inmediato al escucharlo. Quieta, observo el camino hacia la entrada. Cerrando los ojos tomo aire, y me dirijo hacia allí con los nervios a flor de piel.

Antes de abrir hago lo mismo, intentado parecer relajada. Cuando creo conseguirlo, giro el picaporte.

Lo primero que mis ojos capturan al abrir la puerta, es su mirada expectante, luego, su sonrisa que se asoma vacilante.

—Buenos días. —Saluda con expresión amable.

—Buenos días. —Devuelvo atajando la respiración. Momentáneamente mi mente queda en blanco, y solo me quedo mirándolo, hasta que el aire gélido golpea mis mejillas haciéndome reaccionar. —Adelante, pasa. —Le pido entrar, dando un paso atrás. — ¿Te gustaría un café, un té? —invito sintiéndome demasiado inquieta.

—Gracias, pero desayuné con Tomás y Maia antes de que se fueran. —Declina. Asiento, caminando hacia el living esperando me siga. — ¿Vos estás bien?

—Sí… sí. ¿Y tú?

Se queda callado, haciendo que voltee. Su expresión se volvió un poco seria, seguramente debido a mi evidente comportamiento.

—Estás nerviosa —dice, y no lo pregunta.

—Definitivamente. —Respondo con total sinceridad.

—Yo también. —Admite, provocando sonría un poco. —Es más, me pregunté varias veces cómo se me ocurrió invitarte a venir conmigo, que era una locura y sobretodo no decirte a dónde íbamos. Pero, ¿sabés que fue lo más loco de todo? —Niego atenta a sus ojos que no abandonan los míos y me transmiten algo de alivio. —Que aceptaste. Sorprendiéndome. Lo que quiere decir, o que estas igual de loca, o que hice algo bien como para que confíes en mi hasta ese punto. Y quiero creer que es más lo segundo —bromea, cumpliendo con su cometido, si eso era que yo riera. —En serio quiero aprovechar para conocerte, y que no sean dos días más sin verte. Pero si no te sentís segura, prefiero que te quedes, y a mi vuelta organizamos algo. Te lo digo en serio.

Lo contemplo por un instante, sonriendo ante la seguridad que me transmiten sus palabras. Volteo y camino hacia la maleta que dejé junto a las escaleras.

—Estoy muy segura de que estaré mejor si voy contigo —declaro con determinación.

Me sonríe con genuino alivio.

— ¿Lista entonces? —cuando confirmo que sí con un asentimiento, él se acerca haciéndose cargo de mi pertenencia. Le doy las gracias y voy por mi bandolera. — ¿Llevás más abrigo no? —Pregunta inspeccionando mi atuendo.

—Sí, llevo todo mi guardarropa de invierno —afirmo, colocando bien mi bufanda.

—Bien, porque a donde vamos hace más frío, incluso puede llegar a nevar.

— ¿Ah sí? —asiente. —Me encantará. ¿Me dirás al menos a dónde iremos? —Indago curiosa.

—Uhm, solo te voy a decir que está a 5 horas de acá. En el camino vamos a parar a comer algo mientras te cuento. —Me guiña divertido.

Vuelco los ojos ante tanto misterio.

—Bueno, confiaré en mi guía —digo en el mismo tono.

Sonríe satisfecho.

Sin pensarlo, me acerco y planto mis labios sobre los suyos. Beltrán se queda quieto, pero no sin responder a mi acercamiento. Absorbe mi beso, ávido, como si hubiera estado suprimiendo el deseo de hacerlo y finalmente pudiera dar rienda suelta.

El beso se prolonga, volviéndose intenso, dulce… pasional.

Cuando me separo de él, encuentro su mirada oscura, brillosa y encantadora fija en todo mi rostro.




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