Díselo a tu Corazón (libro 1)

– 33 –


Pozo sin fondo


 


 

—Hoy llega Eloísa, ¿te dijo? —Habla Maia sentándose frente a mi en la mesa, mate y termo en mano. 
 


 

—Sí, me dijo. —Confirmo, concentrado en unos papeles. 
 


 

— ¿Vas a ir a darle la bienvenida? —Pregunta con cierta sugerencia en su voz, que me hace gracia. 
 


 

Sonrío sin apartar mi atención de los planos. 
 


 

—No creo, pero intuyo que vos sí. —Respondo, mientras hago anotaciones. 
 


 

—En realidad no, creí que ibas a ir, por lo que yo me quedaba con Tomi. 
 


 

La miro de reojo. 
 


 

—No quedamos en nada. Y no me parece ir así no más si no le pregunto. 
 


 

—Dudo que le moleste si lo hacés —opina suspicaz. —Dale, andá. Yo me quedo con el enano. —Sugiere con voz cantarina. 
 


 

Dejo un momento lo que estoy haciendo para mirarla. 
 


 

—A ver, ¿por qué ese tonito? —Sonrío un poco, estrechando los ojos. 
 


 

— ¿Cuál tonito? —Se desentiende, poniendo cara inocente. 
 


 

Rio al ver ese brillo pícaro bailar en sus ojos. 
 


 

—Ese, que te conozco Tasmania —la señalo. Ceba un mate y me lo pasa. 
 


 

—Ja, ja, ja. Porque te morís por verla, ¿o no? —Expone divertida. Sacudo la cabeza sorbiendo un trago. —Podemos invitarla a comer entonces, estoy segura que...
 


 

—No. —Digo rotundo. —No me parece buena idea. —Expreso poniéndome serio. 
 


 

— ¿Por? A Tomás seguro le guste, le cae bien. 
 


 

—Y por esa razón es mejor no mezclar las cosas —me mira confundida. —Mai, lo que pase entre Eloísa y yo, es entre nosotros, y prefiero no involucrar más de lo debido. —Aclaro.  Arquea sus cejas sin entender, por lo que resoplo. —Vos entendés que lo que pase entre nosotros, es solo lo que es, ¿no? —No responde, pero sé que sabe a qué me refiero. — ¿Creés que si Tomás se da cuenta lo entienda sin hacerse ilusiones? —Ahora baja la cabeza, con un mueca en su boca. —Es demasiado que él vaya a esa casa, que comparta algún tiempo con ella, que nosotros lo hagamos, como para pretender que no se confunda. Suficiente tiene con la situación de Ayelen. Eloísa se va a ir de un momento a otro, y no quiero que eso le cause una decepción más. ¿Entendés? —Determino con seriedad. 
 


 

Se queda callada, por lo que regreso a trabajar en los planos. Aunque con cierta inquietud bailándome en el cuerpo. 
 


 

—Tenés razón —dice un rato después. —Igualmente si querés ir, ya sabés. 
 


 

Asiento. 
 


 

Termino con unos apuntes, y me levanto para irme. Tengo un día largo por delante. 
 


 

Rodeo la mesa, me acerco a ella y beso su cabeza. 
 


 

—Laura llega en un rato —indico acariciando su fino pelo. —Si me llegás a mandar mensaje y no respondo, llamáme; hoy vamos a estar supervisando y puede que no esté atento al teléfono. —Aviso. 
 


 

—Bueno, nos vemos a la noche. —Nos despedimos. 
 


 

Unos minutos después, ya manejando, me pongo a pensar en la conversación. Haberla extrañado, no era lo que esperaba sentir. Mucho menos llegar a esperar, como si fuera un pibe, que ella me llamara, o enviara mensajes, o fotos como lo hizo algunas veces. Sentir esta expectante ansiedad de escucharla, de verla y volver a sentirla... encendió alarmas que habían estado apagadas durante mucho tiempo. Por lo cual me hace querer ser más cuidadoso. 
 


 

Eloísa está acá de paso, me repito. Lo que suceda de ahora en adelante lo tendré que tratar de manejar de otra manera. Por mí. 
 


 

*       *       *      *     *    
 


 

Tras varias horas de intenso trabajo, regresamos a las oficinas. Entro en el mío dirigiéndome directamente hacia el escritorio para prender la computadora y volcar el informe ahí.
Saco mi celular y lo apoyo sobre la mesa junto al teclado. En cuanto la pantalla se enciende, el timbre del teléfono suena avisando la llegada de un mensaje.
 


 

Miro y veo que es de Eloísa. Agarro el aparato, deslizo el dedo y abro el Whatsapp. 
 


 

• Hola, Beltrán. Cómo estás. 
Ya estoy aquí, llegué hace una hora. 
 


 

• Hola, estoy bien. Trabajando. 
¿Llegaste bien? 
 


 

• Sí, agotada pero bien. 
¿Prefieres que te escriba más tarde? 
No quiero molestarte. 
 


 

• No me molestás. 
Deberías descansar, dormir un rato. 
 


 

• Iba a hacerlo, pero antes quería saber, si te gustaría venir esta noche. 
 


 

Apenas leo esto, noto mi cuerpo reaccionar de esa forma alterada y ansiosa por ella, como lleva pasándome desde que se fue. 
 


 

• ¿Segura? Me gustaría, pero si estás cansada...  
 


 

• Segura, quiero verte. 
 


 

Mi erección se eleva y baila dentro de mis pantalones. 
 


 

Por Dios, esta mujer va matarme. 
 


 

¿A las 22hs? No puedo antes de eso.  
 


 

• Perfecto, me dará tiempo de preparar algo. ¿Cenarás conmigo? 
 


 

• ¿Vas a cocinar? O.o
¿Tengo que preparar el número de la ambulancia? 
 


 

• Ja, ja, ja. ¡Qué malo eres! 
Nunca te haría daño. 
 




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