Triste y amarga
El sonido del timbre me hace dar un salto. Dejo las tazas en la mesada, y salgo de la cocina rumbo a la puerta principal. En cuanto la abro, y me encuentro con los ojos negros de Beltrán, sonrío ampliamente.
—Ya vinimos a molestarte —pronuncia sonriendo burlón.
—No volveré a repetirte lo de siempre —reviro con simpleza, mirando a Tomás que está a unos pasos detrás de él.
—Tenía que completar la palabra que antes no me dejaste terminar. —Bromea con expresión jovial.
Vuelco los ojos riendo despacio. Paso junto a él, sin rozarlo siquiera, aunque desee besarlo.
» Hola Tomás, me agrada mucho verte de nuevo.
Le digo al pequeño que me mira atento.
» Hola, gracias. A mi también.
Me dedica una pequeña sonrisa. Le devuelvo el gesto, mirando su cuaderno bajo el brazo.
» ¿Tienes pensando dibujar algo especial hoy?
» No sé. Tengo ganas de dibujar, pero todavía no sé qué. Capaz debajo del árbol se me ocurra. Siempre imagino cosas lindas cuando estoy ahí.
» Oh, estoy segura que así será. ¿Me lo enseñarías al terminar?
Inclina la cabeza, contemplándome con interés. Luego sonríe con sincero entusiasmo.
» Nunca muestro lo que hago. Pero podría por esta vez.
Accede encongiendo sus hombros.
» Será un honor para mí que hagas esa excepción. Gracias. –Le guiño complacida. –Dejé todo para ti ahí atrás. Me preocupa que hace mucho frío, por lo que hay varias mantas. Si llegas a querer más, me avisas. ¿Esta bien?
» Gracias Elo.
Mira detrás de mí, a Beltrán, que ni se ha movido ni ha dicho nada, pero estoy segura le dice alguna cosa por la expresión de Tomás.
Sin agregar nada más se aleja hacia la parte trasera. Sonrío contenta y volteo a ver a Beltrán, que lo mira serio mientras se aleja. Pensativo.
— ¿Te gustaría un café? Acabo de hacerlo. —Le ofrezco.
—Me gustaría, gracias. —Contesta volviéndose hacia
Una vez en el interior, escucho la puerta cerrarse detrás, por lo que continuo. Sin embargo no llego a más de tres pasos cuando su mano me detiene con suavidad por el codo.
Me enfrenta a él, su mirada, evaluándome.
— ¿Estás bien? –Me pregunta mirándome de esa manera tan penetrante que llego a pensar podría traspasarme y descubrir en mí lo que quisiera.
—Sí, lo estoy. –Respondo segura, sabiendo porqué lo pregunta.
—Te noto triste todavía —murmura acercándose otro poco.
Bajo la cabeza, negando.
—Estoy bien, de verdad. –Aseguro, levantando la cabeza nuevamente. —Me siento avergonzada por como reaccioné estando contigo. Lamento me hayas visto así.
Sacude la cabeza, estirando su mano para posarla en mi rostro.
—No tenés por qué avergonzarte. Voy a ver encantado todo lo que quieras mostrarme. –Su voz es apenas un murmullo. Tan seductor, que instantáneamente, mi cuerpo y cada célula reaccionan ante él.
— ¿Siempre tienes que ser tan tierno? –Planteo aproximándome más, bajo el hechizo de sus ojos. De todo él.
—Sí, si eso te gusta. —Responde con una chispa de picardía en su mirada oscura.
Rio despacio. Siempre lo consigue.
—Eso es jugar sucio.
—No, es estrategia. –Y sin más me pega a su cuerpo, y me besa con fuerza.
Mis brazos lo rodean, dejando posea mis labios, entregada a las sensaciones que genera.
Nos besamos por otro largo momento, pasión y necesidad de más, reflejados en nuestras bocas y manos que se tientan y recorren.
—Me debia este beso de despedida –Dice separándose, con la voz ronca por la excitación que también me corroe.
—No vuelvas a hacerlo —Me escucho decir agitada. Enlazo mis ojos a los suyos, que brillan encendidos igual que mi cuerpo. —Irte sin dármelo. –Aclaro, en tanto sus pies y los míos comienzan a alejarnos.
—Ya aprendí la lección —musita sonriendo.
Pongo más distancia entre nosotros dirigiéndome a la cocina, mientras sonrío inquieta.
Ingresamos allí, y le sirvo el café, en tanto le pregunto;
— ¿Crees que Tomás quiera un poco de chocolate caliente? Preparé también, ya que está haciendo frío y el sol no está muy presente esta tarde.
Se sienta, y me observa pensativo.
—La verdad no sé.
— ¿Te molesta si le llevo? –Inquiero, y aunque no ha dicho que sí, sirvo para llevárselo.
—Si querés, no hay problema. No te aseguro que lo acepte.
—Ya veremos —repongo girando para salir. —Enseguida regreso.
—Gracias, mexicanita.
Le dedico una mirada suspicaz cuando escucho me llama así. Se ríe, bebiendo la infusión, con semblante divertido.
Cuando estoy afuera, camino directamente hacia donde se encuentra Tomás. Allí, sentado sobre la colcha que coloqué en el suelo para él junto a varias mantas, lo veo mirar concentrado las ramas del árbol que van quedando sin hojas por el otoño.
En cuanto se percata que me acerco, le sonrío. Abraza el cuaderno contra su pecho, lo que me enternece.
Deposito la taza sobre una mesita cerca suyo, y le digo con las manos;
» Es chocolatada, creí podría ayudarte con el frío y tener más ideas.
Sus ojitos negros se posan en mí, y luego en la taza.
» Gracias.
Manifiesta con expresión cálida. Intenta alcanzar el recipiente, pero me adelanto y se lo entrego.
» Ten cuidado.
Asiente, sopla cuidadoso y luego bebe un pequeño sorbo.
» Esta rico, gracias.
Satisfecha, lo observo tomar de a sorbitos, con el cuidado que le pedí. Sus mejillas se tornan sonrosadas debido a la bebida caliente, lo que me complace más aún.
— ¿Todo bien? –Escucho a Beltrán.
Volteo a verlo, mientras él le sonríe cariñoso a su hijo.
—Le gustó. —Digo con satisfacción.
—Va durar un rato más ahí entonces. —Repone apuntando con su barbilla.
Regresamos al interior un momento después, dejando a Tomás que volvió a concentrarse en lo suyo.