Díselo a tu Corazón (libro 1)

– 40 –

Añoranza


 


Los días comenzaron a pasar y poco supe de Eloísa. Ocasionalmente enviaba algún mensaje o fotos, pero no para que supiera que estaba bien o contarme cómo le estaba yendo (a diferencia de la vez anterior). Lo hizo porque Tomás se lo había pedido.

Obviamente no esperaba que las cosas siguieran igual entre nosotros después de lo que hablamos, pero, si digo que no me afecta; estaría siendo un mentiroso.

Es increíble como llegás a extrañar a alguien que apenas conocés, con la que apenas has compartido algunos momentos, pero esos fueron suficientes para enseñarte lo especial que es.

Tratando de no pensar más en lo que sería posible si ella no se fuera, continué con mis rutinas, sin embargo no sale de mi cabeza. Y es peor cuando acaba el día  y me encuentro solo en las noches, recordando su besos, su piel, su risa. Hasta ahora no me había detenido en eso, en lo solo que estuve todo este tiempo. Me enfoqué en que Tomás estuviera bien, equilibrar mi trabajo con mi labor de padre. Que no sintiera de nuevo relevado a un segundo plano. Que se sintiera contenido, acompañado; dejando de lado mis propias necesidades. Y es que no podía pensar en otras cosas, menos en una mujer en ese sentido. Ahora… habiéndola conocido este tiempo es que me lo planteo.

Muevo la cabeza de un lado a otro, alejando esos pensamientos. ¿De qué me sirven?

El timbre de mi celular logra sacarme de mi estúpido estado y regresar a mi oficina. Lo agarro, cuando veo de quien se trata, frunzo el ceño. Pensando en si atender o no, porque no quiero arrancar la mañana de mal humor. Pero no puedo ignorarla, hoy tiene que ver a Tomás y tal vez haya pasado algo por lo que me llama.

Más le vale y no sea para provocar un problema.

—Hola Ayelen. –Atiendo vencido.

—Ah, hola Beltrán. Buen día. —Responde vacilante.

— ¿Qué necesitás? Estoy trabajando. –Digo cortante.

—Sí, ya sé. No te voy a sacar mucho tiempo. —Dice con voz calmada, muy diferente a otras ocasiones. –Necesito hablar con vos, que nos veamos si es posible.

— ¿Vernos, para qué? Ayelen, lo que sea que quieras me lo podés decir ahora. Aunque desde ya te digo que si es por el horario y las visitas, es tu abogado el que tiene que…

—Es sobre Tomás, Beltrán. —Me corta, quedándome callado. –Quiero pedirte un favor y pensé que podríamos vernos para hablarlo mejor. –Expone, dejándome intrigado.

—No puedo, ¿qué favor querés?

—Beltrán. ¿Podemos charlarlo como los padres que somos de Tomás, sin que hayan intermediarios? Por favor.

Contrariado por el tono en su voz, y por eso que quiere pedirme, cierro los ojos pensando qué hacer.

—Esta bien. —Accedo finalmente. – ¿Cuándo?

— ¿Hoy podés?

—Voy a tratar de salir temprano, pero no prometo nada. Te aviso a qué hora.

—Dale sí. Muchas gracias.

—Chau.

Corto la llamada sin esperar oír nada más, quedándome pensativo unos minutos.

¿Qué favor querrá?

         *       *      *
                              *     *     *

Horas más tarde, sin haber podido safar de algunos pendientes, le envio a Ayelen un mensaje para quedar con ella en el bar que tenemos con Luciano. Simultáneamente le mando otro a él, avisándole que voy para allá y que ella también irá.

Subo a la camioneta, justo cuando recibo la respuesta de ambos. Leo los mensajes, y sin esperar, salgo del estacionamiento rumbo al local.

Apenas llego me encuentro con algunos empleados que ya están ahí limpiando y arreglando el lugar. También me cruzo con Bianca, hablamos un momento y no esconde su desagrado cuando le digo que Ayelen viene. Le pregunto por Luciano y me indica que está en el depósito acomodando las bebidas que llegaron. Un segundo despúes hacia ahí me dirijo.

Entro y lo encuentro cuaderno en mano, anotando y contando botellas.

— ¡Eh, chabón! –Manifiesta al verme. —¿Qué onda socio, todo bien? —Chocamos las manos y luego nos palmeamos el hombro.

—Bien y vos, ¿te hacen trabajar? —Bromeo apuntando al rededor.

—Y, no queda otra. —Se encoge de hombros.

Miro las cajas y botellas.

— ¿Te ayudo en algo?

—Nah, ya casi termino. Pero decime, ¿qué es eso de que viene la bruja?

Rio secamente al escucharlo.

—Me llamó hoy temprano, me pidió vernos porque necesita pedirme un favor.

— ¿Un favor, qué favor?

—No tengo idea, por eso le dije que sí. Parece importante y tiene que ver con Tomás.

—Uhm, más que favor, agregarte algún problema. —Comenta haciendo una mueca.

—Más le vale que no, no estoy para más quilombos –determino cansado. Me mira con curiosidad un instante, cruzando sus brazos sobre el pecho. — ¿Qué? –Pregunto, porque lo conozco y sé que algo le esta dando vueltas.

— ¿Supiste algo de tu inquilina internacional? –En cuanto escucho que la menciona, me quedo callado.

Alzo los hombros intentando parecer despreocupado.

—No, no hablé con ella. Supongo que debe estar bien.

—Ujum… –emite sonriendo con diversión. No digo ni mú, mirando mi entorno. –Te pegó fuerte la mexicanita, ¿eh?

Al escucharlo, sacudo la cabeza tratando de ignorarlo. Como amigo mío que es, sabe lo que pasó con Eloísa. Por eso intento evadir el tema, ya que lo hablamos y no estoy dispuesto a escuchar lo mismo de su parte.

— ¿Hace cuánto nos conocemos? –Inquiere de pronto.

—A veces me parece que siglos –se ríe con ganas — ¿A qué viene esa pregunta?

—A que desde hace siglos te conozco, y nunca te vi retroceder con nada.

—No empecés con lo mismo.

—Te gusta, esa mina TE ENCANTA. No entiendo porqué no arriesgarte y pedirle que se quede un poco más, no sé, para ver qué onda.

Ahora rio yo.

— ¿Hablás en serio? –Le pregunto entre divertido y exasperado. Levanta los hombros casual. —Claro, sí. Voy a ir y decirle; "Eloísa, estuve pensando y creo que deberías quedarte un poco, no sé, unas semanas, meses… solo para ver qué pasa. ¿Te parece? —Planteo sarcástico. Luciano sonríe ampliamente, negando y agachando la cabeza.




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