Corazón petrificado
Cuando ambos se dieron cuenta de mi presencia, me obligué a moverme y bajar las escaleras.
—Disculpen, no quise interrumpir. –Musito bajando el último escalón, queriendo correr lejos de la situación.
La mirada marrón de ella me recorre con interés.
Beltrán solo me observa, serio, con la misma incomodidad que siento.
—Ah… Ayelen, ella es Eloísa; una amiga. —Dice entonces, revelando quien es ella.
—Hola.
—Hola. —Consigo decir con una sonrisa amable.
Tras un más que intenso silencio, donde ninguno sabe cómo seguir, tomo la decisión de alejarme, sin antes volver a murmurar una disculpa.
Camino deprisa hacia la parte trasera, deseando en realidad salir por la puerta principal y marcharme. Sin embargo no lo hago, porque sería una tontería. ¿Solo porque de pronto me siento celosa?
¡Por Dios!
—Voy a buscar a Tomás, esperá acá. —Logro escuchar antes de llegar al umbral. – ¡Eloísa! –Me llama.
Volteo al oírlo, escondiendo mi malestar. No corresponde que me ponga así, ¿qué me ocurre?
—Iba a comentarte esto antes, que ella venía, pero Laura nos interrumpió y ya no pude. Disculpame.
— ¿Por qué? –Pregunto contrariada. —No tienes porqué explicarme…
—Sí, sí tenía que hacerlo. Quiero hacerlo. –Aclara dejándome más confundida.
Retira su mirada de la mía para dirigirla hacia el exterior, donde vemos a Tomás hablando con uno de sus tíos.
—Mejor ve por él y llévalo con ella. Es quien importa ahora —Susurro mirando al niño.
Sin más salgo al patio techado, dejándolo allí.
Media hora después el ambiente ha cambiado completamente con su llegada. Lo que antes era relajado y divertido, ahora es denso y cauteloso. Algunos la miran con desconfianza, aún así la tratan con algo de amabilidad. Otros, como Laura, no disimulan su descontento por su presencia, pero nada dicen. Se limitan a permanecer alejados.
Por un lado comprendo lo que sienten y piensan respecto a ella, por otro, no puedo evitar compadecerme, sobretodo cuando la veo intentar no prestar atención, sin embargo sus manos que se restriegan delatan sus nervios y lo difícil que esta prueba le cuesta.
Por su parte, Beltrán se comporta amable, pero noto tambíen se le dificulta, ya que en ocasiones la observa receloso y contrariado. Pero lleva la situación lo mejor que puede, y eso me genera más admiración y pena a la vez.
Quien definitivamente se mostró asombrado y al principio nada complacido fue Tomás. No obstante, y conociendo un poco a su padre estoy segura ha intercedido para que él se acerque a ella e intente disfrutar también de ello.
Es evidente que ninguno esperaba verla aquí, incluyéndome.
Verlos juntos a los tres, me remueve por dentro, y a la vez me recuerda que lo mejor es emprender mi marcha, de lo contrario esto puede llegar a afectarme aún peor.
—Elo, ¿me acompañás a traer más gaseosas? —Pide de pronto Maia junto a mi.
Asiento agradecida y aliviada de poder alejarme un poco.
Una vez en la cocina ella saca varias botellas de refrescos. Coca-Cola, Sprite, y una marca que no reconozco.
—Esperame acá que voy a la despensa a buscar más para ponerlos en la heladera. –Indica saliendo.
Me quedo de espaldas a la puerta, mirando las botellas respirando profundamente.
Qué situación…
Escucho que regresa, pero al voltear no la veo a ella. Es Beltrán.
— ¿Estás bien? –Me pregunta con elevado interés.
—Sí, Maia fue a buscar más bebidas. –Explico con simpleza.
Asiente, acercándose más hasta quedar a un paso de mí.
—Necesito que hablemos, pero obviamente no ahora –dice rápidamente mirándome con una calidez que me atraviesa. — ¿Puedo ir a buscarte después? ¿mañana?
Inclinando mi cabeza a un lado, intrigada, asiento absorta.
—Sí, pero, ¿ocurre algo? –Indago con curiosidad, siendo observada de una forma tan intensa, que me siento temblar.
—Mucho… pasa mucho. Pero lo hablamos cuando vaya, ¿te parece? —La manera en que dice esas palabras, clavan más la curiosidad en mi interior.
Frunciendo el ceño vuelvo a agitar la cabeza afirmativamente.
Maia llega entonces, haciendo nos alejemos un poco, pero sin dejar de mirarnos.
Momentos despúes, llegan Luciano y su novia Bianca, por lo que mi partida se posterga más allá de dos horas. Luego de cantar para Tomás en ambos lenguajes el Feliz cumpleaños, y por mi presencia, las Mañanitas (o tardecitas, como lo tituló Luciano por la hora del día) decido marcharme. Llevándome conmigo sensaciones tan contradictorias, como potentes.
🍁 🍁 🍁
Los dos días siguientes los paso sin saber nada de él. Esperé a que se presentara, pero no lo hizo. Por mi parte escogí no buscarlo, si no vino como dijo haría, sería por algo importante, y honestamente lo agradezco. Es tanta mi confusión por los sentimientos que cargo desde que lo conozco, que no me encuentro animada para enfrentarlo e intentar no claudicar a mi deseo por él.
No puedo seguir permitiéndome esto. Debo decidir qué hacer y rápido.
Al tercer día, por la tarde, recibo a Maia junto a Tomás que ha traído el atril y demás cosas que le obsequié. Ella sin perder tiempo me pide el favor de quedarme con él, ya que debe irse a encontrarse con Beltrán.
—Le conté lo que pasó con Hernán ese día en el shopping. Para qué decirte como puso —me explica, entendiendo el porqué él no había venido. —Fuimos a la comisaría y al juzgado ya que volvió a violar la restricción de acercamiento. Ahora vamos a ir a ver a Roberto su abogado para saber qué sigue. Es todo un lío —Manifiesta amargamente. —Mi hermano esta que se sale de lo enojado que está. Su humor no es muy bueno, y yo me siento agotada. –Añade y siento pena por ella al ver sus ojeras y resignación.
—Entiendo lo difícil que puede ser. Pero debe haber una manera de que acabe con lo que te hace.