Sin salida
— ¿Entonces se va? –Pregunta mi hermana bastante desanimada.
—Sí, así dijo. –Confirmo, empujando a un lado la molestia que eso me causa.
—Qué raro… cuando fuimos al shopping hablamos mucho, y le pregunté sobre si pensaba irse pronto, pero se mostró indecisa y no dijo nada. ¿Habrá pasado algo? —Plantea pensativa.
Levanto mis hombros, pensando en esa posibilidad. Aunque de ser así, creo que me lo hubiera dicho. Además dejó claro que no vuelve a México todavía.
—No sé Maia. Solo comentó que se va a Italia junto a su hermana.
—Uhmm... –emite mirándome fijamente. Sostengo sus ojos, interrogante por lo que sea que esté pensando ahora. – ¿Pasó algo entre ustedes?
Frunzo el ceño.
— ¿Qué, sugerís que pasó algo conmigo por lo que ella decidió irse? –Cuestiono, también con esa pregunta rondando en mi cabeza.
Se encoge de hombros.
—No sé, por eso te pregunto –expone con simpleza. —Teniendo en cuenta que ya no hay encuentros entre ustedes… —Menciona con gesto curioso.
Niego con la cabeza, soltando un bufido bajo.
—Pensé que sería mejor no siguiera pasando… y lo bien que hice —Digo aunque es más de la boca para afuera, por dentro me desarma de a poco que se vaya.
—Fue por el enano, ¿no? ¿Por la cercanía que empezaron a tener? –Indaga haciendo una mueca.
—Sí. E hice bien, ya ves, ella se iba a ir en cualquier momento. Pienso que es bueno sea ahora que más adelante.
Maia se cruza de brazos y sonríe un poco con gesto irónico.
—Claro, lo que vos digas. —Camina hacia la puerta de la cocina, parándose ahí. —Pero no hace falta que finjas conmigo, Be. —Sale sin decir nada más.
Por un largo rato me quedo sentado en una de las butacas, con los codos apoyados sobre la barra de la isla, sintiendo impotencia por su determinación.
Paseo la vista por lo que me rodea, sin poner atención en nada en realidad, tratando de apartar la amargura que me provoca saber que se va, que no puede animarse a darnos una chance de probar que no es algo pasajero como piensa.
Porque es eso, no se anima, y no la puedo culpar por eso.
Cansado de darle tantas vueltas, me levanto, apago la luz y salgo rumbo a las escaleras. Cuando paso junto a la puerta de Tomi, como siempre me fijo que esté dormido. En los últimos días no ha pasado buenas noches, como si algo lo inquietara, y sospecho tiene que ver con Ayelen y su presencia ese día en su cumpleaños.
Entro a su cuarto y por suerte está dormido. Mientras lo miro, recuerdo la conversación que tuvimos su mamá y yo cuando nos encontramos en el bar, y me pidió venir para estar con él. Sabía que a Tomás no le agradaría, de hecho me lo hizo saber y tuve que hacerle entender que pese a todo, Ayelen es su mamá y está intentando hacer las cosas bien. Que no podía negarle estar presente.
Lo siguiente que viene a mi memoria es el perdón que me pidió por todo lo que pasamos. Cosa que me sorprendió y confundió a partes iguales. Porque volví a ver a la mujer que yo había querido y con la que había planeado pasar mi vida. Ese arrepentimiento, genuino y profundo no solo en sus palabras, sino en toda su persona. La honestidad que sentí por su parte al decirme cuanto le duele habernos hecho perder lo que teníamos, pero sobre todo, haber lastimado tanto a nuestro hijo. Que es justo que su rechazo sea el castigo por no cuidarlo de sí misma, pero que hará todo lo que esté en sus manos para que vuelva a quererla. Algo que intuyo no tendrá fácil, Tomi cada vez que viene de verla, se muestra más desconfiado todavía, hasta diría que temeroso por lo que ella le muestra.
Llevo las manos a mi cara, frotando frustrado, con mi cabeza pidiendo a gritos le de un poco de alivio de tantos pensamientos.
Salgo de su habitación apenas cerrando la puerta, y con decisión aparto cualquier otro tema de mi mente, dirigiéndome a mi cuarto para poder descansar.
Sin embargo, no lo logro como quería.
* * *
* * *
Al otro día me levanto, de muy mal humor, debido a la noche de mierda que pasé por tantas cosas que se negaron a salir de mi cabeza. Y mi día no hace si no empeorar cuando hablo con Roberto: mi abogado.
— ¡¡Otra perimetral, otra perimetral!! —Alzo la voz, completamente fuera de mí al escucharlo. — ¿Me pueden explicar qué carajos hace ella con eso? A este hijo de puta le importa una mierda esas restricciones. Se acerca a Maia cuando se le canta el culo y nadie hace nada. ¿Qué tiene que hacer para que las leyes la protejan a ella de una santa vez, terminar en un hospital, o que la mate? —Vocifero pateando la silla junto a mi escritorio.
—Es la medida cautelar hasta que tengan la audiencia con el juez en 15 días. Le van a dar también un botón anti-pánico y…
—Por favor Roberto, esas porquerías en NADA la van a ayudar si ese cobarde se acerca de nuevo. NADA HACEN POR ELLA. Hasta ahora todo lo protege más a él. ¿En serio me tengo que quedar tranquilo?
—No, por supuesto que esto no puede dejar tranquilo a nadie, pero es todo cuanto puedo hacer. Las leyes son una mierda, lo sé de primera mano, sin embargo…
—Tenemos que esperar, y mientras tanto Hernán la va a seguir persiguiendo, torturándola, amenazándola; y yo atado de manos. Porque si se me ocurre hacerle algo, el que sí va preso soy yo, ¿no? ¡Bravo! —Interfiero con furia. —Qué querés que te diga Roberto, estoy harto. Harto de todo esto. —Manifiesto soltando el aire, realmente agotado de todo.
—Creeme que quisiera poder hacer más. —Es todo lo que agrega, con sincera disculpa.
Resoplo molesto pero no con él. Sé que hace lo que puede.
Un minuto después corto la llamada, dejándome caer en el asiento, tomo varias respiraciones profundas procurando tranquilizar mis nervios respecto a esto. Realmente estoy harto, asustado de que Maia esté en la mira de este tipo y no poder hacer nada. Veo como trata de hacerle frente, como intentó hasta ahora seguir adelante a pesar del miedo que le provoca. Y aún así, no lograr vivir como tiene que ser, libre del temor y de la violencia que injustas la acechan allá a donde va. Porque no solo Hernán la violenta con sus acciones, sino que la misma justicia, quienes deben aplicarla, la dejan a merced del peligro a la espera de la tragedia.