Díselo a tu Corazón (libro 1)

– 46 –

 

Hasta siempre

 


Llega el viernes trayendo consigo mucho frío y nieve, clima semejante al que siento por dentro ahora, que vamos a buscar a Eloísa para ir al bar; a su despedida. Dejamos a Tomás con Tamara, una amiga de Maia y con la cual él se lleva muy bien, y nos marchamos.

Estaciono dos minutos después frente a la casa, mi hermana baja para buscarla, mientras yo decido quedarme dentro del auto. Inhalando hondo varias veces me preparo para lo que sin dudas, no será fácil. De solo pensar que no volveré a verla… un hoyo en mi interior se expande,  absorbiendo mi energía.

Escucho las puertas abrirse, y me centro en demostrar que todo está bien. La veo subir a la parte de atrás, y ese pozo se abre más.

—Hola Eloísa, cómo estás –La saludo girando un poco hacia ella.

Atrapo sus ojos en el instante, viendo en ellos mezcla de sorpresa y tristeza.

—Hola… estoy bien, y tú –Musita abrochándose el cinturón, y así huyendo de mi mirada.

—Muy bien. —Miento, volviéndome hacia el frente.

Pongo en marcha la camioneta un momento después.

Llegamos al bar que ya está concurrido de gente. Saludarnos a Luciano y Bianca quienes nos indican que subamos a la planta de arriba, donde ya se encuentran los demás. Nos encaminamos hacia ahí, y en cada paso que doy detrás de ellas, el impulso de querer agarrarla y llevármela para tenerla solo para mí, es cada vez más fuerte, pero me contengo.

Luego de volver a saludar, nos sentamos,  viendo que prepararon toda esta parte solo para nosotros. Un rato después Luciano y Bianca se nos unen. Sirven pizzas, empanadas y sandwiches junto a más bebidas. Conversamos, nos reímos, brindamos por ella, deseándole un buen regreso. Por mi parte pongo todo de mí para disimular, pero la verdad que brindar y celebrar; esta quitándome el aliento, sobretodo cuando sus ojos me buscan y en ellos veo que tampoco está contenta con esto.

¿Por qué te vas entonces? Es lo que quisiera preguntarle.

Una, dos o quince horas más tarde, ya ni sé, por fin la veo alejarse del grupo junto a Maia y Natalie que llegó hace un rato. Las tres se van hacia los baños, espero un poco, y me levanto también yendo hacia allí. Me paro junto a la puerta del sanitario para hombres que esta frente al de mujeres y me quedo esperando. Por suerte, como cerraron esta zona para que solo estemos nosotros, no hay nadie más, y ninguno de mis primos o Luciano se acerca. De lejos lo veo a él, que justo alza también su atención a mi y me sonríe con expresión divertida.

Escucho la puerta de enfrente abrirse y miro a Maia que sale con Natalie, las dos riendo por alguna cosa, pero sin Eloísa siguiéndolas. Cuando me ven, mi hermana, con mirada brillante y la misma expresión que me dedicó mi amigo recién; toma de la mano a su amiga y se la lleva con rapidez, no sin antes lanzarme un guiño pícaro.

Niego con la cabeza, escondiendo una sonrisa y sin pensarlo demasiado, cruzo, entrando al baño donde está ella.

Una vez dentro cierro la puerta trabándola para que nadie entre, quedándome apoyado en el panel. Eloísa aparece saliendo de uno de los cubículos. Se para frente al espejo, y se observa y observo por un instante. Apoyándose en el lavamanos, agacha la cabeza dejando salir un suspiro. Todavía no se da cuenta de que estoy acá, así que aprovecho para recorrer ese cuerpo que tanto me enciende y voy a extrañar.

¿Por qué te vas?

Levanta de nuevo la cabeza, y como si percibiera mi presencia, gira abriendo sus ojos con asombro.

— ¿Beltrán, qué haces aquí? –Cuestiona mirándome atenta.

Camino hacia ella, sin retirar mi atención de su cara. Eloísa sigue mis movimientos con dudas y nerviosismo. Lo puedo sentir sin siquiera estar tan cerca.

—Entonces te vas. –Digo, entre pregunta y seguridad.

Ella asiente contemplándome directamente a los ojos.

—Sí, me iré. —Afirma con firmeza, a pesar de ver en su mirada la indecisión.

—No tengo posibilidad ya de convercerte de lo contrario –Esto lo digo asumiendo que así es.

—Beltrán, por favor no…

—Esta bien, no vengo a eso igualmente. Sé que no hay chance de que pase, y voy a respetar que esa es tu decisión –Aclaro acercándome más, al punto de rozar mi pecho con el suyo. La siento temblar, la siento querer alejarse pero no hacerlo. —Pero sí quiero pedirte algo.

—Qué... –Su voz vibra.

—Que pasemos el tiempo que queda juntos. —Susurro, tomando su mano con suavidad.

—Beltrán… no pienso que sea buena idea… será más difícil –Plantea en un murmullo entrecortado.

—Difícil es que te vayas y no poder volver a tenerte, así sea una vez más. –Acuno su cara haciendo que me mire. —Lo querés también… lo puedo sentir. ¿Te arrepentís de lo que pasó entre nosotros? Porque yo no, nunca. —Acerco mi boca a la suya, pero no la beso. Ahí me quedo a escasos centímetros, tentándola… tentándome.

Su cuerpo se tensa, y cierra los párpados con fuerza. Miro su rostro, esas pecas maravillosas que engalan sus facciones y algunas partes de su anatomía. Sus labios tersos y cubiertos ligeramente por labial en color rojo… Por todos los santos, ¿cómo voy a hacer para olvidar semejante manjar?

Mis ojos siguen recorriéndola, memorizando, guardando en mis pupilas y en mi vida a esta mujer.

Por fin su mirada se estanca en la mía, y una pequeña sonrisa asoma vacilante en su boca que me atrae a besarla.

—Jamás me arrepentiré. –Susurra y acto seguido me besa con firmeza.

La aprisiono en mis brazos levantándola para sentarla en el lavamanos detrás suyo. La sostengo ahí mientras la beso con el ardor que estuvo enjaulado todos estos días. Sus jadeos se ahogan en mi boca en tanto sus brazos rodean mi cuello y sus piernas mi cintura, encajando su cuerpo al mío a la perfección.

Perfección que no volveré a sentir.

—Aunque muero por sacarte todo y hacerte el amor acá, me parece que es mejor nos vayamos. No quiero que nada me interrumpa. –Manifiesto recorriendo su cuello, llenando mis pulmones con su perfume.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.