Sin arrepentimiento
Despierto con lentitud, arrugando el gesto cuando la luz que se filtra por las ventanas golpea mis ojos. Me remuevo un poco girando hacia el otro lado para ver la hora en el reloj digital sobre la cómoda junto a la cama. Este marca las 6:16am. Escondo mi cara en la almohada, con toda la intención de seguir durmiendo un poco más. Estos días los síntomas del Jet lag, fueron despiadados, a diferencia de lo poco que sentí cuando llegué a Argentina.
Argentina… Lago Gutiérrez… Beltrán.
Sí, también fue la tristeza, pienso con un nudo en el estómago.
Sacudo mi cabeza y me resigno, ya que el sueño me ha abandonado por completo de nuevo como en esta última semana que llevo aquí, en Milán.
Salgo de la cama y luego del cuarto rumbo hacia el baño llevando lo necesario para darme una ducha. Escucho ruidos que provienen de la cocina: mi hermana, sonrío negando mientras ingreso.
Un rato más tarde, sintiéndome mucho mejor que días antes, me dirijo hacia el balcón, donde sé que debe estar desayunando. Cruzo el amplio e impecable living hacia allí, y la veo a través del cristal de la puerta corredera, sentada frente a una mesa redonda y dispuesta con todo para comer. Desde frutas, cereales y tostadas; hasta rebanadas de tartas.
—Buen día. —Digo pasando el umbral.
Levanta su ojos de la Tablet que sostiene (y que no se separa de ella) para poner su atención en mí. Sonríe con afecto, dejando el aparato sobre la mesa junto a su té.
—Buen día, ¿cómo estás, te sientes mejor esta mañana? –Pregunta con interés, mientras me siento frente a ella.
—Sí, creo que hoy estaré definitivamente bien. –Respondo.
—Perfecto. –Dice acercándose a la tetera para servirme. —Isa, tengo que pedirte disculpas pero los planes de hoy debemos dejarlos para otro momento –comienza a decir, entregándome mi taza. —Acabo de hablar con Giuseppe, tendré que ir al restaurante hoy, al parecer un muy importante crítico nos visitará y no puedo estar ausente si es así. —Explica, mencionando a su asistente en la gerencia.
—Descuida, te lo dejaré pasar por esta vez solo porque estuviste conmigo desde que llegué y fuimos a muchos sitios. —Le guiño divertida.
Sonríe condescendiente.
—Bien, pero los planes para cenar siguen en pie. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
Un segundo después su teléfono suena, y luego de disculparse se mete dentro del departamento para contestar.
Una vez sola, continuo desayunando, mirando hacia la preciosa vista frente a mí. Todavía me parece increíble estar aquí, aunque, a pesar del clima de verano y lo preciosa que es la ciudad; no puedo evitar sentir nostalgia por lo que dejé atrás. La tranquilidad que conocí en Neuquén, las personas y lugares maravillosos que encontré. Y a ellos. Los echo mucho de menos… y a él. Extraño su presencia, su voz, su sonrisa.
Para siempre, me había dicho.
Eterno, creo yo.
Aún así no me arrepiento de la elección que hice. Me dolió marcharme, sin embargo sé que fue lo correcto. Hay mucho que deho resolver, no podía quedarme dejando todo sin más.
Escucho la voz de mi hermana desde el interior, y volteo a verla. Sonrío cuando la veo pasear de un lado a otro gesticulando, seria, dando órdenes a quien sea que está del otro lado. Mientras la observo pienso lo sencillo que ha sido estar aquí con ella, lo cercana que se ha mostrado y lo diferente que es a lo que conocía.
Lo cálida y gentil que puede llegar a ser cuando deja de lado esa embergadura distante y severa que posee. En ocasiones noto le cuesta desenvolverse, ya que esta acostumbrada a mostrarse dura y difícil. Sin embargo dentro esconde una dulzura que prefiere no reconocer.
Termino mi desayuno en el momento que Clarissa regresa. Se sienta frente a mi, haciendo a un lado su precioso cabello castaño con ondas perfectamente definidas. Contemplo su rostro limpio y relajado, sin ojeras siquiera preguntándome cómo puede lucir tan fresca a esta hora, siendo que nos fuimos a dormir entrada la madrugada.
—Debo irme en media hora. ¿Te quedas aquí o prefieres te lleve a algún sitio? –Pregunta haciendo a un lado su té ya frío.
—Hhm, creí que podría ir contigo.
— ¿Al restaurante? –Inquiere extrañada.
—Bueno, sí. Me gustaría conocerlo ya que estoy aquí. —Alzo los hombros con expresión obvia. —Pero si no quieres esta bien.
—No es eso –se defiende. —Es solo que no podré estar muy pendiente de ti. —Indica metiéndose una uva a la boca.
—No soy una niña de la que tengas que estar pendiente —me apunto. —A menos que no quieras por otra cosa… ¿algún sous chef que no desees conozca tal vez? —Bromeo sugerente.
Me contempla divertida.
— ¿Para ti? Te los presento y eliges al que quieras. —Repone serena, comiendo ahora una fresa.
—No, me refiero a ti. —La señalo jovial. — ¡Oh vamos! No puedes decirme que no hay nadie. ¿Un asistente de gerencia entonces?
— ¿Giuseppe? —Rie a carcajadas por mi insinuación. —A él le gusta otro tipo de compañía. —Aclara riendo todavía. —Oye, no tengo idea de porqué tu interés en ello, pero ya te he dicho que no hay nadie.
—Eres mi hermana. Creo que es lógico sienta curiosidad ¿no? –Expongo ligera. Asiente sin dejar de sonreír divertida. —La última vez que recuerdo haber conocido un novio tuyo, fue cuando estabas con ese cocinero… ¿Antonio se llamaba? Y de eso…
—Hace mucho tiempo, y ni lo menciones. —Me corta blanqueando sus ojos. —Escucha, ¿tengo amantes? Sí. Y duran el tiempo que deben, una noche; quizás dos. Realmente no tengo tiempo y paciencia para tener una relación con alguien que luego sienta su hombría amenazada porque la mujer que soy es exitosa en lo que se propone y puede ser mejor que él. —Explica con seriedad ahora, poniéndose de pie. —Despejada tu duda, me iré a vestir. En veinte minutos nos vamos.