Díselo a tu Corazón (libro 1)

– 49 –

Sin él



 


— ¿Qué planes tienes una vez que estés instalada en México? —Indaga mi hermana con interés.

Observo por la ventanilla del auto las calles que transitamos rumbo al aeropuerto. Llegó el momento de volver.

Respiro hondo, reflexiva.

—No tengo claro por dónde empezaré. Lo único que sé es que deseo cerrar las etapas que quedaron abiertas. Luego de eso… actuaré sobre la marcha. –Explico con muchas posibilidades en mi cabeza pero ninguna certeza.

—Bien, estoy segura que lograrás lo que quieras. Y ya sabes, cualquier cosa que necesites me llamas. ¿De acuerdo?

—Gracias, Clar.

—Y lo que te dije antes fue muy en serio, Isa. Si así lo quisieras, puedes venir, mudarte aquí conmigo. Sería muy grato para mí tenerte cerca. —Resalta nuevamente.

Volteo a verla, sonriéndole cariñosa.

—Lo tendré en cuenta. –Declaro recibiendo un asentimiento de su parte.

Permanecemos en silencio durante un corto trayecto, ambas pensativas, hasta que ella vuelve a hablar.

— ¿Has sabido algo de ese hombre? –Inquiere suspicaz. —Beltrán, así se llama verdad.

Escuchar su nombre hace que sienta un pinchazo en mi pecho.

—No, no he sabido nada de él. —Comento perdiendo nuevamente mi atención en el exterior. —Supongo que así es mejor.

Clarissa no dice nada por un instante. Cuando pienso que hasta allí llega su curiosidad, vuelve a decir:

— ¿Puedo preguntarte algo? —Giro la cara hacia ella asintiendo. — ¿Te enamoraste de él, o sigues enamorada de ese cretino de Gael? —Sacudida por esas preguntas, solo atino a quedarme quieta mirándola fijamente.

Agacho la cabeza sopesando qué responder, y es que; estos días aquí, lejos de ambas situaciones, abrieron en mi cabeza un torrente de confusión.

—No lo sé. —Contesto con sinceridad, regresando mi atención a su rostro, recibiendo por su parte miradas de curiosidad. Suspiro confusa. —No puedo distinguir cuáles son mis sentimientos reales. —Expreso seriamente.

Si pienso en Gael me lleno de rabia, de desilusión y resentimiento. Sin embargo la incertidumbre comienza a asomarse. ¿Dejé de amarlo realmente,  o es más bien un caso de ojos que no ven corazón que no siente? Distraída por la presencia de Beltrán ni siquiera dejé que mis pensamientos se dirigieran a él. Ahora pensar en la posibilidad de volver a verlo, me genera muchas dudas.

Por otro lado si pienso en Beltrán soy invadida por emociones cálidas, mucha nostalgia y admiración, pero; ¿puede eso ser amor? A veces cuando nos sentimos perdidos, solos y decepcionados como yo me sentía, es fácil que los sentimientos se enreden en cuanto alguien como él se atraviesa sin aviso, abriéndote caminos que no pensabas transitar y que aún así, elegiste explotar, conociendo de esa forma cosas que no creías explorar. ¿Puede tratarse en verdad de amor, o es que estoy aún maravillada con lo que él me enseñó?

No tengo la menor idea, son muchas las dudas que empiezan a surgir, y solo confio en que el tiempo me ayudará a resolver. Por el momento prefiero no enloquecerme y solo pensar en mí y lo que quiero, que es seguir adelante.

Por fortuna Clarissa no hace más preguntas, creo que se ha dado cuenta que en verdad estoy liada con mis emociones, por lo que el resto del viaje hacia el aeropuerto lo hacemos en silencio.

                     *    *    *    *
*   *   *   *

Ha llegado el momento de irme, mi hermana y yo nos miramos con pesar, pero ambas satisfechas por lo que estos días juntas nos ha dejado. Si alguien me hubiera dicho que todo esto pasaría, que lo que al principio para mí fue desgarrador se convertiría en la unión con ella; no le hubiera creído.

—Bueno, llegó la hora de volver. —Musito frente a ella pero sin mirarla.

¿Quién diría que me costaría tanto despedirme de Clarissa?

— ¿Vas a estar bien? –Cuestiona en un murmullo bajo.

La miro ahora sí, sonriéndole afectuosa.

—Sí, puedes estar segura de ello. —Afirmo con vehemencia. Me aproximo, y tomando sus manos declaro; —Estos días contigo han significado todo para mí.

—Me hubiera gustado tuviéramos más tiempo. Hay mucho que debo compensarte.

Sacudo la cabeza.

—Acordamos que íbamos a reiniciar de cero. Nada de reproches, 
¿esta bien? —Tiro de ella hacia mí, y la envuelvo en un abrazo.

—Lo sé, pero…

—Ssshh… pero nada. —La sacudo intentando hacer a un lado el nudo en mi garganta.

Asiente y reímos un poco.

—Me avisas apenas llegues, ¿esta claro? —Ordena apuntándome.

— ¡Sí chef! –Me burlo divertida.

Veo sus ojos café humedecerse, pero se esfuerza en retener la emoción.

—Bien… entonces, cuidate Isa.

—También tú. Te llamaré —Me comprometo.

Agita la cabeza, desviando la mirada hacia las personas que empiezan a abordar.

Volteo también para dirigirme allí.

—Eloísa... —Profiere, haciendo que vuelva a mirarla. —Siempre fuiste lo más importante para mí, a pesar de no haberlo demostrado como debía. Ya te dije cuanto lo siento y sé que ha quedado claro todo entre nosotras. Pero quiero que sepas que, si pudiera cambiar algo de mi vida, sería eso. Poder ser la hermana que necesitabas que fuera. —Invadida por la emoción que provoca sentirla así, sincera y cercana, solo puedo atinar a asentir con las lágrimas acumulándose en mis ojos. Ahora me abraza ella, de una forma tan cálida, tan cariñosa que me siento tentada a no soltarla. ¡Aagh, odio las despedidas! —Mamá estaría orgullosa de la mujer tan fuerte que eres. Nunca te lo dije, pero te pareces tanto a ella que… —su voz se quiebra, por lo que con fuerza me aferro a ella.

Que hable de mamá trastoca las fibras más sensibles de mi ser, y es que pocas veces hemos hablado de ella, y oírla decir esto, me hace dar cuenta de lo doloroso que debe haber sido para ella haberla perdido. Yo solo la he conocido a través de tía Judith y la abuela, por fotos y anécdotas, pero Clar la tuvo hasta sus seis años… una niña que se quedó sin su madre y con una hermana pequeña que requería más atenciones.




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